Las pocas dudas que pudiesen quedar sobre su coraje, su personalidad y su carácter, tras lo demostrado por Hinault en aquella primavera de 1977, y que ya vimos en el primer y segundo capítulos de este serial, iban a quedar difuminadas sólo un mes y medio más tarde, durante el Dauphiné Liberé. Fue el 8 de junio, en uno de los episodios más memorables de la historia de nuestro deporte. Recomendable ver el vídeo a quienes a día de hoy todavía no lo hayan visto.
En el descenso de un puerto, la carretera descarnada, en una curva hacia la izquierda, el Caimán, vestido de amarillo, no puede controlar su bicicleta y se va por un barranco. La cámara de televisión lo pierde de vista. Instantes de tensión. No se sabe nada de él. La cámara sólo puede ofrecernos imágenes de un terraplén con arbolado. Pero en unos segundos, ayudado por sus mecánicos, y con una agilidad sorprendente, Hinault retorna a la carretera y se dirige a por una nueva bicicleta, puesto que la otra yace en el barranco. Hinault rueda nuevamente. Aunque parezca increíble, Hinault está de nuevo sobre una bicicleta, sólo 40 segundos más tarde de esa caída. No sólo eso, porque Bernard Hinault estaba a punto de demostrarnos que también es humano. Durante la ascensión, unos kilómetros más tarde, al Col de la Bastille, presa de temblores, echa pie a tierra y dice: “J’abandonne”. A pesar de ello, los mecánicos del coche que le acompaña no son capaces más que de seguir a sus propios instintos; saltan a por el ciclista, le empujan, le incitan a seguir adelante. Primero camina a pie con su bicicleta, obligado por sus auxiliares. Más tarde le montan sobre ella. Maniobra que reglamento en mano es una clara irregularidad, cobra en ese contexto un carácter épico. En un estado de semiinconsciencia, guiado sólo por su carácter ultra competitivo, Hinault se presenta en la cima por delante de Van Impe y Thévenet. El bretón gana el Dauphiné con una ventaja de 9 segundos sobre el líder de Peugeot, Bernard Thévenet.
Sin embargo, Hinault no sería de la partida en la Dauphiné del año siguiente, en 1978. El bretón acababa de ganar unas semanas antes la Vuelta a España. Y para preparar su primera aparición en el Tour de Francia, elige la Vuelta a Suiza en lugar de Dauphiné. Por aquel entonces, la organización de esa carrera de junio no era la misma que la del Tour de Francia como es en la actualidad. La represalia de los organizadores es clara: si no acude Hinault a la salida, no admitirán tampoco a su equipo Renault-Gitane. La prueba atribuye puntos para el campeonato de Francia y se genera una gran polémica. El pulso se puede decir que lo volvió a ganar Hinault, ya que la Federación Francesa de Ciclismo decidió que esa prueba no fuese puntuable para el campeonato galo.
Bernard Hinault había demostrado arrestos suficientes para enfrentarse a una gran carrera como la Dauphiné. ¿Sería capaz de enfrentarse al mismísimo Tour de Francia? Un mes más tarde, el 11 de julio, íbamos a comprobar que también.
El día anterior, 10 de julio, la etapa del Tour finaliza en Pla d’Adet. Los corredores se meten en sus camas sobre las once de la noche. Pero al día siguiente hay traslado. La etapa parte de Tarbes. Los despertadores suenan a las cuatro y media de la madrugada para poder llegar a la salida a tiempo. El malestar es generalizado y los ciclistas toman la salida pero ruedan a una media de 20 kilómetros por hora. Es Bernard Hinault, sin haber cumplido todavía los 24 años, quien, luciendo su maillot de campeón francés, ejerce de líder de aquel motín.
El estupor se acentúa cuando los héroes de la ruta, conforme se acercan a la meta de Valence d’Agen, en lugar de acelerar su marcha deciden desmontar de sus bicicletas y entrar en meta a pié. En las históricas fotos del momento se puede apreciar al líder de la prueba Bruyere pasando totalmente desapercibido, así como Jan Raas… No hay duda de que quien lidera la revuelta es Bernard Hinault, acompañado a su izquierda por Freddy Maertens. El bretón no se esconde ni siquiera una vez concluida la etapa. Acepta reunirse con las autoridades del ayuntamiento de Valence d’Agen y organizar, en compensación a lo sucedido, un critérium en esa ciudad. Pese a su juventud, Hinault no se arredra por nada. La leyenda de Le Blaireau se acrecienta…
Continuará…
Escrito por: Raúl Ansó Arrobarren (@ranbarren)
Foto: Sirotti