Historia

Armstrong el irreverente (Tour 2004)

Después de igualar a los grandes del Tour de Francia con su quinto triunfo, Lance Armstrong se marcó para 2004, el objetivo de batir a todos sus rivales, y quedarse en solitario como el ciclista con más victorias en la ronda gala.

Hasta la fecha, afrontar ese reto, parecía algo imposible, una maldición, ir contra la historia. Miguel Indurain era el último hombre que lo podía corroborar. Su sonado fracaso se hacía palpar en la caravana de la Grande Boucle, máxime teniendo en cuenta que la preparación de camino a la gran cita, en vez de despejar dudas lo que hizo fue aumentar la incertidumbre respecto a su estado de forma.

En la Dauphiné Liberé, sufrió un verdadero mazazo moral a manos de Iban Mayo. En la cronoescalada al Mont Ventoux, Armstrong se llevó una de las mayores decepciones de su vida deportiva, al terminar con cerca de 2 minutos perdidos respecto al vasco de Igorre, cuando todo el mundo esperaba su victoria.

Además, otro de sus rivales de cara al Tour de Francia, el antiguo compañero Tyler Hamilton, también mostraba mejores sensaciones en carrera. Mientras eso sucedía al sudeste de Francia, en Suiza su gran oponente, el alemán Jan Ullrich, preparaba la cita en la vuelta al país centro europeo, con un ajustadísimo triunfo final ante el local Fabian Jekker. El teutón había pasado algunos apuros en montaña, pero manifestaba un estado de forma superior al de otras ediciones previas a la Grande Boucle. Así que, todo era optimismo en su entorno. En el año de su gran reto, a Armstrong, le crecían los enanos.

Ya en el inicio del Tour de Francia, las dudas respecto a su rendimiento estaban en boca de todos. Una corriente mayomaníaca asolaba con fuerza y optimismo. Era un enemigo duro de roer para el tejano, y sus ataques en montaña, por lo demostrado, hacían mucho daño en las piernas de Armstrong. Pero la opción Mayo, se comenzaría a desvanecer demasiado pronto, y el de US Postal comenzaría a respirar con más tranquilidad desde la etapa con final en Wasquehal.

Procedente de tierras belgas, el Tour de Francia, entró en un terreno con zonas de pavé pertenecientes a la Paris-Roubaix. Terreno para rodadores y hombres que no se dejan amilanar. En el primer tramo de adoquinado, el equipo de Armstrong entró a bloque tirando del pelotón con fuerza y dispuestos a no dejarse sorprender. Ekimov y George Hincapie son corredores curtidos en mil batallas, que conocen a la perfección las rocosas del norte de Francia y que se mueven como pez en el agua en esas situaciones. US Postal tensó el pelotón, y éste se empezó a resquebrajar.

Algunos ciclistas no podían con el bamboleo de la bicicleta y cedieron terreno. Otros con peor fortuna, se fueron al suelo. Entre esos que se fueron al suelo precisamente, estaba uno de los principales adversarios del quíntuple vencedor – por entonces – de la Grande Boucle, Iban Mayo. Las voces de alarma corrieron en el Euskaltel-Euskadi, y en la carrera. Todo su equipo se reagrupó en torno a él, pero la pérdida en meta se situaba por encima de los 3 minutos y Mayo quedaba fuera de juego.

Con un rival menos, las siguientes jornadas fueron de una calma tensa, a la espera del siempre temido primer contacto con la montaña. Éste llegaría con llegaría con la llegada a La Mongie – el Tourmalet, pero sin llegar hasta la cima -. Y con la llegada de las cumbres, la terminaría volvería a quedar sentenciada.

En una jornada de condiciones climatológicas adversas, pero no excesivamente dura en cuanto a recorrido, Lance Armstrong volvió a sacar su clase de campeón a relucir y maltrató a todos sus rivales. En el col d´Aspin, la lluvia fue incesante, y se hizo la primera selección, pero ningún favorito movió ficha. Todos esperaban a la ascensión final.

Y en esa ascensión final, el cielo encapotado, se desencapotó, dando paso a un sol brillante que permitió ver con claridad las primeras muestras de debilidad de Jan Ullrich y Roberto Heras, entre otros. Adelante el grupo comandado por los uspostal seguía maltratando a los pocos corredores que acompañaban a su líder. Carlos Sastre – CSC – probó fortuna, más en busca de la etapa que para obtener segundos en la general, pero su intento resultó infructuoso.

Su gran amigo, Mancebo, fue quien, poco después, realizó el primer demarraje serio. Armstrong saltó a su rueda como un poseso, y se marchó en compañía del italiano Basso camino de la meta. Por detrás quedaban Kloden, Menchov o el propio Mancebo, valiente y ofensivo. La coordinación entre el teórico líder de carrera– puesto que el maillot jaune lo llevaba el francés Thomas Voeckler tras haberlo conseguido en una escapada bidón – y el de CSC fue dando sus frutos y en la línea de meta, Basso entraba vencedor de la etapa en la que Armstrong volvía a dar la estocada a la carrera.

En la jornada siguiente, la etapa reina con final en el exigente Plateau de Bielle, se repitió la historia con los dos hombres más fuertes en montaña, marcando su territorio, aunque esta vez con un desenlace diferente, entrando primero el estadounidense.

El resto, fue un paseo triunfal para Armstrong. En los devaluados Alpes, no tuvo rival. Se adjudicó las tres etapas – Villard de Lans, Alpe D’Huez y Le Grand Bornand -, y remató su sexto triunfo para entrar en solitario en el olimpo de los campeones con la victoria en contrarreloj final, que sirvió para definir las posiciones de sus acompañantes en el podio – Kloden segundo y Basso tercero -.

Escrito por Federico Iglesia
Foto: ThiloK, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons

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