Historia

Bernard Hinault: episodios de su carácter (Parte I)

El pasado 9 de noviembre se cumplieron ya 35 años desde que el genial campeón bretón Bernard Hinault se despidiese de su vida deportiva en activo. En homenaje a tamaño campeón, cuya grandeza se acrecienta conforme la afición vamos conociendo las generaciones de ciclistas que le han sucedido, en High-Cycling vamos a publicar una serie de artículos recordando algunos episodios de su carácter. Este serial no va a ser ningún repaso a su extraordinaria trayectoria. Se va a limitar a relatar episodios que nos den idea de su personalidad. Daremos preponderancia a los sucesos que consideramos más desconocidos, y pasaremos más de puntillas respecto a los más conocidos. Porque el objetivo es ese: complementar la información y no centrarnos en lo que consideramos ya suficientemente conocido.

El hecho de que esos sucesos queden aquí reflejados, no significa en absoluto que quien escribe los aplauda, ni esté en sintonía con todos ellos, ni que le resulten siquiera ejemplares. Simplemente se trata de recordar la figura de Hinault en todas sus dimensiones. Tanto en lo bueno como en lo malo. Con el único objeto de conocerla mejor y sin ponernos jamás vendas en los ojos.

Para las y los aficionados más jóvenes, Bernard Hinault quizás fuera aquel señor que, en los pódiums de las carreras organizadas por la ASO, ejercía de maestro de ceremonias. Un señor que en su día ganó cinco Tours, tres Giros y dos Vueltas. Y en reconocimiento a tales méritos, ejercía de imagen viva del Tour de Francia. Así, Hinault recibía al vencedor de etapa y líder de la carrera, y los conducía tras la entrega de trofeos hacia las autoridades comarcales y locales. Esas personas que habían decidido invertir el dinero en que Le Tour arribase a su ciudad. ¡Qué menos que contar con sus segundos de gloria! Y ahí estaba Monsieur Hinault, conduciendo al vencedor y al líder hacia esas personas para que les estrecharan la mano. Diríase que Hinault hubiese nacido para eso. Para hacer de “quedabien” con todos. Pero no siempre fue así.

Incluso ya en esta época de jefe de protocolos de podium, demostró que la cabra siempre tira hacia el monte. Así, en alguna ocasión ya expulsó de malas formas de ese podium en el que hacía y deshacía, a algún inconsciente espontáneo que se subió a él, seguramente ignorando a quién se iba a tener que enfrentar allá arriba: pura falta de cultura ciclista….

Porque Bernard Hinault, aparte de sus extraordinarios triunfos deportivos, fue un ciclista que durante su carrera deportiva demostró una y otra vez un marcado carácter y personalidad. De ello escribiremos estos días.

Ya al pequeño Bernard le tocó ayudar a sus padres agricultores durante las épocas de cosecha. No era buen estudiante. Estaba considerado como hiperactivo, y su madre llegó a decir de él que era un pequeño gamberro. Hinault llegó al ciclismo de la mano de su primo René. De pequeño, debía compartir la única bicicleta familiar, porque hasta los quince años no tuvo su propia montura. El padre de Bernard, Joseph, no estaba de acuerdo en que su hijo eligiese el ciclismo como carrera de futuro. Joseph accedió a ello sólo después de que su hijo se escapara de casa durante tres días para quedarse con sus primos, durmiendo sobre paja en el granero.

En su primera temporada como ciclista federado, la de 1971, venció en las primeras cinco carreras en las que compitió. Al final de aquel año, de veinte competencias corridas, se había impuesto en doce. En 1972, ya empezó a desafiar a las propias organizaciones de las carreras. Escapado en una de ellas junto a su primo René, en lugar de disputársela, entró junto a él, para desesperación de los organizadores. Para la campaña 1975, Bernard Hinault iba a debutar con los profesionales.

Continuará…

Escrito por: Raúl Ansó Arrobarren (@ranbarren)
Foto: Sirotti

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