Historia

Ángel Castro, el as del ciclismo asturiano

El ciclismo español tardó más en convertirse en un deporte popular que en otros puntos de Europa. De los grupos velocipedistas de finales del s.XIX, el ciclismo en la Península iría evolucionando hasta convertirse en un auténtico deporte de masas. Aunque en Euskadi, y sobre todo en Cataluña, el salto de calidad ligado al crecimiento de la industria de la bicicleta y la cercanía al territorio francés llegaría ya en los años 10 (la Volta Catalunya se estrena en 1911), es sin duda en la década de los 20 cuando el ciclismo empieza a adquirir reconocimiento y cuando surgen las más importantes carreras de la época (en 1924 nace la Vuelta al País Vasco, y en 1925 carreras como la Vuelta a Cantabria, la Vuelta a Asturias o la Vuelta a Andalucía). Es en esa década cuando aparecen los primeros grandes campeones, como Mariano Cañardo o Luciano Montero, que empezaron a escribir las primeras letras de oro de la gran historia de nuestro deporte.

En este contexto de impulso del ciclismo como deporte de competición, coincidente con los años de la dictadura de Miguel Ángel Primo de Rivera, en Asturias comienzan a gozar de gran popularidad las carreras provinciales, celebradas fundamentalmente con motivo de festividades y ferias locales. En una tierra marcada por el crecimiento industrial, la minería y con un cierto aislamiento con el resto de la península debido a sus características orográficas, empiezan a competir los predecesores del Tarangu, Pedro Muñoz, Manuel Jorge Domínguez, Jesús Suárez Cueva, “Chechu” Rubiera o Samuel Sánchez.

Los locos años 20

En los lejanos años 20 dos clubes destacaban en Asturias; el Club Ciclista de Turón, con raíz en una de las localidades más representativas de la cuenca minera del río Caudal; y el Club Ciclista Gijonés, gran dominador en las carreras provinciales y del que formaban parte la gran mayoría de los competidores de la región. Jesús Cuesta, Jesús Poveda, Manuel Diego, Julio Aduriz, José Menéndez “Pinzales”, Primitivo Fernández, Víctor Rojo o Faustino García eran algunos de sus ciclistas más destacados. Pero si un nombre brilló con luz propia en aquella época, ese fue el de Ángel Castro.

En el año 1923 Ángel Castro ya demostraba ser el ciclista más potente del pelotón asturiano, como queda patente en la crónica del diario asturiano La Prensa del día 14 de mayo, en la que se relata el éxito de una excursión ciclista, desde Gijón hasta Arriondas, en la que participan más de cien ciclistas, con posterior carrera de setenta y cinco kilómetros recorriendo en una doble vuelta el trayecto entre la capital del concejo de Parres y Ribadesella. En esa carrera, Ángel Castro es sin duda el más fuerte, rompiendo el pelotón a base de ataques desde la salida. Desgraciadamente, cuando marcha escapado camino a la victoria, con ya más de dos minutos sobre sus perseguidores, sufre un pinchazo que termina obligándole a abandonar.

Meses después, en septiembre del mismo año, tiene lugar en Gijón un gran evento ciclista; una carrera nacional de 103 Kms con ocho vueltas a un circuito Gijón-Vega-Gijón, en el que participan grandes estrellas como el cántabro Victoriano Otero, el madrileño Miguel Serrano o el donostiarra Demetrio del Val. Ángel Castro, que, según relata el cronista, “por su inexperiencia aún no puede alternar debidamente con los demás colosos del ciclismo”, logra terminar en un meritorio cuarto puesto, pese a un pinchazo y una caída, siendo el mejor asturiano de la prueba vencida por el ya mencionado Miguel Serrano. El madrileño se impone al sprint a Victoriano Otero tras tres horas y trece minutos a una media cercana a los treinta y dos kilómetros por hora.

En 1924 Ángel Castro ya está consolidado como el ciclista asturiano más fuerte, dominando la práctica totalidad de las carreras en las que se inscribe dentro del ámbito provincial. Destaca, por lo simbólico de la misma, la carrera Gijón-Oviedo-Gijón, con dos ediciones en esa temporada, ambas dominadas por Castro. La primera de ellas tuvo lugar el domingo 13 de julio en una jornada gris y lluviosa. Comparecen dieciocho ciclistas, lamentándose la ausencia de los corredores del Club Ciclista Turón debido a las huelgas mineras que tienen lugar en esas fechas. La victoria se decide al sprint entre Ángel Castro y Víctor Rojo, triunfando el primero de ellos después de una hora, cincuenta y seis minutos y cincuenta segundos, a una media de 30,7 kilómetros por hora. Su victoria le vale un premio de cincuenta y cinco pesetas, mientras que para Víctor Rojo la recompensa es un reloj de pulsera de la casa de alquiler Ciclismo Sport. El 21 de octubre se vuelve a disputar una prueba entre las dos grandes ciudades asturianas en la que vuelve a vencer Castro, esta vez en solitario con más de un minuto de ventaja sobre Primitivo Fernández y mejorando los registros del mes de julio con un tiempo de una hora y cuarenta y ocho minutos para una media superior a los treinta y tres kilómetros por hora. La gran aceptación de estas carreras la refleja el periódico El Mundo Deportivo de Barcelona: “La carrera había despertado gran interés y acudió a presenciar la salida y llegada de los corredores numeroso público, así como en Oviedo y en todos los pueblos del trayecto”. Más jugoso fue el premio obtenido por vencer la carrera provincial entre Infiesto y Soto de Dueñas, en la que Castro ganó 100 pesetas, mientras que Primitivo Fernández, de nuevo segundo clasificado, obtuvo cincuenta pesetas y una cámara de la casa Cuesta de Gijón.

En esta época Castro ya es una figura en Asturias, como testimonia el diario La Prensa del 29 de octubre, que atestigua cómo Ángel Castro es el encargado de dar la salida oficial de la carrera de neófitos organizada en Avilés por el Club Ciclista Gijonés, en la que “la concurrencia del público era tan numerosa que costaba gran trabajo contenerle, principalmente enfrente de la meta”.

Haciéndose un nombre en el pelotón nacional

El de 1925 es un año clave para el ciclismo asturiano y, de nuevo, Ángel Castro será su máximo exponente. El corredor del Club Ciclista Gijonés participa en el Campeonato de España en San Sebastián, con una fantástica actuación que le sirve para lograr una meritoria duodécima posición, a poco más de un minuto del vencedor Ricardo Montero, y por delante de estrellas del momento como Barruetabeña, Marcelino Ruiz o Miguel Serrano. Es además el primer ciclista de tercera categoría en cruzar la meta en Tolosa.

Tras el éxito conseguido en el campeonato nacional, llega la segunda edición de la prestigiosa Vuelta al País Vasco, con gran participación internacional. August Verdyck se impuso en una general dominada por los belgas. El primer español fue Ricardo Montero, que concluyó en decimocuarto lugar. Ángel Castro terminó vigesimocuarto, un enorme éxito el conseguido por él. También Víctor Rojo dejó alto el pabellón del ciclismo asturiano, como celebraba una columna de La Prensa firmada por M. Monasterio que no nos resistimos a reproducir:

“Ahí tienes, lector, dos valientes de la “bécane”. En efecto, Asturias se muestra hoy orgullosa de esos sus representantes en la II Vuelta Ciclista al País Vasco, de esos dos hombres muy hombres – como dice Excelsior – de ese par de bravos. Por las carreteras del País Vasco y por las “villegiatures” del país vecino, Castro y Rojo han tremolado triunfalmente el pabellón ciclista asturiano […] y han obtenido un resonante triunfo para Asturias, para Gijón, y para el Club Ciclista Gijonés cabalgando sus relucientes y aceradas jaquitas […]. Ahora solo esperamos que el elemento verdaderamente deportivo de Asturias sepa rendir el más brillante y merecido homenaje que corresponde a esos animosos muchachos que han sufrido más de 25 horas de agotador esfuerzo sobre el sillín de sus máquinas en titánica lucha con los “ases” por hacer elevar el prestigio que siempre el ciclismo astur tuvo”.

Germen y nacimiento de la Vuelta a Asturias

Este es el año en el que surge también el germen de la ya nonagenaria Vuelta a Asturias, con la disputa de la Pequeña Vuelta a Asturias, el día 8 de noviembre, que recorre la zona central de la región en una jornada maratoniana de 231 kilómetros, con salida en Gijón y llegada en Avilés. El vencedor es el bilbaíno Segundo Barruetabeña, que completa el recorrido en más de nueve horas a lomos de una Helvetia. Víctor Rojo y Ángel Castro completan el pódium, tras una gran carrera conjunta de ambos.

El 22 de julio de 1926 comienza la ya bautizada como I Vuelta a Asturias, un acontecimiento ciclista de primer orden a nivel nacional que servirá además para proclamar como Campeón de Asturias al primer ciclista de la provincia en la clasificación general. La vuelta se componía de tres etapas: la primera entre Gijón y Oviedo, recorriendo todo el oriente asturiano hasta Llanes, para un total de 250 Kms; la segunda saldría de la capital asturiana rumbo al occidente, con meta en Cangas de Tineo tras 187 Kms; mientras que la definitiva partía de la localidad tinetense para finalizar de nuevo en Gijón después de 237 kilómetros. Los premios repartidos no eran baladís, pues el campeón de la Vuelta se haría con 1200 pesetas, por 1000 para el segundo y 800 pesetas y una bicicleta para el tercer clasificado, repartiendo un total de 7180 pesetas en premios.

Curiosas eran también las recompensas al campeonato provincial; para el campeón, 500 pesetas, una copa del Club Gijonés de La Habana, otra copa de oro de dieciocho quilates y 100 gramos de peso, cincuenta pesetas donadas por el Real Sporting Gijonés y un par de zapatos de ciclista; para el segundo 400 pesetas, un neceser de viaje del Real Club Astur de Regatas y otro par de zapatos de ciclista. La gran estrella de la época, Ricardo Montero, venció en las tres etapas y en la general, dominando de cabo a rabo la carrera. En la primera jornada se impuso a Miquel Mució y a un joven Mariano Cañardo; el segundo día al ídolo local Ángel Castro y a Victoriano Otero; y en la última etapa volvió a quedar por delante de Ángel Castro y Miquel Mució. De esta forma consiguió Ángel Castro un memorable tercer puesto en el pódium, cimentado en sus grandes exhibiciones en los descensos de las complicadas carreteras asturianas, detrás de dos figuras rutilantes como Montero y Mució, lo que le sirvió además para proclamarse Campeón de Asturias.

Caer y volver a levantarse

No fue un buen año en lo deportivo para Ángel Castro el de 1927, pues las lesiones le impidieron participar en la II Vuelta a Asturias y revalidar su título de campeón provincial. Pero su importancia en el ciclismo asturiano queda de manifiesto al lograr organizar una carrera con su nombre, con salida y meta en Gijón, en la que participaron los mejores ciclistas de la región y que consiguió donaciones de varias empresas y particulares de la zona.

En 1928 Castro vuelve con fuerza a la competición, aunque no consigue lograr una ansiada victoria en la I Vuelta a Llanes, carrera en la que destaca siendo el corredor más combativo, pero que termina con el triunfo del cántabro Francisco Aja. Ángel Castro tiene que contentarse con un curioso segundo puesto compartido con otros siete corredores, entre los que los jueces declaran un polémico empate.

Recuperado su estado de forma, Castro reedita el título de campeón regional en una carrera disputada ya fuera de la Vuelta a Asturias. El retorno del as del ciclismo asturiano se celebra con efusividad en la prensa provincial, como se puede leer en un emocionado artículo de La Prensa del 24 de julio de 1928 firmado por M.Monasterio:

“Ángel Castro, el hombre que en Asturias disfruta de sin par popularidad, el que electriza a las masas que se asoman a la carretera para emocionarse y vibrar viéndole escalar y culminar los picos casi inaccesibles a estas pequeñas máquinas que se lazan veloces como el rayo, es el nuevo campeón ciclista asturiano. […] Sus condiciones son en verdad portentosas y esa primordialísima cualidad, vese ahora adornada con su manera fija y concienzuda de conducirse sobre la carretera; tira cuando el momento es propicio; demarres tanteadores que no prolonga inútilmente cuando advierte que el contrario sostiene la contestación; sabe retener el tren si de esperar a un compañero de equipo y de fatigas se trata, aunque sea su enemigo más peligroso en caso de que en los últimos kilómetros se vieran juntos, y se le advierte esta táctica al nuevo y formidable campeón porque su postura es fácil, no tiene nada de profunda, sube y baja pedaleando con frescura y sencillez. […] Este as asturiano levantará de nuevo a las masas cuando en la próxima Vuelta a Asturias se meta por los Mucios, los Monteros, los Cañardos, a los que posiblemente diezmará más aún si nuestros hombres se aúnan y defienden prestándose la ayuda indispensable en esta clase de manifestaciones deportivas”.

Las expectativas son altas pues para la III Vuelta a Asturias, en la que participan todos los grandes del ciclismo español. Disputada en cuatro etapas que se reparten entre Ricardo Montero y Mariano Cañardo, primero y segundo de la general respectivamente, la edición no decepciona a la entregada afición asturiana, que vuelve a vivir una gran actuación de Ángel Castro. El corredor del Club Ciclista Gijonés consigue llegar segundo en la tercera etapa, vencida por Cañardo, y terminar quinto en la general, siendo el primer asturiano y quedando por delante de estrellas como Segundo Barruetabeña, Francisco Cepeda o Federico Ezquerra, entre otros.

El gran año de 1928 no puede terminar con el gran colofón de volver a intentar brillar en el Campeonato de España de 100 Kms contrarreloj, puesto que, pese a haberse ganado la invitación como líder del ranking provincial, le resulta imposible participar en la prueba por inconvenientes de última hora. Asturias queda por tanto sin representación en la lucha por el entorchado nacional, ya que el otro corredor seleccionado, José Menéndez “Pinzales”, declina su asistencia al encontrarse en bajo estado de forma.

Fin de década e inicio de decadencia

Pero ese lustro de gloria del ciclismo asturiano, encabezado por el nacimiento de la Vuelta a Asturias y las hazañas de Ángel Castro y el Club Ciclista Gijonés, se diluye como un azucarillo en 1929. La carrera asturiana deja de disputarse y el club ciclista desaparece. Premonitoria de esta lamentable situación es la carta del propio Ángel Castro que publican los diarios asturianos el 23 de enero de ese año:

“[…] Es el caso que, cuando hace poco tiempo circuló la noticia de la fusión del Club Ciclismo Sport con el Club Ciclista Gijonés, invadió el ánimo de los innumerables aficionados locales a este bello deporte del pedal, una gran satisfacción […] y se creía que una vez todos juntos, podíamos hacer algo grande. […] Pero a medida que el tiempo transcurre, la satisfacción de entonces se va tornando en pesimismo al ver que el nuevo Club (producto de la fusión) no da señales de vida, pues a todo el mundo extraña que no se haya hablado nada aún de la celebración de carreras preparatorias para las de la próxima estación que se aproxima. […] ¿Y de la Vuelta a Asturias? Según tengo entendido, no hay el menor indicio de organización, y es una verdadera pena que se deje desaparecer este famoso torneo que todos los veranos tenía pendientes de su resultado durante unos días, no solo a todos los asturianos, si no a gran parte de deportistas de toda nuestra península. […] Por lo cual, yo creo sería hora de ir pensando en algo para que no nos suceda como casi siempre a todos los asturianos, que no nos acordamos de Santa Bárbara hasta que truena”.

Terminaron así, de golpe y porrazo y de la peor manera posible unos años grandes para el ciclismo asturiano. Un lustro que llenó de color las carreteras, pistas y cunetas de la región. Ángel Castro colaboró para intentar sacar adelante carreras provinciales, donando premios, siendo uno de los impulsores de la creación de un comité para regir las sociedades ciclistas asturianas y formando parte, en Gijón, de la Fiesta del Pedal, en la que reapareció como competidor en 1932. La Vuelta a Asturias, por su parte, cayó en el olvido hasta ser recuperada, ya muchos años después, en 1947.

Escrito por: Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)

Publicado originalmente en R&M magazine –  roadandmud.com

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