El alicantino de Zumárraga (Guipuzcoa, Aitor González, fue un ciclista bastante afamado en los comienzos de los años 2000. En esa recta inicial de la década, donde llegó a conseguir muy buenos éxitos y alcanzó fama mundial, se construyó la imagen de un ciclista absolutamente implacable en la carretera cuando tenía el día inspirado. Con mayor constancia y quizá un poco más de mesura, quién sabe adónde le hubiese llevado su gran motor. Especialista contra el crono, subía de forma bastante decente cuando estaba en plena forma. Es más, su última gran victoria vino dada por un ataque en alta montaña, luciendo ya los colores del Euskaltel en lo que supuso su última campaña como ciclista profesional.
Bien joven su familia se trasladó a tierras alicantinas y se asentó en una tierra que sería clave para su desarrollo como ciclista. No es que País Vasco estuviese mal, ni muchísimo menos, pero el corredor vivió sus días más felices sobre una bicicleta luciendo las franjas verdes y blancas del Kelme, equipo afincado en la provincia. Tras un buen rendimiento en amateurs, llegó a profesionales en 1998, cuando pasó al conjunto español y fue progresivamente cosechando resultados. Una etapa en el Tour de Limousin y otra en el Algarve fueron la antesala de su exhibición en la crono final de la Vuelta a Murcia del año 2001.
Esa misma temporada llegó una de sus primeras exhibiciones y muestras de su clase, aunque ciertamente pocos la recordarán. Debutó en el Tour de Francia, su primera vuelta grande. La atípica primera semana repleta de lluvia vivió una jornada determinante para el desenlace de las tres semanas de competición camino de Pontarlier. Una escapada numerosísima y varios ciclistas que amenazaban no ya hacerse con el maillot amarillo, sino protagonizar con la preciada prenda gran parte de aquel Tour.
La escapada iba a llegar y, como suele ser habitual, se produjeron los escarceos entre ellos hasta que en cabeza únicamente fueron cuatro los ciclistas que se seleccionaron para jugarse el triunfo de etapa: Servais Knaven, Erik Dekker -a la postre el ganador- y Marc Wouters. Todos de Países Bajos a excepción del último, belga perteneciente al Rabobank neerlandés. Los tres unieron fuerzas contra Aitor González, atacando por turnos, dejando la tostada al alicantino. La exhibición del corredor del Kelme fue tal que pudo repeler todos los ataques hasta llegar a recta de meta junto a ellos. Fue segundo, perdiendo el sprint ante uno de los nombres de aquella temporada. Pero la exhibición quedó.
Aquello fue un aviso, aunque no todos supiesen verlo. En 2002 participó por primera vez en el Giro de Italia. De haberse corrido aquella edición después de la Vuelta a España, en la que el de San Vicente del Raspeig ya era un ciclista consolidado a ojos de sí mismo, tal vez el resultado hubiese sido muy distinto. Fue sexto, ganando una etapa ondulada en Orvieto, el más fuerte en crono, y siendo uno de los candidatos a la victoria antes de la última jornada de montaña. El del Kelme reventó a lo grande en esa etapa, cediendo seis minutos en Folgaria, la etapa que vio explotar a varios de los candidatos al podio como Cadel Evans o Dario Frigo. Sin ese desfallecimiento, hubiese ganado el Giro sin duda, tal era su estado de forma.
En septiembre, todavía algo oculto entre la sombra alargada de Óscar Sevilla, ciclista muy mediático y líder del Kelme junto a Santiago Botero, que venía de hacer un gran Tour de Francia, Aitor González se presentaba en la salida de Valencia para luchar por la victoria final. El equipo no lo sabía, o no quería ser consciente de ello. El ciclista sí sabía que iba a estar delante y que llegado el caso, buscaría sus opciones, como así fue. Fue escondiendo la patita hasta que en Ubrique se mostró al mundo, ganando la etapa y postulándose como uno de los candidatos más firmes a ganar la Vuelta.
La crono de Córdoba fue suya y con el albaceteño Sevilla, su compañero, de líder, se llegó a Asturias, donde iba a tener lugar una etapa absolutamente decisiva. El Angliru suponía la etapa reina y no defraudó. Roberto Heras pescó en río revuelto, con Aitor González incluso forzando el ritmo en cabeza del grupo mientras Sevilla se quedaba de él. El bejarano le remachó y el teórico líder del Kelme sufría un auténtico calvario para llegar a la cima. Con opciones aún de ganar, ahora el liderazgo pintaba más del lado del alicantino, que con la última crono se postulaba como gran favorito a llevarse la victoria final.
En el estreno de La Covatilla, Heras subía el puerto a gran ritmo gracias a Martín Perdiguero, que fundó desde ese momento una banda de la que González formaba parte. El líder ganó ventaja sobre nuestro protagonista, pero no suficiente como para ir tranquilo a la última crono. Incluso en la etapa de Ávila, que ganó Chente García Acosta, se permitió el lujo de recuperarle seis segundos al ciclista de Béjar. El último día se vio lo previsible. Una exhibición de Aitor González contra el crono para coronarse como campeón en el Santiago Bernabéu, donde acababa la Vuelta a España en honor al centenario del Real Madrid.
Su ruptura con Kelme era evidente y firmó un gran contrato con el Fassa Bortolo de Giancarlo Ferretti. El italiano le quería para ganar el Giro, en el que se enfrentaría a escaladores como Simoni o Garzelli. No resistió las cuestas del Terminillo a las primeras de cambio y se quedó fuera de la general. Ganó la crono y dio la sensación de haber recuperado el golpe de pedal, pero no fue así. Sencillamente, no iba a ser su año. Participó en el Tour, ante declaraciones por parte del ciclista que suponían una especie de reto al gran dominador, Lance Armstrong. Tampoco pudo con la prueba francesa, en la que se llevaría la tan buscada victoria de etapa un año más tarde.

Como el Tour tampoco salió, abandono y a preparar la Vuelta. Comenzó con algún traspiés, pero ciertamente hizo unos buenos Pirineos, en los que fue el gran animador con sus durísimos ataques: Soulor, Portillón y Pla de Beret o Envalira. Restaba una crono de más de 50 kilómetros en Albacete, tierra de Óscar Sevilla, su especialidad. Pero no le salió el día, se desmoralizó el día anterior en un abanico camino de la capital manchega y acabó abandonando aquejado de alguna enfermedad. Fin a un año prácticamente en blanco y en el que había tomado la salida en las tres grandes.
En 2005 pasó a la disciplina del Euskaltel Euskadi. Compartir galones con Haimar Zubeldia e Iban Mayo parecía complicado vistos los antecedentes. No brilló en el Giro, pero sí lo hizo en el Tour de Suiza, que ganó dando un recital en la etapa reina, con meta en Ulrichen y llevándose la general de esta prestigiosa carrera tras 32 kilómetros de fuga en solitario. Unas expectativas increíbles las que se generaron en torno a él de cara a la Vuelta a España, donde partía como uno de los grandes favoritos. No terminó de rendir y abandonó en la etapa de Ávila, a dos días de terminar.
Unos días después de finalizar la carrera, saltó la noticia de un positivo por un producto que contenía esteroides anabolizantes. Defendió su causa y fue absuelto por la Federación, que consideró probada la falta de intencionalidad de dopaje. La UCI recurrió y el TAS acabó sancionando al ciclista por dos años, ya que pese a que se reconocía la posible falta de intencionalidad, se adjudicaba a Aitor la responsabilidad por tomar dicho medicamento. Fue el fin a una carrera intensa y corta al mismo tiempo. El post ciclismo no le sentó bien a la biografía de Aitor González, con problemas varios que le hicieron ser noticia por asuntos ajenos al ciclismo.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: Sirotti