Hay dos años y medio de diferencia, cabe recordarlo. Maduración y experiencia más que clave en estos días de productos rápidos y consumo inmediato. También el rol dentro del equipo, con subida de rango. Una perla este Carlos Rodríguez, que recuerda a tantos y tantos jóvenes talentos que han sido después leyenda sobre una carrera larga y repleta de éxitos que en primera instancia, antes de crecer hasta convertirse en los gigantes que después fueron, no tenían reprís suficiente para escalar a la altura consagrados de su momento vital. El prometedor inicio de 2022 que firma merece ser guardado en vitrina para analizar a posteriori a través de la ventaja que permite la atalaya del tiempo.
Esa imagen con Carlos siguiendo la estela distante de Tadej en un momento en el que ciclistas mucho más hechos que él eran incapaces de dar respuesta siquiera puede ser más premonitoria de lo que parece. Con la infinita y necesaria distancia comparativa que merece la diferencia entre ambos, imposible no recordar aquel Contador naciente del año 2005. Verlo pelear ante ciclistas más expertos y en su día estrellas consagradas como Alexandr Vinokourov y la evolución que después derivó en uno de los mejores ciclistas de los últimos veinte años ofrece ese paralelismo con un corredor, el granadino, que aún no tiene nivel para acercarse a una aceleración progresiva como la que llevó a Pogacar a lo más alto del podio de la Strade Bianche. Sin embargo, su pistón sí le permite aguantarle el pulso con dignidad, con superioridad sobre el grupo de favoritos. Solo la longitud del esfuerzo, la aún falta de consistencia mental de soportar cómo el esloveno veía dos horizontes por delante del de Ineos y el trabajo de Asgreen y otros líderes consiguieron abortar su valiente intento.
Laigueglia ya le vio superar en meta y tiempo a su teórico líder, el aussie Richie Porte. Y firmar una quinta plaza ciertamente minimizada por el triplete de UAE, con Juan Ayuso y las palabras elogiosas a su gran futuro dando sombra a la interesante performance de Rodríguez. La tierra, ese titán que hace la ruta más dura de lo que de por sí ya es, no parece escollo para él. Tampoco para su agigantado rival, que aprovechó el tramo más largo de carretera blanca para demostrar al resto de equipos que si él quiere, nada tendrán que hacer ante el poderío de su pedalada. Mensaje en una botella para quien se la quiera encontrar.
Por tanto, esa foto que puede evocar esa ausencia de miedo. Esa lucha insaciable por superar los límites de la realidad, desconocida hasta que acontece. Actitud similar a aquella intentona por desbordar al líder en la última etapa del Tour de l’Avenir que más allá de la escasa diferencia que le separó de la cima, del objetivo, fue claro aviso de su valentía y descaro, del reto a los límites prestablecidos y la rebeldía ante la aceptación del segundo puesto como opción previa al final de una carrera. Raza de campeón que no puede descartar al español como alguien capaz de plantar cara al poderoso UAE a lomos de su también poderosísimo Ineos-Grenadiers. El equipo, por tanto, no debería ser ni una excusa ni un escollo, en tanto en cuanto su líder espiritual, Egan Bernal, parece que estará en el dique seco durante una larga temporada.
Hecho que debería abrirle no sólo la puerta al Tour, sino a poseer un papel menos secundario que el original, subordinado más al equipo que a su propia evolución. Un debut previsto y esperado, cada vez más. La cautela no debe confundirse con guardar las joyas en un cajón para no usarlas jamás. ¿Es impensable un lugar entre los diez primeros? Visto su nivel, parece un objetivo relativamente asequible si la carrera se le pone mínimamente de cara. O no en contra. Seguro que el miedo a ganar no forma parte de su vocabulario, da igual que sean 21 o 30 los años que dicten su pasaporte. El miedo no se corrige, se esconde parcialmente. Nada más. La valentía no se puede esconder. Y parece que Carlos está de acuerdo con ni siquiera intentar esconder la suya.
Escrito por Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto: RCS Sport