Se cumplen 20 años del 12 de marzo de 2003, día en el que la París Niza sufrió un desgraciado accidente que terminaría con la vida del ciclista kazajo Andrei Kivilev, corredor del Cofidis francés y que había ganado gran fama entre los aficionados por varias actuaciones sobre la bicicleta, pero en especial la que le llevó a ser cuarto clasificado en el Tour de Francia del año 2001. Una soberbia actuación que estuvo marcada por la fuga bidón en la que el ciclista nacido en Taldykorgan (en septiembre hubiese cumplido 50 años) obtuvo una gran ventaja que después sus rivales, en especial el español Joseba Beloki, sufrieron para recuperar.
El kazajo estuvo a punto de subirse al podio de París, si no llega a ser por la última contrarreloj en la que el corredor de la ONCE le desbancó. Andrei superaba en un minuto largo al vasco y en esa crono de Saint Amand Montrond se revertió la situación, siendo Beloki el corredor que se acercó al minuto de ventaja a su favor. Ambos a años luz de los dos primeros, Lance Armstrong y Jan Ullrich. Kivilev no llegó a vestir el maillot amarillo como Jean François Simon, que lo lució durante días, pero sí que fue el peligro real para los favoritos, que hasta llegados los Pirineos no consiguieron superarle. Aún así, se coló por delante de muchos de ellos en la clasificación final.
Dos temporadas más tarde, se disputaba la París Niza con el ciclista kazajo entre los corredores a tener en cuenta para un buen puesto en la general. Un buen ciclista, sin duda, con características que le hacían ser un hombre completo. Sin embargo, en la segunda etapa, que conducía al pelotón de La Clayette a Saint Etienne. Fue una caída como tantas otras, en el pelotón, de esas que se suelen resolver con la asistencia de su coche para atender sus heridas, el mecánico chequeando su bicicleta y de nuevo partir en busca del grupo para seguir la marcha con normalidad.

Sin embargo, Andrei no se movía. La caída le había golpeado el cráneo con el asfalto, lo que le había producido una fractura en el mismo, un edema y posteriormente, al día siguiente, la muerte. Fue una auténtica tragedia que paradójicamente iba a salvar muchas vidas. Su amigo íntimo y también kazajo, Alexandr Vinokourov, ganó aquella edición de la carrera francesa. Fue duro para él seguir en competición, porque el vínculo entre ambos era muy estrecho. Y lo hizo con un único objetivo: ganarla para dedicársela a su amigo recientemente fallecido.
En el pelotón todo eran caras largas al día siguiente. La etapa se suspendió y no hubo resultados. Ese día de la tragedia ganaría Davide Rebellin, que tampoco ha salido muy bien parado del ciclismo que digamos, falleciendo justo después de colgar la bicicleta debido a un atropello. Aquella edición se la llevaría Vinokourov con una soberbia actuación en el Mont Faron, que sería la ascensión decisiva. Los que allí se enfrentaron a él cuentan que iba poseído, fuera de sí. Su concentración era ganar ese día para ganar la París Niza y así tener algo que ofrecer a la memoria de su amigo.
No tuvo rival. Ni siquiera un inspirado Gilberto Simoni que un par de meses más tarde mostraría la mejor versión de su carrera ganando fácilmente el Giro de Italia. El italiano fue segundo porque esa carrera tenía una historia que ya estaba escrita. Mientras tanto, la UCI y los organismos competentes empezaron a estudiar soluciones para prevenir este tipo de casos. Como suele pasar en este estamento, las decisiones se tomaron después de la tragedia y no antes, por lo que desde la muerte de Andrei Kivilev, el casco se convirtió en obligatorio entre los ciclistas profesionales.

Únicamente se podían desprender de él en las llegadas en alto que superasen una determinada longitud. Pensando, sobre todo, en ascensiones estilo Mont Ventoux o Alpe d’Huez, donde el calor en el mes de julio en pleno Tour de Francia, hacía impensable llevar casco. En todo caso, con el paso del tiempo se ha ido normalizando y una vez el tiempo fue acostumbrando a los pedalistas a convivir con esa protección en la cabeza que salvaría más de una vida a posteriori (lástima que no se tomase esa decisión antes) se estableció como obligatorio llevarlo de salida a meta.
De ese modo, se evitarían muchos casos ambiguos en los que poderse quitar el casco y los que no. Y también se iba a reducir el tráfico de coches en momentos clave de carrera para la recogida de estas protecciones. Muchos accidentes posteriores han tenido un final feliz debido a esta medida, que sigue vigente aún en la actualidad y parece poco probable que varíe a estas alturas. El desgraciado caso de Kivilev, que fue una auténtica tragedia, salvó paradójicamente vidas. Además, de ese modo se conciencia al resto de practicantes de ciclismo del uso del casco a través del ejemplo, la mejor forma de promover algo.
Como curiosidad, tras los escándalos de dopaje que han ido aconteciendo durante los años posteriores a la celebración del Tour de Francia 2001 que supusieron el nombramiento de ningún ganador en esas ediciones manchadas con los nombres tachados de los primeros clasificados, la familia Kivilev se puso en marcha y envío la siguiente carta al director del Tour de Francia, Christian Prudhomme, solicitando que el título en aquella edición del Tour para Andrei. El firmando presuntamente es su hijo Leonard, quien afirma no haber podido conocer a su padre.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: Jylland Posten