Historia

Amets Txurruka, el gladiador vasco

Amets Txurruka fue un ciclista vizcaíno que resistió en el profesionalismo durante once temporadas. Una duración media en la que tuvo tiempo de sobra para atravesar diferentes fases en su biografía. Si hubiese una forma de definir al ciclista, podríamos hablar de su mediana capacidad escaladora, de cómo pese a no constituir un corredor con capacidades realmente ganadoras lo intentaba, lo intentaba y lo intentaba, sin cejar en el empeño, sin rendirse jamás. Esa capacidad de lucha logró ser permeable al aficionado, que recibió con júbilo y entusiasmo la mera presencia de Amets en las carreras. Pocos corredores han levantado tantas pasiones a pie de cuneta como el vasco sin ser uno de los ciclistas top de su época.

El carisma era uno de sus fuertes. Y se lo ganó a pulso por su forma de competir más que por las declaraciones a medios de comunicación o charlas con los aficionados. De carácter más bien serio, aunque siempre amable, fue su ciclismo el que enganchó a la afición más entendida y exigente del planeta, la vasca. Acudir a ver una carrera en la que Txurruka formase parte era ver pintadas en la carretera, ánimos y aplausos con mayor intensidad que con cualquier otro corredor. Un auténtico espectáculo. Todo, además, se elevó a la séptima potencia cuando el Euskaltel Euskadi decidió desprenderse del ciclista de Etxebarria.

Aquella decisión fue el principio del fin, porque los fichajes de ciclistas de poca monta, extranjeros y que faltaban a la filosofía del equipo a cambio de dar de lado a auténticos ídolos de la afición como este le costó que muchas personas dieran la espalda al proyecto. Amets fichó por Caja Rural y se llevó con él el apoyo popular. De nada servía que ya no luciese la camiseta naranja del equipo de casa, las carreras en País Vasco (incluso fuera) eran una locura cuando pasaba. Y eso no puede ser casualidad. El problema fue que el equipo vasco se dio cuenta demasiado tarde y tomó una decisión nefasta para sus propios intereses.

Txurruka siguió con su modus operandi de ganar poco y pelear mucho. Algo que no importaba, aunque también vivió victorias como la Vuelta Asturias, el Tour de Languedoc Roussillon o etapas en el Tour de Noruega o en Beauce, en Canadá. Pocos triunfos, aunque el más importante y por el que siempre se le recordará, también el que comenzó a destacarle como ciclista, fue el premio a la combatividad en el Tour de Francia. Sucedió en el año 2007, el que era su triple estreno: con el equipo naranja, su primer Tour y su primera gran vuelta. Amets fichó aquel invierno procedente del Barloworld sudafricano, quienes se habían adelantado a los vascos.

Hizo una buena temporada en 2006, año de su debut, lo que le supuso regresar a casa un año más tarde. En aquel Tour no hubo prácticamente una escapada que no contase con su figura. No ganó ninguna etapa, pero a base de fugas hizo el 23 en la general final, siendo el tercero en la clasificación de los jóvenes. En una de las llegadas en alto más duras como fue Plateau de Beille, escenario del primer triunfo en el Tour de Alberto Contador, el vasco llegó a escasos segundos de gente como Valverde o Pereiro, dorsal número uno del Tour. Fue tan intenso lo que cosechó que quedó en el recuerdo de muchos para siempre.

En el Tour tuvo una muy mala experiencia. Nunca volvió a repetir esa intensidad, más bien porque era imposible hacerlo. Pero sí que continuó siendo Amets Txurruka, con todas sus connotaciones. En la edición de 2009 sufrió una durísima caída que a dos días de finalizar en París le obligaba a abandonar. Hubiese sido su primer abandono en una grande. El ciclista se empeñó en no hacerlo, y viajó a muchos minutos del pelotón durante casi toda la etapa (178 kilómetros) con el único objetivo de llegar a meta como fuese. Lo consiguió, con raza, con honor. Sin embargo, lo hizo fuera de control.

El Tour, quien ha sido benevolente con gente como Mark Cavendish y otras estrellitas, no tuvo condescendencia ni respeto por la gesta de Txurruka, quien tuvo que hacer las maletas. El reglamento está para cumplirlo, pero parece un caso bastante heroico como para recibir ese pequeño premio de terminar el Tour, que era por lo que el menudo ciclista vasco luchó durante tantas horas en solitario. Restaba la etapa del Mont Ventoux y la de París. En ninguna de ellas tenía opciones, mucho menos en ese estado de salud. Un gesto feo.

Había sido segundo en una etapa, su mejor posición en el Tour. Después vino su debut en el Giro (año 2012) y su exclusión del Euskaltel de cara a la temporada 2013. Los puntos que los corredores habían conseguido eran el criterio para continuar en la máxima categoría, por lo que los naranjas comenzaron a fichar corredores de aquí y de allá para completar la plantilla, dando esquinazo a otros ciclistas míticos y muy queridos. Fichó por Caja Rural, le fue tan bien que empezó a ganar con el cambio de equipo. Se lo merecía. Estrenó su palmarés en 2013, la lástima que sin el maillot naranja.

Sí, había logrado ganar en la Taiwan Cup en 2010. Una prueba bastante menor en la que se impuso en una de las etapas más duras, cuyo recorrido cambió debido al tifón Megi, que estaba devastando la zona. El vasco, quien no estaba muy acostumbrado precisamente a ganar, donó el premio de la victoria a los afectados por la tragedia. Demostrando la calidad humana que algunas instituciones no iban a demostrar con él en algunos momentos de su carrera.

Mientras tanto, Euskaltel vivió un auténtico calvario, con manifiestos de ex corredores del equipo, aficionados y personalidades vascas protestando públicamente por el cambio de política y por lo erróneo de haber dejado marchar a Txurruka, quien se convirtió involuntariamente en un símbolo, en un mártir de todas aquellas nefastas decisiones. Aquello derivó en el adiós definitivo del equipo a final de temporada. Txurruka ya estaba colocado en otro equipo, así que le anticiparon el trabajo. Y era igualmente querido por la afición y por todas partes. Amets 1 – Euskaltel 0.

En su último año como profesional firmó por los colores del Green Edge australiano. No llegó a cantar aquella versión del ‘Call me maybe’, pero sí estuvo presto y a tiempo para regalar un buen servicio a su nueva escuadra. Hizo buen Giro y sirvió de lanzadera para Esteban Chaves en el Agnello, un ataque que supuso la desmembración absoluta del grupo de favoritos y el podio del colombiano, que aquel día se vistió con la maglia rosa. El todavía corredor profesional tiene mucho que agradecerle a Amets por aquella ayuda puntual.

En 2017 no renovaría ni encontraría equipo, un absoluto error de marketing por parte de muchas escuadras que con sólo dejarle participar en la Itzulia o poner a la venta un maillot conmemorativo ya hubiesen rentabilizado su fichaje de sobra. Un auténtico ídolo de masas, un ejemplo dentro y fuera de la carretera, donde pese a todo lo vivido no metió ni un solo ruido. Recordado por la raza que lució como ciclista y por los valores de superación que transmitía y que conectaban directamente con el más importante en esta relación, que era el aficionado.

Escrito por Lucrecio Sánchez

Foto de portada: Deia Interiores: Wikimedia Commons (PB85) / EFE / Movistar

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