Opinión

Ciclistas a los que les falta un verano (parte 2)

Visto el poco revuelo y las malas críticas de la primera mitad del artículo sobre los veranos ciclistas (o la ausencia de ellos), volvemos a la carga. Porque si ellos pudieron estrellarse eternamente contra el muro del Tour, por qué no nos vamos a estrellar los demás cual mosquito contra el parabrisas del coche. El que la sigue, la persigue. La esperanza es lo último que se pierde. Frases de ánimo en un artículo escrito en invierno pese a las evocaciones al verano y el calor. Que el frío no nos hiele el sentido del humor. Ni las ironías, demasiado ineficaces en este mundo de grandes y malos entendedores, porque para los buenos pocas palabras bastan. ¿Hay refrán para los buenos y los malos comunicadores? Búsquen y apliquen, lo ácido del día de hoy sería culpar al mensajero, que son las palabras. 

Hablábamos de esos ciclistas a los que un Tour de Francia arreglaría de forma decisiva el palmarés. Uno de ellos es Sean Kelly. Por suerte, lleva más de 60 veranos en este mundo, lo cual es motivo de celebración. Aún así, se le considera uno de los mejores ciclistas de la historia, con victorias de todos los colores e incluso una Vuelta a España. Y además es irlandés, lo cual le favorece por dos motivos: demasiado belga o italiano en cualquier lista histórica, así que es fácil que encuentre hueco en todas, y que los irlandeses caen bien a todo el mundo. Excepto a quienes no. Todos los rankings del universo consideran también a Laurent Jalabert por detrás de muchos grandes que ya quisieran su facilidad para la victoria. Como no ganó en París, y ni siquiera se arrimó, queda ese asterisco sobre el palmarés del galo, al que en un arrebato de rapto quisimos nacionalizar español. 

Foto: Sirotti

Otros clásicos (no por viejos sino por haber dedicado sus esfuerzos a las pruebas de un día) han tendido a querer también triunfar en el Tour, como si faltase algo en el alma. En esos esfuerzos de julio, repletos en sudor, muchos corredores dejaron más plumas de las deseadas. Después el plumaje no lucía igual, desde luego. Otros que saltaron esa casilla de la cárcel tan particular (referencia al Juego de la Oca) llegaban a esos días clave de la temporada con doble cubilete. Casos como los de Valverde, castigado a participar año tras año en una prueba en la que tenía poco que ganar, han sido comunes en el ciclismo profesional. Podemos hablar aquí de Fernando Escartín, al que algún verano menos le hubiese permitido luchar por algún Giro. O de Dufaux, un caso muy similar. Cuando Rominger se dio cuenta, ganó la carrera transalpina. A veces nos empeñamos en estar en lugares que el destino no ha reservado para nosotros. Paolo Bettini interpretó bien su historia y logró así clásicas a tutiplén, dos Mundiales, un oro olímpico… ¿Y el Tour? Bien, gracias. 

En la actualidad también hay ciclistas que necesitan perder algún verano. Evenepoel quiere forjarse en primavera, al igual que por fin Roglic se dio cuenta del error de insistir en superar muros demasiado altos, cada vez más. Ambos se enfrentarán en mayo, dejando el verano pasar. Una buena decisión que tal vez otros deban pensarse. Vingegaard y Pogačar viven y vivirán por el mes de julio, otras pruebas satélites aparte. Pero si quieren escalar en la clasificación histórica, deben desmarcarse de una o dos meras victorias en París, con toda la dificultad que ello conlleva, ojo. La obsesión por un mes al año escribe una parte de la historia, pero deja de escribir otra. Sólo recordar que a Lance Armstrong, aún viviendo en la burbuja que le protegía y reía las gracias (compuesta por todo el mundo básicamente), nadie le consideraba uno de los mejores corredores de la historia. Siete Tours, eh. Eso quiere decir que el Tour es importante, pero no lo es todo. Pero Chris Froome ha ganado las tres grandes y nadie le considera entre esos mejores de la historia. ¿Por qué no? Qué contradictorio todo, ¿no?

Massimo Paolone/LaPresse

Nibali supo leer también la historia y se construyó a base de perderse veranos. De no haberlo hecho, su leyenda hubiese perdido colmillo. Y un tiburón no se lo podría permitir. También sin haber ganado el Tour le hubiesen puesto todo tipo de peros. Ni peros ni peras, ya se los pusieron incluso ganando el maillot amarillo, donde el asterisco vino más por las ausencias y las caídas de sus rivales. Normal que Perales compusiese frases tan tristes, cautivo de su propio apellido. La eterna es pera. Chistes por el estilo, refranes y adivinanzas. Sin el mes de julio todo hubiese sido diferente. Porque sé lo que hicisteis el último verano y dependiendo de tus resultados te lo voy a recordar durante el invierno. Si te falta alguno, te lo van a repetir hasta en la sopa. Si te sobra, también, aunque es mejor que sobre que no que falte. Todo en la misma línea de locura e indefinición que este mundo del ciclismo que orbita alrededor de la UCI. 

Más veranos son deseados por parte de todos aquellos que tienen aún esa espinita clavada. Ciclistas que saben que sólo una alineación interplanetaria acabará dándole dorsal para tomar la salida allí. Algunos siguen disfrutando de esa posibilidad y tienen ese verano. Sin embargo, es complicado que lo aprovechen por estar en esa indefinición, en ese alambre que va desde un anonimato hacia otro. Equilibrismos que colaboran con el silencio y la indiferencia. No vale cualquier verano. A Juan Antonio Flecha se le valoran los intentos en las piedras, cómo no. Pero como ganó en el Tour, un pero menos para un ciclista poco ganador. Le pasa un poco como a mi buen amigo Frankie, al que tocará enviar al Tour en compañía de Bizarrap y las Shakira de turno para que el verano haga su trabajo. Mientras tanto, a ver si el verano hace su efecto en esos territorios donde el invierno es intenso y las decisiones callejones sin salida. Hablo de guerra. Término que algunos habrán esperado en estas líneas hacia ciclistas. Si lo único que se han encontrado ha sido un relato de casos y cosas del Tour, no hay bien que por mal no venga. El mes de julio es un mes importante, y cuenta, da y quita más de lo que parece. Por eso todos los corredores sueñan y se obsesionan con él. Por eso tan sólo unos pocos son capaces de triunfar allí, por eso es tan especial. 

Escrito por Jorge Matesanz

Foto de portada: A.S.O./Olivier CHABE

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