Las frases, por muy repetidas que éstas sean, no tienen el deber de convertirse en realidad. El aficionado medio conoce, como su nombre indica, medias verdades que han tornado en absolutas con el paso de las generaciones. Más en un tiempo donde se vive del click rápido o del aplauso primero y fácil, que es la imagen que perdurará, sin importar lo fuerte que los hechos contradigan su composición. Ese aficionado medio transforma las fanfarronadas de Bahamontes en incuestionables, sin reparar más que en sus leves conocimientos de la materia, en un contacto lejos de ser estrecho con el ciclismo y el sentido común.
La primera gesta que viene a la cabeza al hablar del primer ganador español del Tour es la anécdota del helado. Historietas de inmediatez televisiva que se exageraron hasta nuestros días. Aún hoy hay aficionados que piensan que el escalador paraba en lo alto de los puertos a tomarse un helado y dar así ventaja a sus rivales, de lo sobradas que sentía sus energías. El mito, la leyenda, la historia repetida hasta la saciedad. Llevado al máximo exponente, muchos le consideran el mejor escalador de la historia. ¿El motivo? Qué más da.
Los argumentos que vienen primero rondan el peso de las bicicletas, la escasa calidad de los materiales de entonces y la abundancia de los tiempos corrientes, siempre mejores y más fáciles. Los caminos, que no carreteras, eran mucho más dificultosos para recorrerlos a pedaladas, así como las ayudas por parte del equipo, que abocaban a los corredores a una lucha titánica más próxima a la individualidad frente a gigantes montañosos, la propia dificultad del terreno y elementos coincidiendo en hacer más duro el avanzar del ciclista.
Cuando el ‘Águila de Toledo’ fue recibido en su ciudad natal para ofrecer el título en la carrera francesa, no cabía un alfiler en las plazas. Todos querían ver al hombre milagroso, el que condensó todos los bienes de los antecesores y los mejoró hasta ser capaz de imponer su ley ante toda suerte de enemigos extranjeros. Recordemos que en aquellos tiempos la exaltación de lo nacional era más común que hoy, donde se reniega desde el extremo opuesto del sentido común. ¿Se habrían planteado los asistentes a aquel acto de recepción al campeón español que Charly Gaul era un ciclista que estaba construyendo una leyenda que la de Bahamontes aún mayor en el viejo continente? El premio de la montaña, una cuestión menor en un Tour si lo comparamos con lucir el maillot amarillo en París,
La parcialidad, la necesidad de elevar a los altares hizo virar la mirada hacia esa camiseta a lunares del que Federico era el rey. Al menos durante muchos años. Los anheladores del aplauso fácil hicieron el resto. Por esa regla de tres, ahora Virenque sería el mejor escalador de la historia. Pero es impopular decirlo. Se creó la leyenda, el mito y la historia fácil y rápida de televisión: Bahamontes era el mejor escalador de todos los tiempos y punto. Sin reparar en el hecho de que esa grandilocuencia fagocitaba la imagen de tantos valientes y épicos participantes españoles en el Tour cuya fama quedaba en eclipse constante ante las críticas y desprecios del propio campeón de 1959. Los propios desprecios que expresaba hacia sí proclamando que de haber nacido francés hubiese ganado cinco o seis Tours. Quede claro que lo que la historia guarda es un lugar de honor a este magnífico escalador. Y muy merecido.
Después llegó la época de Ocaña, con un carácter especial, o Delgado, al que siempre se puede cuestionar desde esos puntos de vista por no haberse enfrentado a los grandes campeones por los títulos que logró, o Indurain, que no era escalador pese a descuartizar en las subidas a los afamados y clasificados como tal. Con pasmosa facilidad, además. Ni Contador, con dos victorias en París -o tres, según criterios-, en todo caso un número superior al de nuestro protagonista, ni Sastre, por supuesto, ganador menor del Tour para algunos. El mejor y único es y será el primero: Bahamontes, el que me dijeron que ganaba muchas veces la montaña y por ello es el mejor escalador. O porque sí, no lo tengo claro.
¿Quién fue Charly Gaul? ¿Cuántas grandes vueltas ganó Bahamontes? ¿Qué hubiese sido del toledano de haber corrido en una época sin casi contrarreloj y donde los escaladores parten con mayor chance a priori? Mejor dejar de juzgar los tiempos y valorar las gestas de cada cual por separado. Fede ha sido un símbolo, de eso no hay duda, gracias, además de a sus dotes deportivas, personales. Un personaje que ha sabido venderse de forma inteligente y que caló en el momento exacto en el lugar adecuado. La gestión de ese éxito ya puede ser bastante más cuestionable, eso sí.
Escrito por: Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto: Irene Gomce