La vida es injusta en algunas ocasiones. Hay un proverbio que afirma que cuanto más alto subamos, más alta será la caída. En un sentido metafórico y real, fue lo que sucedió con Víctor, un ciclista que en aquel ya lejano 2012 falleció precisamente en una caída, arrollado por un vehículo durante un entrenamiento en su Castellón natal. La desgracia siempre es desgracia, no cabe duda. Pero escuece aún más en un joven prometedor del que muchos hablaban como un talento emergente. Y lo era. Por ese motivo, su paso a la máxima categoría del ciclismo a lomos del maillot naranja de Euskaltel-Euskadi. Era difícil subir más alto, había ya pocos escalones por subir.
Coetáneo de, por ejemplo, Mikel Landa, con el que coincidiría en el equipo vasco, había debutado esa misma temporada en el Giro de Italia y cumplido con ello uno de los sueños de cualquier ciclista, compartiendo experiencia con otro de los míticos del ciclismo euskaldun como Mikel Nieve. Una culminación de una carrera dedicada al esfuerzo y a la constancia truncada por el cruel destino.
Y es que Víctor ya había empezado a despuntar. Por un lado, su victoria de etapa en Oviedo en la Vuelta Asturias del año anterior, aún en el Orbea, equipo trampolín al Euskaltel. Y lo hizo ante corredores de gran calidad, como Rory Sutherland o José Iván Gutiérrez, dos expertos en el profesionalismo. Podríamos decir que aquello supuso la consagración de su categoría y homologación al máximo nivel. Un 5º puesto en la Klasika de Primavera comenzó a ser síntoma de que su crecimiento merecía estar ubicado en algo más que un equipo Continental. Así se confirmaría el ascenso aquel invierno de 2011. Un corredor, además, que inspiraba, del que se hablaba y se conocía pese a no formar parte de la élite todavía de forma completa.
Una familia muy ciclista, con su hermano pequeño Óscar en las filas del Burgos BH y que pese a no haber conseguido aún victorias, sí que ha formado parte de las alineaciones del equipo español en algunas de las mejores carreras del mundo, como la Vuelta a España, de la que es asiduo desde hace cuatro años. Algo que no puede ser por casualidad. Bien es cierto que está alcanzando su madurez deportiva (nació en 1994), pero que la valoración de sus cualidades como ciclista están fuera de toda duda.
De ese modo, pese a que Óscar esté haciendo una buena carrera en el Burgos, donde debutó como profesional en 2018 y continúa, su presencia en el ciclismo nos recuerda también a Víctor, muy presente cada vez que su hermano forma parte de una escapada. Seguro que allá donde esté, pedalea junto a él y guarda su suerte, toda la que él no pudo tener. Allá desde donde nos puedas leer, gracias por tu legado.
Texto: Lucrecio Sánchez (@Lucre_Sanchez)
Foto: Sirotti