El fin de semana del 23 y 24 de octubre tuvo lugar en Sant Marti Sarroca, la largamente esperada marcha retrociclista de la Pedals de Clip. La última edición se realizó en el mes de mayo del 2019, por lo que llevamos esperando más de dos años el evento. Además, desde la edición del 2018 hay que añadir, el sábado, una divertida cronoescalada de 2km al castillo de la población, evento que, al igual que la retromarcha, reúne a aficionados sin pedigrí con antiguos profesionales invitados por la organización.
Sabemos que lo ciclistas solemos ser unos “picaos”, pero a cierta edad no tenemos, habitualmente, grandes recursos para competir, por lo que una corta cronoescalada es una buena opción para quitarnos el gusanillo de la competición.
Este año el invitado estrella era Angel Arroyo, sin sus multadas zapatillas blancas, pero con la misma morfología de piernas con las que ganó la famosa escalada del Puy de Dome en el Tour de 1983. ¡Imaginad la sensación de aquellos que hicieron mejor crono que él en la subida al castillo! Comentando la típica “globerada” de: ¡yo gané a Arroyo en una cronoescalada!.
Quisiera añadir a la de Arroyo, la presencia de Marco Serpellini y, sobre todo, Joan Bassas de Regencós, profesional coetáneo de Poblet e Iturat, de 85 años y aún convaleciente de una fractura de tibia y peroné por un atropello. Siempre acompañado con su hijo y con una fuerza y destreza que todos firmaríamos para su edad. Admirable también su Alan Mavic y su equipación Teka excelentemente conjuntada.
También a destacar la presencia de Isma de @Ferrosambrodes (Instagram) y sus bicicletas centenarias con las que completa el recorrido entero con una equipación acorde a la época.
La variedad y belleza de las máquinas (los italianos distinguen bien ese calificativo) que allí se exhibieron no tienen parangón, la mayoría de ellas cuidadas con un mimo excelente por parte de sus propietarios. Hoy en día hay grandes bicicletas, maravillas técnicas, pero el apelativo “bellas” no puede aplicarse a ellas, como sí se hace con las antiguas máquinas de acero, muchas construidas por artesanos y con series numéricas muy limitadas. Debemos añadir, además, que los componentes se elegían pieza por pieza, incluso los radios, por lo que es imposible encontrar dos bicicletas iguales (ufff he dicho bicicletas, corrijo: máquinas). Los aficionados a los bellezones de los 80 tenemos que hacer ejercicios previos de calentamiento para no tener ataques de tortícolis de tanto mirar y, por qué no decirlo, admirar y envidiar (siempre envidia sana).
Hay que destacar cuatro cualidades que hacen excepcional a este evento:
- La organización perfecta de Carles Soler, ayudado por su hija Mireia y por una pléyade de voluntarios de Vilanova i la Geltrú.
- El marco paisajístico perfecto del Penedès, sede de la denominación de origen enológica del mismo nombre, con campos de vides, pequeños caminos de sterrato (no de pedrazo) y con recorridos donde es difícil encontrarse con vehículos motorizados que nos molesten y nos pongan en peligro.
- Las interesantes conferencias del sábado en el marco incomparable del castillo (este año con Arroyo, Fran Gaitán de bicicletas Gaitán (estas bicis históricas merecen un artículo aparte), Miguel Soro, el ciclista-pintor o el pintor ciclista, según se mire y Marco Serpellini).
- El mercadillo de ropas y componentes que hace las delicias de los aficionados.
Dos jornadas de disfrute que nos hacen desear más y nos llenan de impaciencia esperando la edición del año que viene, que volverá a tener lugar, pandemia mediante, en el mes de mayo.
¡Muchas gracias Carles por hacernos disfrutar así cada año!
Texto y fotos Xavier Palacios (@CyclingSsc)