Es difícil no tener un punto de vista ante acontecimientos como los vividos. Creo que no es necesario poner en antecedentes y que todos estamos bien informados sobre lo que pasó. Para mí uno de los grandes problemas de todo lo acontecido en la etapa de Crans Montana fue la falta de definición de un decálogo que delimita lo que son las condiciones extremas, que permite interpretación y no debería ser algo opinable. Es decir, por debajo de cero grados no se puede competir, cuando la visibilidad o la lluvia sean equis, tampoco, etc. Tampoco creo que sea positivo seguir adelante con los cambios en la etapa mientras hubiese, como en este caso, tres equipos que no estaban a favor. Creo que en estas situaciones tan delicadas se debería recurrir al consenso.
El Giro estaba teniendo unas condiciones climatológicas malísimas, con suspensión de eventos de Fórmula 1, inundaciones en varias zonas de Italia. Y correr durante varios días bajo ellas todo el día no es fácil, es muy duro. Es comprensible que los ciclistas alcancen un momento donde se planteen parar o buscar algún tipo solución. Llama la atención que esos plantes lleguen dependiendo del recorrido de la etapa, porque se produce en unas etapas y no en otras dependiendo del perfil que éstas tengan. Y eso no es del todo correcto. El día siguiente a Crans Montana las condiciones eran mucho peores, por ejemplo. Sabían que habían hecho algo mal y que ese día no se podía volver a repetir la escena. Así que ahí sí se aceptó correr bajo dichas condiciones.

Hay que entender también la posición de la organización. Ante una huelga de los ciclistas, con un escenario de diecinueve equipos sin tomar la salida y con riesgo de que sólo tres tomen en carrera, ¿qué haces? Al final estás entre la espada y la pared.
Todas estas situaciones deberían ser conducidas por un filtro unidireccional que no permita opinión alguna. Si se toma la decisión de suspender una etapa por salvaguardar la seguridad de los corredores, me parecerá bien. Pero eso debería estar perfectamente constatado y regulado, sabiendo muy bien por qué y a qué te agarras para ejecutar dicha suspensión. La UCI tiene un protocolo de condiciones extremas que dice mucho y no dice nada. Si estuviese bien definido, evitaríamos futuros problemas. Definiendo y diferenciando los valores que se admiten en una clásica, los que se admiten en una gran vuelta, etc en cada variable que pueda afectar el buen funcionamiento de una etapa. O de una clásica. Porque no es lo mismo estar bajo la lluvia una tarde que cinco consecutivas con necesidad de traslado, evacuación de una etapa, etc.
Es obvio que ese protocolo exigirá mucho trabajo a la organización, pero es preferible a estar cada edición del Giro hablando de lo mismo y con los mismos efectos. Tener una opción ‘b’ y ‘c’ a las etapas potencialmente más conflictivas y que estén encima de la mesa puede ser buena medida. Para aplicar ese protocolo también debería haber un comisario que vaya por delante de la carrera y que tome esa decisión en base precisamente al protocolo. Otro cantar será la elaboración de éste.

Se podría hacer fácilmente reuniendo a un comité de expertos, que para eso están, se aprueba por parte de la CPA en representación de los ciclistas y los estamentos pertinentes y llegado el caso de Crans Montana se mira el protocolo, las previsiones del día siguiente, se realiza un informe, y ahí, siendo conocedores los ciclistas de que se superan los valores establecidos, se puede proceder a votación o a las medidas que correspondan. El fallo se hará en consonancia con un informe que se presente a organización y donde se indique que se tiene que cancelar la etapa porque se incumple este punto del protocolo de la UCI. Y ahí la organización tendrá que aceptarlo o buscar un tipo de solución pactada.
Y ahí realmente se habrá tomado una decisión que salvaguarde la seguridad y salud de los profesionales, algo basado en lo objetivo y las opiniones y valoraciones de estos hechos no tendrían lugar o necesidad de existir porque estarían las cosas bien hechas y estructuradas desde un principio. Creo que todas las opiniones son respetables, pero es un tema que no debería ser debatible, porque si lo es, ya hemos visto el circo que se ha montado a su alrededor. Todo lo subjetivo es debatible, todo lo objetivo no. Y aquí se puede objetivar muy fácil.

Estamos en una situación climática donde este tipo de fenómenos de lluvias intensas, torrenciales o frío inesperado en partes avanzadas de la primavera van a ser una constante. También otros escenarios donde el calor sea notablemente extremo. En todas ellas habrá varias en las que no se pueda hacer deporte. Y no se puede esperar más a que haya un protocolo que realmente vele por la seguridad de los corredores y los profesionales a su alrededor.
Lo más sangrante de todo esto es que el ciclismo es un deporte que vive de una relación altamente estrecha entre el aficionado y el deportista, algo que no se vive en ningún otro. Esa relación no puede sufrir. Y con esto ha sufrido, está herida. Y eso no puede ser. No podemos permitirlo porque perdemos el deporte. Y lo estamos perdiendo, y somos un deporte muy pequeño. Podemos evitar el no retorno, pero es urgente que se sienten los agentes del ciclismo para hablar de muchas cosas. Porque son muchas cosas de las que hay que hablar, no sólo de estas situaciones: kilometrajes, peligrosidad de los sprints, reorganizar la temporada…
Escrito por Sergio Yustos