HC Historia

Christophe Agnolutto, el selecto escapista de l’Oise

Este curioso ciclista estuvo muy presente en aquellos años de apogeo de su ciclismo. Los finales de los años noventa, cuando todavía no existía ansiedad por no ganar el Tour en Francia, o al menos no tanta, y cuando el ciclismo galo estaba a punto de entrar en su periodo más duro después del ‘Caso Festina’ y las consecuencias en forma de desconfianza.

Hubo un grupo de franceses que tomó ese rol de ser la atracción del día en las jornadas llanas, esas que conducían de ninguna parte a otra en la que los velocistas se peleaban tras pasar por encima de cien isletas, dos cientos de rotondas y tres miles de codazos. Esos días había héroes no tan anónimos, corredores que escapaban de la disciplina del gran grupo en todos los casos para realizar un esfuerzo físico mucho mayor que el que supone ir en el grupo. También mucho más tranquilo en lo mental. La soledad del paso de los kilómetros y únicamente la voz del director para ti, al igual que los aplausos, sin compartirlos con el resto del pelotón.

Christophe Agnolutto encarnó esa pelea más modesta, de los esforzados que nunca ganarían un Tour y lo sabían. El esfuerzo constante por conseguir una meta sin la certeza de ni siquiera estar disputándolas. Ese trabajo ciego que son las fugas del Tour se convirtió en carroza en el año 2000, cuando este ciclista se aupó sobre su sillín para celebrar en la meta de Limoges lo que era el resumen de una vida sobre la bicicleta.

No era ningún desconocido el corredor del antiguo Casino, equipazo del que merecerá la pena hablar algún día. En 1997 se llevó el prestigiosísimo Tour de Suiza. Y lo hizo en buena lid, imponiéndose en la general a un local Oscar Camenzid que adelantó a todo un Jan Ullrich que sólo una semanas después estaba arrasando a lo más granado del pelotón internacional en uno de los Tours más duros de siempre. Por allí andaban unos primitivos David Etxebarría o Leonardo Piepoli. El corredor francés se impuso en la segunda etapa, llegando el pelotón de los favoritos a más de 11 minutos. Administró tan bien que le sobraron dos minutos largos con Camenzid y más de cuatro con Ullrich.

Una escapada magnífica que dio como resultado la mejor victoria de su carrera. Suiza le gustó y pudo levantar los brazos, un poco más tímidamente esta vez, en la meta de Ginebra, en el Tour de Romandía de 1998. El palmarés de Agnolutto no fue en ningún caso modesto. Selecto, si acaso. Ya en las filas del Agritubel en el que formaron ciclistas tan célebres como su tocayo Christophe Moureau, Juanmi Mercado o Jean Patrick Nazon, se hizo con una etapa del Tour de Poitou Charentes con el modus operandi que le caracterizaba. Al más puro estilo fugitivo. Como tal, el look que presenta ahora sin pelo y perilla dista del rostro afeitado y pelo debajo de su colorida gorra.

Uno de esos mal llamados animadores de las etapas llanas. En las clásicas no lució demasiado. Participó en los monumentos y se retiró de ellas más que conseguir terminarlas. Un ciclista con mucho orgullo y fuerza en el llano. Una especie de Jacky Durand con menos polémica detrás. Un elenco de corredores que en los tiempos que corren están quedando fuera de actualidad, con tanto control entre favoritos y sprinters sobre las escapadas.

La competencia entonces era mucho mayor por las victorias, había muchos más candidatos a imponerse y ganar una etapa como la que venció este auténtico jabato en un Tour como el del año 2000 donde se dieron cita prácticamente todos los capos del ciclismo internacional fue una gesta enorme. El Tour regresa a Limoges en 2023, casi un cuarto de siglo después.

Escrito por Lucrecio Sánchez

Foto de portada: Sirotti

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *