Abantos fue antaño una auténtica referencia para el cicloturismo e, incluso, el ciclismo profesional de la Comunidad de Madrid. Quién no recuerda a Ulrich sufriendo en sus rampas. O a Simoni venciendo a Chava Jiménez. O a Roberto Heras sentenciar dos Vueltas a España en este puerto. Conserva un estado manifiestamente mejorable sobre todo en sus tramos altos, y aunque ello no le haya hecho perder el encanto de siempre, sí que dificulta la apertura a todas las superficies y modalidades de ciclismo a celebrar sobre sus rampas. Al ser reconvertida la vía en una pista forestal de uso restringido para los vehículos a motor, la necesidad de reparar o reasfaltar el firme ha pasado a mejor vida. Lo más que se han hecho han sido mejoras de la plataforma incluso levantando el asfalto.
Sería una buena medida, aunque con las nevadas y lluvias la pista puede quedar muy deteriorada en los inviernos. Su cercanía con Madrid y la localidad de San Lorenzo del Escorial, monumental villa sita a los pies del monte, hace de ésta una subida muy frecuentada por senderistas, meros vecinos o ciclistas, los cuales puedes encontrar a lo largo de la ascensión.
La escalada al pico merece la pena. Las vistas son espectaculares y la gesta un reto interesante. Pero tiene sus contras, como son la variedad de superficies a atravesar. La bicicleta de ruedas finas no es la más recomendable, ya que a tramos el asfalto está muy roto y los socavones harán imposible ascender sin un pinchazo o problemas más graves como pueda ser una caída en el descenso. Las vistas sobre la zona son espectaculares, y la dureza va a tramos, por lo que se hace accesible para ir tomando respiros si la forma no es la adecuada. Incluso en meses de calor es una subida agradable por las sombras que de vez en cuando encontramos a nuestro paso.
La zona dura, antes de coronar el puerto de Malagón, consiste en un kilómetro de rampas durísimas y sin descanso. Desde ahí hasta coronar no habrá prácticamente un respiro. Con ello no quiere decir que no se pueda parar a descansar, pero puede ser un calvario volver a arrancar, eso sí. Subir nos va a dar dimensión de la dificultad del descenso cuando terminemos nuestro reto. Bajar despacio y pendientes del claroscuro que la sombra de los árboles nos produzcan puede ser clave.
Desde la cima de Malagón se puede seguir subiendo al pico Abantos o bien coronar en el paso hacia Peguerinos, donde encontraremos el cartel del puerto, hecho por un aficionado al ciclismo en madera y bastante llamativo, fotografía obligada si has llegado a ese punto. El pico Abantos como tal tiene otra cima, a la que se llega girando a la derecha y siguiendo un camino repleto de piedras a tramos incómodas. Recomendable, es. Las vistas desde el pico y el vértice geodésico son espectaculares y un buen regalo por tanto esfuerzo.
En el inicio también tendremos varias alternativas, como la que inicia desde el propio pueblo, con una primera zona durísima combinable con varias calles de porcentajes superiores al 20%. Una de las variantes más atractivas es, sin duda, la de las zetas del Tomillar, en la que a base de rampas importantes se asciende de forma más directa hacia la zona alta del puerto. El descanso intermedio es común a todas las versiones de una subida que no decepciona. Como tampoco lo hace la vertiente opuesta, ya en Castilla y León, aunque entremezclando ingredientes diferentes: pocas curvas, pendiente homogénea, menos sombra… otra dureza, en definitiva.
El firme se deteriora cada invierno. Las zonas bajas sí tienen buen asfalto y parece que será cuidado por el mayor uso por parte de vehículos. Pero desde la primera de las barreras en adelante, el aspecto es cada vez más descarnado en lo que es fácil adivinar se convertirá algún día en el sterrato más codiciado de la Comunidad de Madrid. Un puertazo que pese a estar dejado por las administraciones ofrece mucho de cara a actividades deportivas como la que nos ocupa y que quizá debiera tener algo más de atención.
Altimetría Abantos por El Escorial
Altimetría Abantos por El Tomillar
Altimetría Abantos por Peguerinos
Escrito por: Lucrecio Sánchez (@Lucre_Sanchez)
Fotos: Jorge Matesanz y Marce Montero