Es una mera cuestión de paciencia en algunos casos. Ir, esperar, ver mientras se aplaude y marcharse. Pero para la mayoría es más. Ir a la montaña, por ejemplo y sobre todo, es una auténtica sensación de comunión con el entorno. Incluso con las personas con las que coincides en la cuneta, en una zona de los puertos, compartiendo no sólo espacio, sino afición sana, las ganas de disfrutar de una forma cívica (aunque hay excepciones, como en todo) lo que la naturaleza nos ha regalado.
La excusa es una carrera ciclista. Y es casi lo de menos, aunque es lo que da ambiente. Pegarse a la radio, ver la televisión en el teléfono o ir comentando los online que algunos espectadores van realizando minuto a minuto desde algún punto de la montaña y cuyas novedades corren como la pólvora entre el resto de aficionados. Algunos pintan la carretera, dedican tiempo a pensar en qué, en cómo. En el efecto que tendrá sobre el ciclista, si es que tiene la suerte de verlo, y el espectador de televisión, que sí perderá algo más de tiempo en leer las pintadas.
Es bonito ver cómo se realizan a primera hora, cuando hay menos tráfico de coches y, por supuesto, de bicicletas, que son otra de las estrellas de una etapa de montaña en una carrera por etapas. Los cicloturistas o mini-profesionales, que de todo hay, aprovechan el viaje y ya que se acercan al paraíso hacen por practicar su deporte favorito. Como el público se va incorporando a las cunetas conforme se acerca la hora del paso de los ciclistas, algunos desconocidos aprovechan para subir minutos antes y sentir el calor del público, que normalmente suele responder con entusiasmo y practicar las voces que después se quedarán roncas de tanto gritar nombres y “allez, allez”.
La espera de horas se reduce a apenas unos minutos de espectáculo. Si es un puerto tempranero en la etapa, tal vez menos, por estar todo el pelotón compacto. Si es al final, mucho mejor, porque la cuerda está más estirada y se puede ver más en detalle a los ídolos que normalmente se ven y admiran por la pequeña pantalla. Abarrotadas hasta la extenuación, algunas cuentas son también momento para reivindicar. Pancartas, banderas, camisetas… lo importante es transmitir.
Pero lo que más emociona a los corredores y también a los aficionados es la generosidad con todos, la admiración y el respeto por todos y cada uno de los formantes de un pelotón que es aplaudido de principio a fin, sin excepción. Los ánimos son para todos, ahí no caben favoritismos, gustos o nacionalidades. Lo mejor es verlos en estático y disfrutar de la magia del momento. Otro de los encantos es el momento de recogida.
Tráfico, coches, ruido. Lo mejor es tomárselo con calma y dejar marchar. Pero con la satisfacción de haber disfrutado de su hobby, de un día con amigos, familia, otros aficionados habrá merecido la pena. Total, en muchos casos es una cuestión de paciencia a cambio de tener un rato inolvidable, vivir una emoción difícilmente igualable en otros deportes, con los protagonistas a centímetros de tu cara.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto: RCS Sport
Exacto, en ciclismo se aplaude hasta al masajista.