¿Qué institución faltaba de ser objeto de las iras de Bernard Hinault? Pues por ejemplo la Federación Francesa de Ciclismo. A ésta le llegaría su turno en agosto de 1982, en vísperas del Mundial de Goodwood en Inglaterra. En el critérium post Tour de Callac ocupan las tres primeras posiciones Hinault, Bernaudeau y Vallet. La Federación, precisamente por ocupar esas tres primeras plazas, les quiere someter a unos controles antidopaje a los que los ciclistas se niegan. Cómo no, las posturas más enconadas y virulentas las protagoniza el de Yffiniac. La Federación decide sancionar a estos tres ciclistas por negarse a pasar los controles, y los ciclistas amenazan, en represalia, con no acudir a defender el maillot tricolor en el inminente Mundial de Goodwood. La víspera de la salida de la expedición francesa hacia la gran isla británica tiene que ser el mismísimo Jacques Anquetil el que acuda al propio domicilio de Hinault. Anquetil actúa de intermediario de la propia Federación, que se puede decir que ha terminado “pasando por el aro” y ha tenido que suplicar al bretón que acuda a Inglaterra. Hinault finalmente acepta disputar el mundial inglés.
¿Quién faltaba ahora por sufrir el carácter del Tejón? ¿Tal vez su propio equipo? Doce meses más tarde, agosto de 1983…
“Cuando yo he pedido a la gerencia de Renault de elegir entre Guimard o yo, yo ya sabía que elegirían a él. En realidad, hace ya mucho tiempo que Guimard y yo nos separamos”. Así, el anuncio oficial de Renault de que Guimard e Hinault bifurcaban sus caminos, realmente no sorprendió a nadie. Desde hacía tiempo Hinault no soportaba el autoritarismo de su director deportivo y reclamaba su derecho a la palabra. A pesar de que “Le blaireau” en aquel momento calló y no dijo nada, el momento definitivo de la ruptura fue una vez, en un restaurante, delante de cientos de personas. Hinault bebió una copa de vino y este acto tan simple fue reprochado públicamente e in situ por Guimard. A pesar de su silencio momentáneo, Hinault ya sabía que no había vuelta a atrás.
Previamente a ese episodio, el invierno anterior, durante unas vacaciones en Senegal organizadas por la gerencia del equipo Renault, Hinault estuvo a punto de romper con todo. Fue su esposa Martine quien supo y pudo reconciliar, temporalmente, la situación. En esta separación Hinault-Guimard, los periodistas también recibieron su puyita: “Cuando un corredor de Renault gana, los periodistas tenéis demasiada tendencia a creer que es Guimard quien gana. Pero son los ciclistas quienes pedalean”.
Hinault fichó posteriormente por La Vie Claire. Ganó el Tour de 1985. Quiso ganar el de 1986; su carácter ultracompetitivo le llevó a intentar romper el pacto con Tapie y LeMond. ¿O quién sabe si fue el propio Tapie el que creó expectativas en ambos corredores de que eran los líderes absolutos de La Vie Claire, y por tanto ambos ciclistas obraron en todo momento como tales? Pero este es un episodio ya bastante conocido y por tanto no nos centraremos más en él.
Con ese maillot de La Vie Claire, uno de los episodios más recordados ocurrió durante la París-Niza de 1984. Durante la quinta etapa con llegada a La Seyne-sur-Mer, Hinault descendía en un grupo de cabeza con varios otros favoritos. Cuando llegaron al valle, la carretera fue bloqueada por manifestantes, descontentos con el cierre anunciado de un astillero en La Ciotat. Mientras los otros corredores se detuvieron, él se enfrentó al grupo del frente que había cortado la carretera. Desmontó de su montura y golpeó al manifestante más cercano a él. En la pelea a puñetazos que siguió, Hinault sufrió una fractura de costilla.
Llegó el 9 de noviembre de 1986 y con él el ciclo cross de Quessoy. Se organizó una carrera popular en la que participaron más de 3.000 ciclistas. El famosísimo speaker Daniel Mangeas grita: “Atenttion il arrive. Ça y est! Il a fini, il raccroche! Bernard Hinault raccroche!”. Veinte mil personas acuden al evento. Personas anónimas y también reconocidas personalidades, reunidas para despedir la carrera deportiva del campeón de Yffiniac. Entre los olores a moscatel y salchichas que acompañan la fiesta que en su honor se ha organizado, entre la música de la fanfarre y las majorettes, Monsieur Hinault, a los pocos minutos de haberse bajado de su bicicleta, ya ejerce de maestro de ceremonias cortando el pastel y sirviendo el aperitivo.
Escrito por: Raúl Ansó Arrobarren (@ranbarren)
Foto: Sirotti
Enlace a la parte I
Enlace a la parte II
Enlace a la parte III
Enlace parte IV