Ciclistas Profesional

Carlos Rodríguez, el futuro del ciclismo en España

Formando parte de una generación ya nacida en pleno siglo XXI, y siendo junto a Juan Ayuso su mejor exponente, Carlos Rodríguez tiene todas las papeletas para que la inquisidora presión a las jóvenes figuras de un ciclismo ávido de talentos de corta edad le asigne un rol que quizá no tenga por qué asumir: la reconquista de tantos y tantos territorios para el ciclismo español. En un momento donde el optimismo ha dejado de latir, el recuerdo de su segundo puesto en el Tour de l’Avenir (el antiguo Porvenir), conseguido además en una lucha cerrada por la primera plaza que tuvo varias horas de duración, aunque finalmente fue el noruego Tobias Halland Johannessen quien se llevó el gato al agua. 

Esa emoción, aunque se tratase de un evento de un escalón inferior a los grandes eventos ciclistas, recordó a los aficionados españoles esas épocas doradas donde la emoción por la victoria de sus ciclistas estaba presente. Un aficionado que ha visto cómo los récords y listones negativos se elevan hasta alturas jamás recordadas. Ésos que corredores de la calidad de Carlos pueden revertir, pero es una losa que ha terminado con tantas ilusiones ciclistas que tal vez sea mejor ni pensar en ello. 

Lo más esperanzador de su tiro al poste en la carrera de las futuras estrellas fue la forma en la que afrontó su destino. Su opción era plantear una batalla al todo o nada, ganar o perder. Sin miedo, sin pinganillos, sin nada que perder, con el cielo por levantar como trofeo. Esta generación no ha venido a hacer prisioneros. Ni siquiera a pedir permiso. El noruego sufrió hasta la última pedalada para mantener el amarillo. Sólo un puñado de segundos se lo permitió. Durante algunos segundos todos sentían el vuelco. 

Con eso, Rodríguez ya ha ganado mucho. La aprobación y el aplauso generalizado en la derrota no es algo sencillo. Es más, suele ser al contrario, donde los lamentos de una tendencia a la baja arrastren entre vientos negativos hacia opiniones victimistas. No fue así por la forma en la que se produjo la rendición. Más bien porque ésta no tuvo lugar. Los vasos medio llenos o medio vacíos. Aunque la alegría en Carlos no fue tal. Venció una etapa épica, sí. Pero no completó los objetivos que su ambición dictaron. 

El granadino forma parte del Ineos-Grenadiers, uno de los equipos punteros del pelotón profesional. A todo su arsenal de victorias y talentos, debe añadir una forma de trabajar muy eficiente. Por lo tanto, el mero fichaje del joven talento español ya dice mucho en sí. Convivir con grandes nombres le está sirviendo a partes iguales como aprendizaje como de escondite, así como para entrar en el mapa y radar del resto de escuadras, que aguardarán como lobos una posible marcha si encuentra su camino tapado por tanta figura. Cualquier avance puede hacer que los elogios se tornen en presión. Nadie dijo que fuese a ser fácil. No lo va a ser para Carlos. Pero nunca lo fue para nadie. 

De momento, tras ser campeón nacional junior en contrarreloj, un logro distante, fue el tercer mejor especialista clasificado en la categoría élite celebrada en 2021, un logro cercano. Ello da idea de las prestaciones de un ciclista a mimar y a tener en cuenta, ya que no sólo sus gestas en montaña serán recordadas, sino su regularidad en todos los terrenos en los que se suelen decidir las carreras por etapas. El Mundial de Flandes lo disputó como el más joven integrante de la selección española y realizó un digno papel. Hay ciclista. Hay hechuras de estrella. Pero empecemos por subir la escalera peldaño a peldaño a fuerza de evitar que el pie pierda asiento, la única opción de que las campanas no se lancen al vuelo, a riesgo de que caigan y hagan daño a las aspiraciones de un ciclista más necesario que nunca. 

Escrito por Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto:  Sirotti

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