Todos los días a las nueve en punto de la noche, sin excepción, retumba en La Habana un disparo de cañón. El cañonazo, disparado desde la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña recuerda tiempos de la época colonial en los que funcionaba como aviso para los navegantes de que las puertas de la muralla cerrarían el paso para proteger la capital cubana. Una recreación histórica singular que atrae a locales y turistas cada noche.
En el fragor de la batalla del potente pelotón femenino europeo, donde neerlandesas, italianas o británicas ejercen su dominio con brazo de hierro, se ha colado una bala cubana tan constante e infalible como el famoso cañonazo del Morro. Su nombre es Arlenis Sierra y en el reciente Campeonato del Mundo de Flandes hizo historia para el ciclismo caribeño logrando una impresionante quinta posición, llegando soñar y a rozar la medalla.
La ciclista de Manzanillo sabe perfectamente el esfuerzo que supone llegar a la élite ciclista y afronta cada carrera con la ilusión y ambición de una debutante. Nadie ha regalado nada a esta corredora que ha tenido que superar barreras para poder lucir la bandera de su país en las grandes competiciones mundiales.
Adaptación y constancia son las palabras que mejor definen la carrera de la campeona cubana. Una vida deportiva en constante adaptación. Primero, alejarse del hogar familiar con solo 12 años para ingresar en las escuelas deportivas. Crecer y ser competitiva no es fácil para una ciclista en un país donde las pistas, velódromos, carreteras y materiales no son precisamente los mejores. Siempre mirando hacia adelante en busca de un sueño, luchando en cada competencia a la que viajaba la selección nacional, tanto en pista como en ruta. México, El Salvador, Venezuela, Argentina, Costa Rica… Las victorias y puestos de honor en el calendario americano, entre ellos dos campeonatos panamericanos de ruta, se fueron haciendo costumbre.
Sus buenas prestaciones no pasaban desapercibidas para los equipos profesionales, pero de nuevo el inmisericorde bloqueo hacía más difícil su futuro. El año olímpico de 2016, con la posibilidad clara de competir en Rio, se convertiría en el del despegue definitivo. El Centro Mundial de la UCI le daba la oportunidad de debutar en Europa en el Tour de Bretaña, ocasión que no iba a dejar pasar. Dos etapas, general, regularidad y mejor joven para demostrar que su sitio estaba en la élite.
Por fin se consumaba el salto de la mano del Astana de Aldo Piccolo. Empezaba una nueva etapa instalándose en Italia durante la temporada europea. El cambio no es fácil. Nuevo idioma, nueva cultura, casi un nuevo mundo desde Cuba hasta Italia con el hándicap adicional de la distancia, algo siempre duro para una persona como Arlenis tan apegada a su gente.
Desde su llegada a Astana (ahora A.R.Monex) se ha convertido en uno de los referentes del equipo. Un primer año abierto a lo grande con victoria en la Setmana Valenciana y encumbrado con un top10 en el Giro Rosa, presentándola como una de las ciclistas más fiables y regulares del pelotón mundial. Éxitos que seguirían llegando los años posteriores, estrenando su palmarés en el Women’s World Tour con una etapa del Tour de California y el Tour de Guangxi en 2018.
De nuevo un año olímpico estaba marcado en la agenda para dar un nuevo paso adelante. 2020 se presumía como la temporada en la que descollar gracias a la experiencia acumulada. Además, su compañero Leandro Marcos, también ciclista, podría irse también a Italia como técnico del equipo, un empujón motivacional definitivo. Y la temporada empezaba a lo grande en Australia con un segundo puesto en la Cadel Evans Race, donde defendía título, y victoria en la primera etapa del Herald Sun Tour. Sin embargo, la dichosa pandemia cortaría de raíz su progresión. Confinada en Cuba, había que volver a readaptarse y armarse de paciencia, cambiando la preparación y con las dificultades obvias para entrenarse debidamente. Gracias a un permiso del gobierno cubano podría volver a Italia en verano, pero la temporada ya se había resentido y los resultados en la segunda mitad del año estuvieron lejos de su nivel.
Tampoco parecía empezar bien este año, pues Arlenis y Leandro sufrían un atropello mientras entrenaban en Italia tras la Strade Bianche, que hacía temer de nuevo por su evolución. Afortunadamente, las lesiones no fueron de gravedad y el espíritu competitivo de Arlenis no decaería. Como siempre ha demostrado, con constancia, seriedad y ambición ha ido dando más pasos adelante. Su victoria en la Clásica de Navarra, remontando desde atrás y venciendo al sprint a nada menos que Ruth Winder y Annemiek van Vleuten, nos hizo levantarnos del sofá y emocionarnos.
Abierta la espita, la temporada está siendo más que ilusionante pese a perderse los Juegos de Tokyo, con un broche de oro en Flandes al alcance solo de las grandes campeonas. Sin compañeras de equipo, la manera con la que cerró los diferentes ataques en la última vuelta demuestra su personalidad y ambición. Esconderse nunca ha sido una opción, como sigue demostrando en las clásicas italianas de cierre de año. Acaba de vencer en Tre Valli Varesine por delante de Mavi García, invirtiendo las posiciones logradas en el Giro dell’Emilia hace escasos días.
Humildad, compromiso y orgullo son virtudes que no son fáciles de encontrar. Y Arlenis, consciente de cuáles son sus orígenes, las lleva como bandera para convertirse en una de las mejores deportistas de la historia reciente de un país donde el deporte es mucho más que un simple juego. Queda mucha carrera por delante, muchas alegrías que darnos a todos los que la admiramos. Puesta ya la pica en Flandes, queda el salto al WorldTour, que llegará pronto. Arlenis Sierra Cañadilla volverá a retumbar en nuestros oídos como el cañonazo que resuena cada anochecer habanero.
Escrito por Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)
Foto: Sirotti