Historia

Charly Mottet, el pequeño gran ciclista de Valence

‘Petit Charly’, como Mottet era conocido en el pelotón, fue uno de esos ciclistas de inspiración que ilustró y acostumbró a una generación a saber qué clase de ciclismo le gustaba: el suyo. Imprevisible, al ataque, esa clase de ciclista que pese a no ganar un Tour de Francia será por siempre recordado por la generación que le vivió y disfrutó. A caballo entre los años 80 y 90, Charles desarrolló una carrera ciclista importante, pasando sus doce años de ciclista profesional en equipos netamente franceses. Por ello su palmarés se ubica principalmente en su país de origen, con momentos cumbre en el Dauphiné y el Tour, esos días álgidos de la temporada donde la mayoría de ojos están puestos.

Un corredor que pese a ser un escalador y ni siquiera considerársele un corredor ni mucho menos dominador, cosechó 57 victorias como profesional. Desde que levantase los brazos en Saint Gaudens debido a la victoria en la segunda etapa del Tour du Midi en 1983 hasta marzo de 1994, cuando se impuso en la séptima etapa de París Niza con meta en Mandelieu-la-Napoule. Entre medias, muchas buenas batallas ganadas, como las siempre prestigiosas Lombardía y Züri Metzgete, o las vueltas de una semana de Dauphiné -de las que ganó tres ediciones-, Romandía o Dunkerke. También etapas en las tres grandes vueltas, incluyendo una contrarreloj en la Vuelta a España de Álvaro Pino. Otra en el Giro de Italia en el Passo Pordoi, una de las etapas más duras, siendo segundo en la clasificación de aquella edición de 1990.

En el Tour de Francia tuvo un papel ciertamente destacado. En la durísima edición de 1987 que venció Stephen Roche sobre Pedro Delgado, el francés fue cuarto clasificado en París. Una lástima porque hasta la cronoescalada al Mont Ventoux, él fue el líder. Fraguó su alza en la general debido a una contrarreloj de Futuroscope buenísima. Tanto que sólo el irlandés, ganador final, pudo superarle en meta tras casi dos horas de crono. En los Alpes le pesó un tanto el esfuerzo y terminó por firmar una meritoria cuarta plaza, lejos de los tiempos de Bernard, también francés y que también perdió algo de comba en la parte final de la carrera.

Desde entonces se le tuvo en cuenta a la hora de las grandes vueltas, y en el Tour de 1988 no le fue bien, no así la edición de 1989, que finalizó sexto. En 1990 ganaría por fin una etapa, con meta en Revel, seguida de las dos logradas de forma consecutiva en 1991, justo antes de que Miguel Induráin comenzara a tiranizar la carrera. Aunque ya en aquella llegada a Jaca daría el segundo gran aviso tras la contrarreloj de Alençon. Muy interesante ver a Charly ganar un cuasi sprint ante Museeuw y Abdoujaparov y al día siguiente una etapa de montaña ante Pascal Richard. Ello hablaba a las claras sobre quién era el ‘Petit Charly’.

Aquella aventura de Jaca le metió de lleno en la lucha por el podio, aunque de nuevo se quedaría a las puertas, esta vez mucho más, a escaso minuto y medio de Chiapucci. Nunca volvería a rendir igual en el mes de julio, aunque en 1992 dio ciertas esperanzas con su triunfo en Dauphiné. El infortunio le ha perseguido aún habiendo acabado su carrera como ciclista profesional, con la suerte de haber podido ganar carreras en todos los años que perteneció a la élite.

Fue el mandamás de la Dauphiné, esa carrera con la que estuvo tan relacionado de corredor. Ha seguido vinculado a organización de carreras después, también como juez. Ejerciendo esta última labor, vivió la desgracia personal más grave que un padre puede vivir, que es la grave caída de su hija en la prueba junior y posterior abandono de la práctica deportiva por las lesiones producidas. Hija que en 2020 perdía la vida, aunque se desconoce el motivo.

Siempre será recordado por su versatilidad, si bien la escalada era su especialidad predilecta. Una sucesión de éxitos y parabienes que hablaban muy bien de su calidad ciclista, fuera de toda duda. Mantuvo una interesante rivalidad con Luc Leblanc, protagonizando unos años muy interesantes del ciclismo francés. El corredor de Limoges tuvo una carrera más discreta que Charly, aunque se llevó todos los flashes en un día que Mottet estaba bien cerca de levantar el pie del pedal. Fue el Mundial de Agrigento, la que vistió a Leblanc con el arco iris.

Fue una lástima que Mottet no pudiese cerrar su extenso y colorido palmarés con un triunfo en la prueba mundialista. En 1986 tuvo la ocasión de ganarla, con un segundo puesto que supo a oro en el sentido en el que era su segunda participación. Pero también el sabor agridulce de ceder por un segundo la preciada prenda. Lo hizo ante Moreno Argentin, que era un dominador de este tipo de pruebas. Y en Colorado (EEUU) no iba a desperdiciar la ocasión de proclamarse campeón del mundo. Charly no volvió a tener opciones reales de triunfo.

Poco importó, porque su carrera estaba más que justificada, con días de gran ciclismo y gloria que llevarse a la boca con él. El pequeño y versátil ciclista de Auvergne-Rhône-Alpes es recordado como uno de los mejores de su generación, algo que no es poco, ya que esos años en los que destacó hubo ciclistas la mar de interesantes y competentes. Que consiguiera brillar tanto no es absolutamente fácil. Para nada.

Escrito por Lucrecio Sánchez

Fotos: Sirotti

Una respuesta

  1. No sé exactamente el motivo pero si tuviera que decantarme por un único ídolo ciclista ese sería Charly Mottet. Desde que lo vi correr por primera vez me aficion´`é a él. Un mill´`on de gracias Lucrecio por acordarte de él.

    Un abrazo fuerte.

    Juan Manuel

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