Historia

Astérix Contador: alerta Finestre

Corría el año 2015. El ciclismo estaba dominado por el extraterrestre Froome en comandancia de un Sky que rompía todos los parámetros de control del pelotón en las citas importantes. La criptonita para ellos fue un madrileño que era capaz de desarbolar el más despiadado sistema defensivo. Un Astérix que venía de ser en primera persona el dueño y señor del ciclismo profesional con un estilo bailarín sobre la bicicleta y más atacante aún. El ciclista que con su sola presencia hacía temblar a los rivales y acudir a sus fieles, más creyentes en él, un amuleto distante, que en muchas de sus más cercanas posibilidades de profesar admiración. 

El conquistador de grandes vueltas tomó la salida en San Remo en previsión de hacer también el Tour en el mes de julio, por lo que el esfuerzo debía ser comedido y lo menor que le fuese posible. En frente no tenía teóricamente grandes rivales, siendo el favorito número uno a revalidar una maglia rosa que ya había conquistado en dos ocasiones. Una de ellas, por cierto, arrebatada por la sanción de dos años que otorgó ese título al desaparecido Michele Scarponi. Espoleado por este hecho, Alberto sólo esperó a que llegase el primer final en alto en el mítico Abetone. Su escasa dureza sólo le sirvió para demostrar que estaba en buena condición. También para observar cómo alguno de sus más directos rivales flaqueaban. 

Lo que no podía imaginar el español era que la oposición vendría por otros lugares. La larguísima crono de casi 60 kilómetros le permitió tomar distancia sobre el temido equipo Astana, que fue cobrando la forma y en la última semana poseía un nivel que le puso, de hecho, contra las cuerdas. El primer duelo directo tuvo lugar en otra mítica cima, Madonna di Campiglio. Ahí resolvió el líder dejando que Landa se luciera sobre su compañero y jefe de filas, Fabio Aru. Ese recurso fue el que le permitió al pinteño conservar las opciones en los malos momentos. 

La etapa del Mortirolo, con el consabido encadenado con Aprica, iba a ser clave. Nada menos que una caída en la previa al primero de los colosos hizo que Contador entrase cortado al puerto con respecto a los Astana, que no perdonaron la vida al rosa. El español fue poco a poco remontando hasta dar alcance a sus rivales, con un Fabio Aru sufriente y Landa atado por su líder. En caso de haber partido en solitario otro gallo hubiese cantado. El caso es que la maglia rosa no perdonó y se fue para delante, con la sola compañía del vasco. El descenso reagrupó y finalmente el italiano se impuso en aquella meta. 

Sólo un par de días más tarde se dio la situación contraria, con los Astana cortados por una avería y Contador, enfurecido por la descortesía del Mortirolo, no se lo pensó. Un minuto en meta que supo a gloria. Llegaría Cervinia y su largo ascenso, en el que Aru aprovechó el marcaje a Landa y Contador jugó con los nervios de un Mikel que perdió ahí su ocasión de alzarse como cabeza de cartel de su equipo, siendo además el más fuerte de la carrera. 

Lo que pasó al día siguiente en Finestre es historia de la carrera. De nuevo Landa lanzó un ataque durísimo y seco llegada la tierra que nadie pudo contestar. El líder cedía y pasaba por la cima con dos minutos de retraso, con las alarmas encendidas, pero con la tranquilidad de saberse ganador, ya que la distancia que tenía que ser recortada, de mantener la calma y la cabeza y piernas frescas, no era factible. Fue de esa forma que el pinteño logró llegar a meta con retraso, sí, pero con la calma suficiente como para proclamarse campeón del Giro de Italia por tercera vez (segunda con descuentos). Una edición épica donde los ciclistas lucharon a cuchillo por vencer, algo que añade valor a aquella gesta. 

Texto: Lucrecio Sánchez  (@Lucre_Sanchez)
Foto: Sirotti

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