HC Historia

8 contrarrelojes históricas

Si se me permite voy a lanzar un alegato en favor de la modalidad contra el crono en las grandes vueltas e incluso en las de una semana. Una disciplina imprescindible en tiempos no tan lejanos, siendo etapas tan decisivas o más que las grandes jornadas de alta montaña. Hubo un tiempo en que, para ganar una vuelta de tres semanas, véase Tour, Giro o Vuelta, había que andar y mucho en el esfuerzo individual contra el cronometro.

Todo ello dejaba a los grandes escaladores con tiempo perdido, un hecho que les obligaba a mover ficha desde lejos en su terreno si querían tener posibilidades reales de estar entre los mejores de la clasificación general. ¿Hubiéramos presenciado gloriosas e inolvidables jornadas como la que nos brindó Claudio Chiappucci camino de Sestrieres en el 92 o Pantani en la etapa de Les Deux Alpes en 1998, con la escasez, por no decir ausencia, de kilómetros contrarreloj de la actualidad?

La respuesta es obvia. Por ello vamos a recordar algunas de las mejores y decisivas contrarrelojes en diferentes carreras, no necesariamente por orden de mejor a peor, quizá nos dejemos alguna en el tintero, pero todas ellas cargadas de relevancia en la memoria del buen aficionado, en unos tiempos en los que la lucha contra el crono ha quedado prácticamente reducida a la marginalidad y a la absoluta irrelevancia (salvo contadas excepciones) en el desenlace final de las carreras por etapas.

Primera contrarreloj de la historia. Tour de Francia 1934. (Nantes)

Todavía estaba al mando de la nave el histórico patrón Henry Desgrange. En aquel momento fue una tremenda innovación de cara al recorrido del ya asentado Tour de Francia, Desgrange buscó hasta la extenuación ese punto de novedad que alterase de alguna forma la clasificación general y generase expectación antes de la llegada final a Paris. La contrarreloj fue incluida dentro del segundo sector de la vigésimo primera etapa, nada menos que 90 kilómetros entre la La Roche Sur Yon y Nantes.

En su afán por dar grandiosidad a cualquier situación, el organizador contrató una orquesta para tocar el himno nacional de cada corredor en el momento de la salida, puro Desgrange. 2 horas y 32 minutos fue el tiempo empleado por el primer vencedor de una contrarreloj en la historia del Tour de Francia, Antonin Magne, a la postre vencedor de aquella Grande Boucle, y que daba un golpe encima de la mesa para cimentar dicha victoria al sacar algo más de un minuto a su rival y compañero de selección Roger Lapebie.

La lucha individual contra el cronometro había llegado para quedarse y ser parte decisiva a lo largo de la historia de la carrera francesa. Bien es cierto que, en los últimos años, la disciplina contrarreloj no pasa de ser un formato anecdótico para los organizadores del Tour de Francia, al igual que ocurre con sus homologas de Italia o España.

 Por 8 segundos. Tour de Francia 1989 (París)

Poco más se puede añadir que no se haya dicho ya sobre lo ocurrido aquella tarde de julio de 1989 entre Versalles y Paris. Un Tour de Francia que muchos no dudan en calificar como el mejor de la historia reciente, no podía tener un epilogo mejor, aunque el recordado Laurent Fignon y la afición francesa no pensaron lo mismo en aquel momento.

El ciclista parisino marchaba con el maillot amarillo con paso decidido a conquistar el que hubiera sido su tercer Tour de Francia. En segundo lugar, estaba el americano Greg Lemond enrolado en las filas del modesto ADR y a 50 segundos de Fignon. Algo menos de 25 kilómetros de contrarreloj iban a poner punto y final a aquel apasionante Tour, que comenzó 3 semanas antes con el famoso incidente de Pedro Delgado en Luxemburgo. Lo que ocurrió a continuación forma parte ineludiblemente de la historia universal del ciclismo y del propio Tour.

LeMond pertrechado con su manillar de triatleta, iba limando segundos a Fignon, que no era en absoluto un mal contrarrelojista pero que nada pudo hacer contra el americano. 8 fueron los segundos en los que finalmente aventajó en la clasificación general Lemond a Fignon, una cifra que iba a marcar indudablemente la carrera de un gran campeón como fue el francés.

Después de una batalla entre adoquines en el norte, con Alpes y Pirineos, la carrera se iba a resolver por pocos segundos en la última contrarreloj, y para entonces de corta distancia, disputada en Paris. Una jornada para el recuerdo, en un formato de cierre de Tour que no ha vuelto a ser repetido por sus dirigentes desde entonces, y que no parece ser planteado, por lo menos a corto plazo.

El extraterrestre de Luxemburgo. Tour de Francia 1992

Como no podía ser de otra manera en materia de lucha contra el cronometro, el nombre de Miguel Induráin debe contar con su merecida dosis de protagonismo.

El ciclista navarro cimentó sus cinco victorias en Francia y dos en Italia, con unas prestaciones estratosféricas en la contrarreloj para luego resistir con solvencia en las grandes etapas de montaña. El Tour de 1992 llegaba a la novena etapa con el francés Pascal Lino como líder de la general desde que se filtrara unos días antes en una fuga camino de Burdeos.

En la capital del pequeño Gran Ducado de Luxemburgo se disputaba una contrarreloj de 65 kilómetros, muy al estilo de la época. Tramos llanos de autopista en la primera parte, y repechos cortos de pendiente moderada en el final, una crono de potencia que Induráin aprovecha a la absoluta perfección. Moviendo su 54×12, el navarro va machacando a sus rivales sin piedad, consigue doblar hasta a 6 corredores durante el recorrido, el último de ellos, Laurent Fignon le hace un gesto de aprobación con el pulgar al ser rebasado.

En la cima de la cota de Senningerberg, a apenas 10 de meta, ya toma una ventaja monstruosa sobre sus rivales. La resolución del asunto en la llegada fue de 3 minutos al segundo, su compañero De las Cuevas al que los directores ordenaron en vano no forzar la máquina, 3 minutos 41 segundos a Bugno y más de 4 a los Lemond, Zulle o el líder Pascal Lino, que milagrosamente iba a continuar de amarillo. Probablemente una de las mayores demostraciones de la historia en una contrarreloj individual.

El duelo de Verona. Giro de Italia 1984

Años antes de su fatídica jornada en Paris, Laurent Fignon tuvo su particular Vía Crucis en la última etapa del Giro de Italia de 1984. Eran los tiempos en los que la Corsa Rosa estaba predeterminada para la victoria del ídolo local, que en esos días era Francesco Moser. El epilogo a aquellas 3 semanas fue una etapa cronometrada con final en Verona, de 42 kilómetros. Días antes en la etapa de Arabba, se produjo un cambio de líder, pasando la maglia rosa de Moser a Fignon, que volvía a tener la general a tiro.

La ventaja del francés sobre el italiano para esa última jornada era de 1 minuto 21 segundos, Moser siempre fue un especialista contra el crono, pero Fignon se defendía con total solvencia en la especialidad como corredor todoterreno que era, no obstante, el corredor del Renault-ELF no podía descuidarse en absoluto. El rodador transalpino salía a la carretera con el célebre atuendo con el que batió en México el Record de la Hora, obviamente iba a por todas, y además de su equipamiento y de los consejos del profesor Conconi, contaba con un público enfervorizado llevándole en volandas.

Por su parte, el parisino iba perdiendo tiempo cada kilómetro que pasaba, si en algunas etapas de montaña había sufrido empujones e incluso escupitajos de los tiffossi, en esta ocasión fue el helicóptero de la RAI quien pudo beneficiar al trentino en detrimento de Fignon. El francés perdía el Giro de Italia en la última etapa de la carrera, con una contrarreloj estelar de su rival, que consiguió una formidable ventaja de 2 minutos 24 segundos. Una Corsa Rosa que siempre quedará en entre dicho por las ayudas que pudo recibir Francesco Moser, que además contó con un recorrido a su medida.

Vuelta a España 1962. La traición de Altig (San Sebastián)

En la salida de Barcelona de la Vuelta 62, un nombre destacaba muy por encima de todos como candidato a la victoria en la clasificación general, Jacques Anquetil. El ciclista normando era por aquel entonces la gran figura del ciclismo mundial, y su presencia en la ronda española era todo un acontecimiento. Sin apenas rivales que le pudieran poner en aprietos, un recorrido muy favorable a sus características, y con un potente equipo a su servicio, el Saint Raphael-Helyet, (vencieron nada menos que 12 etapas) todo apuntaba a un triunfo de Anquetil.

A un par de días del final en las calles de Bilbao, la organización había programado una contrarreloj de 82 kilómetros, entre Bayona y San Sebastián, con la ascensión a Ibardin. En la capital donostiarra se esperaba el golpe final de Anquetil, sin embargo, todo fue muy distinto a lo planeado por el campeón francés y su director Geminiani. En primer lugar, el liderato marchaba a hombros de un compañero de equipo, el irlandés Seamus Eliott, seguido de otro miembro de la escuadra gala, el germano Rudy Altig, potente rodador que se defendía sin problemas en la lucha contra el crono.

Por si fuera poco, Anquetil llevaba unos días aquejado de un proceso gripal, aunque a priori sin revestir mucha gravedad y marchaba con tiempo perdido en la general. Aun así, desde el equipo mantenían que el triunfo iba a ser para el normando, ya que la longitud de la crono debería marcar distancias con sus compañeros de equipo. La realidad pasaba por encima de Anquetil, que veía como Altig no solo no cedía tiempo, sino que le superaba por un segundo en la etapa, una jornada además pasada por agua.

El alemán había estado preparando la etapa lo mejor posible, incluso se hizo con un piñón de 13 dientes para la ocasión, Anquetil abandonaba poco después, quién sabe si por el catarro o por la traición consumada por su compañero. Se habló de una posible venganza del alemán, al no ser incluido en primera instancia para el equipo del Tour de Francia, hecho que al final no se produjo, y estuvo presente en la ronda gala para ayudar a Anquetil a conseguir su tercer título.

El desenlace inesperado. Planche Des Belles Filles 2020

Pocas veces le ha salido la jugada tan redonda a los organizadores del Tour de Francia como en aquel desenlace del Tour de Francia de 2020. Habría que remontarse al anteriormente citado Tour 89 para presenciar algo similar. Una carrera que fue extraña de por si, al disputarse en el mes de septiembre debido a los estragos producidos por la terrible pandemia del Coronavirus.

Por un lado, el líder, Primoz Roglic, con un potente Jumbo-Visma a su lado, aparentemente controlando la carrera a su antojo durante prácticamente las 3 semanas, por otro su joven compatriota Tadej Pogaçar, que a pesar de su flojo inicio fue recuperando posiciones. Roglic marchaba líder desde la novena jornada y en la cronoescalada a la Planche des Belles Filles esperaba dar la puntilla para conquistar su primer Tour de Francia, hasta el momento no estaba ni mucho menos siendo una carrera que el aficionado recordara por siempre.

Sin embargo, aquellos 36 kilómetros entre Lure y La Planche Des Belles Filles se iban a tornar en un auténtico infierno para el corredor del Jumbo. Antes de comenzar la ascensión ya marchaba con tiempo perdido y en cuanto la carretera se fue empinando los segundos fue cayendo inexorablemente hasta aparecer en meta como un fantasma de lo que había sido los días anteriores, incluso con el casco fuera de sitio, una imagen totalmente distinta a lo que nos tenía acostumbrados, el mismo iba a reconocer que desde el principio de la crono no se encontró demasiado bien.

Comenzaba la leyenda de Pogaçar con un triunfo incontestable, tanto en la contrarreloj como en la general del Tour de Francia. “Creo que la cabeza me va a explotar, no podía ni imaginarme esto”, el propio ciclista del UAE no daba crédito a su hazaña, siendo capaz de aventajar en casi dos minutos a su paisano y rival del Jumbo Visma.

El pragmatismo vence a la ilusión. Vuelta a España 2001 (Madrid)

Durante algunas ediciones, a principios de Siglo XXI, la Vuelta Ciclista a España puso su punto y final con una etapa contrarreloj por las calles de Madrid, evitando así la tediosa última jornada con sprint asegurado que siempre ha carecido de relevancia alguna para la clasificación general. Tan solo 25 segundos de ventaja eran el botín del manchego Oscar Sevilla para intentar arrebatar la Vuelta a Ángel Casero.

El valenciano de Festina, firmó una notable actuación en las etapas de montaña, a pesar de no ser precisamente su terreno, resistiendo los ataques de sus rivales como ocurrió un día antes en las rampas de Abantos, en muchos casos mejores escaladores e incluso mostrándose en ocasiones superior a ellos en las cumbres, siendo un reputado contrarrelojista y rodador la oportunidad que se le presentaba en el epilogo de Madrid era perfecta.

Durante los 38 kilómetros del trazado de la crono madrileña, Casero demostró su destreza en la especialidad, limando los segundos que tenía su rival, que, ataviado con el maillot de líder, entonces de oro, no fue capaz de resistir. Oscar Sevilla, que hasta entonces había marchado 12 jornadas en la primera posición, se mostraba muy tranquilo y hablando con los medios en los momentos previos a su salida, mientras que por su parte Casero daba síntomas de mayor concentración.

La realidad del rodador pudo con la ilusión del manchego con cara de niño, y el corredor de Festina se hacía con la Vuelta a España sin vencer en una sola etapa, ya que esta crono final fue para el colombiano Santiago Botero, un hombre que se destapó en aquella Vuelta como un excepcional contrarrelojista

Tirano de Bergerac. Tour de Francia 1994

Repetimos protagonista en la figura del gran Miguel Induráin, y es que el corredor de Banesto, un par de años después de la exhibición de Luxemburgo, nos iba a brindar otra jornada de lucha contra el reloj para la historia. José Miguel Echavarri, histórico manager del conjunto Banesto, cambiaba al nombre del célebre poeta y su obra homónima, Cyrano de Bergerac una letra, para describirnos la espectacular hazaña del corredor navarro.

Y es que Induráin tiranizó la contrarreloj y todo aquel Tour de Francia de 1994, a pesar de que después de su tercer puesto en el Giro y la buena temporada de su rival Tony Rominger, algunos medios franceses no le daban como primer favorito. Llegaba la novena etapa entre Périgueux y Bergerac, 64 kilómetros, un terreno propicio para el potente pedaleo del navarro, que con el 54×12 en la Pinarello fue sacando ventaja a sus rivales hasta dejarlos sin opción alguna.

Tuvo oportunidad de doblar a un joven campeón del mundo americano llamado Lance Armstrong, posteriormente hizo lo propio con el francés Armand de las Cuevas, mientras que su tiempo en meta era 2 minutos inferior al del segundo clasificado, el suizo Rominger, el único que mantuvo un poco la compostura, el resto de oponentes totalmente fuera de combate. Probablemente la gran obra maestra de Miguel Induráin, con permiso de Luxemburgo 92, se presenció aquella calurosa tarde de julio en las carreteras de la Dordoña.

Escrito por Alberto Díaz Caballero

Fotos: Sirotti / Getty Images / EFE

Incluido en el nº11 de High Cycling


High Cycling nº11

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