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Cicloturismo: Alto del Chorrillo, la cara oculta de Sierra Nevada

Amplia mayoría de aficionados al ciclismo hay aún para quienes Sierra Nevada no deja de ser esa carretera ancha que sube desde Granada a la estación de esquí. Sin embargo, con el paso de los años se han ido descubriendo distintas posibilidades -Purche y Haza Llana principalmente- que dotan a esta enorme montaña de un gran interés para el cicloturista, sobre todo para quienes ascienden hasta el techo nacional y europeo: el Pico Veleta.

Esas posibilidades se multiplican si nos decidimos por visitar el sur de Sierra Nevada, ya que a la propia ladera sur de la montaña, a las llamadas Alpujarras, se le unen las Sierras de Lújar y la de la Contraviesa con un buen número de carreteras ideales para nuestro deporte. Se suma en los últimos tiempos, además, el renovado interés por los caminos terrizos, el llamado sterrato o gravel, que ha venido acompañado por una mejora y mayor variedad de materiales para que las bicicletas de carretera tradicionales se adapten a caminos que otrora requerían del uso de la BTT.

Y es en este punto donde vuelve a salir a la palestra el ascenso que presentamos hoy: el Alto del Chorrillo. Hemos de especificar que, en realidad, esta subida no es ni más ni menos que la cara sur del Veleta y que por tanto es también parte de ese proyecto que en el pasado siglo unió la capital granadina con la costa por medio de la Alpujarra, por lo que la carretera llegó a ser transitada por vehículos de motor durante años hasta que las autoridades decidieron cortarla al tráfico.

Aunque en los años sesenta la carretera se asfaltó hasta el pico Veleta, no nos consta que su vertiente sur llegara a serlo nunca, aunque sí que es cierto que hasta hace poco más de cinco años encontrábamos asfalto desde Capileira hasta poco más allá de los 1.800 m.

No obstante, hasta El Chorrillo, a poco más de 2700 m. de altitud, pudimos subir -y bajar- con nuestras bicis de carretera (con cubiertas normales de 23”) sin percance alguno, llegándonos a cruzar incluso con el bus que sube y recoge a los montañeros en el mismo Alto del Chorrillo. Se trata, pues, de una carretera perfectamente transitable hasta esa cota, aunque presente algunos puntos más delicados como es natural.

¿Pero qué ocurre desde el Chorrillo hasta el Collado de la Carihuela? El Collado de la Carihuela es el puerto de paso más alto de la península con sus algo más de 3200 m. de altitud, pero hasta su cima desde el Alto del Chorrillo permanece cortado al tráfico de vehículos de motor por unos bloques de piedra atravesados en la carretera en ambos puntos. La travesía, salpicada de refugios de montaña, no es siempre ascendente, sino que durante muchos kilómetros falsollanea por las laderas de algunas de las cumbres más altas de la península ofreciendo panorámicas sobre varios de los barrancos más imponentes del país. El estado de la pista y la presencia de nieve la dejan intransitable durante buena parte del año. Además, la presencia de abundante pedrisca en algunos tramos no la hace apta para el paso de bicicleta convencional.

La prueba de ultracycling Badlands la transitó en su edición de 2020. Carlos Mazón, su organizador, nos comenta que la mayoría de los participantes subieron incluso de noche. “Existen dos puntos en que hay dos escalones/piedras que precisan pasar a pie. El resto con bici gravel está decente” nos dice el bilbaíno, que acumula, pese a su juventud, una dilatada experiencia como organizador y participante en este tipo de pruebas de máxima exigencia.

Nosotros, por nuestra parte, pasado El Chorrillo, al ver que la rueda se hundía en la pista -más blanda y menos compacta-, nos conformamos con quedarnos en ese punto… tampoco nos parece recomendable aventurarse más allá sin contar con el material y las provisiones adecuados.

Mas he aquí que en los últimos tiempos este singular tramo de pista vuelve a estar de actualidad, ya que las autoridades se plantean su acondicionamiento para facilitar las operaciones de rescate a montañeros. Y, aunque la medida no está exenta de polémica, pues se alzan voces en contra de dicho arreglo, este supondría una gran noticia para los amantes de la bicicleta de carretera y los retos épicos. Sin mencionar, por supuesto, que avivaría esa cuasi extinta llama de esperanza de quienes soñamos con ver algún día un pelotón profesional atravesar las más altas cumbres de Sierra Nevada.

Alto del Chorrillo: nuestro “Finestre”.

Dureza:*****

Belleza:*****

Tráfico:**

La Alpujarra -o Las Alpujarras- es una famosa comarca granadina y almeriense que se sitúa al sur de Sierra Nevada llegando incluso a tocar la costa mediterránea. A más de la división provincial, existe otra subdivisión física que habla de Alpujarra Baja, Media y Alta, siendo esta última la que algunos consideran puramente como Alpujarra, aunque los pueblos pertenecientes a las otras dos conservan unas características arquitectónicas e históricas similares: pueblos blancos, serranos, de origen morisco y posteriormente repoblados tras la rebelión acaecida en el s. XVI.

Su ubicación en un emplazamiento privilegiado dota a la comarca de paisajes únicos en nuestra geografía, que hacen de ella un reclamo turístico interior de primer nivel y que, dada su privilegiada orografía, es uno de nuestros destinos favoritos para dar pedales.

Pues bien, en esta ocasión hemos escogido el ascenso a Capileira desde el río Guadalfeo y su prolongación terriza hasta el Alto del Chorrillo o, lo que es lo mismo, la vertiente sur del pico Veleta, hasta donde hemos podido llegar con ruedas finas sin desmontar.

El propio río Guadalfeo separa la cordillera de Sierra Nevada de las sierras de Lújar y la Contraviesa, más meridionales y que miran hacia el Mediterráneo. Precisamente, en lo más profundo de este valle vamos a comenzar este hermosísimo ascenso que comparte inicio con otras subidas no menos interesantes: Lanjarón, Cáñar, Soportújar y Trevélez.

Las rampas iniciales no supondrán mayor desgaste que ir calentando motores de cara a los km. finales, de mayor exigencia. Pero en primer lugar tendremos que alcanzar el pueblo de Órgiva y atravesarlo.

Es Órgiva el pueblo considerado como capital de la comarca alpujarreña y ello se percibe principalmente en el constante trasiego de vehículos existente en sus proximidades y por el tamaño del caserío, bastante más grande de lo que es común encontrar por estas montañas. Se extiende la villa por una pequeña planicie, muy fértil, de ahí que en época nazarí se denominara con el nombre de Albastch, “llanura”, por lo que durante muchos años fue conocido como Albacete de Órgiva.

Además, al no estar encaramado en las zonas altas, no guarda la estructura típica de otros pueblos alpujarreños como Capileira, Trevélez o Cáñar, sin que por ello carezca de encanto la plaza, ya que cuenta con monumentos varios, como la Casa Palacio de los Condes de Sástago (ss. XVI-XVII), El Castillejo (vestigios de la fortificación construida allá por los ss. XI y XII) y, sobre todo, la iglesia de Ntra. Sra. de la Expectación que, aunque iniciada en 1580, se alza sobre una edificación del año 1045, según dejó al descubierto una obra de restauración.

La travesía de Órgiva, volviendo a nuestras pedaladas, dulcifica unas rampas iniciales ya de por sí suaves, pero pronto alcanzamos la carretera que atraviesa transversalmente la Alpujarra (dejando a nuestra izquierda el pueblo de Lanjarón), punto donde la pendiente vuelve intensificarse ligeramente.

Unas primeras herraduras terminan de dar sentido Este a nuestra dirección, no sin el continuo serpenteo de la carretera para salvar los barrancos, mientras vamos dejando pequeñas localidades a ambos márgenes de la carretera, un primer cruce hacia Cáñar, con una  carretera muy escénica que merecerá, sin duda, una visita en otra ocasión; más tarde otros como Bayacas, Carataunas o Soportújar hasta alcanzar un altillo junto a una ermita.

Aquí, tras superar algo más de 600 m. de desnivel en unos 12 km. podríamos decir que concluye la primera parte del ascenso, interrumpida por un descansillo que, alternando llanos, descensos y algún repecho, se prolongará por espacio de más de tres kilómetros y medio hasta que nos introduzcamos en el Barranco del Poqueira.

Desde las cumbres más altas se deslizan las aguas de distintos arroyos que confluyen en el río que da nombre al barranco y que, merced al ingenio de la acequia, irriga los bancales que, pocos hoy día, aún se conservan, pese a la reconversión turística que ha sufrido la comarca.

Lo escarpado del terreno por donde se derrama el Poqueira ha convertido el río en uno de los mayores puntos de interés para los aficionados al barranquismo que, pese a su peligrosidad, ponen a prueba su destreza en su cuasi vertical cauce.

A la fuerza y abundancia de sus aguas debemos la construcción de la llamada “casa de la luz” junto a la carretera, cuya utilidad pueden imaginar por su nombre.

Ladera arriba, buscando los altos cielos que techan el pico Veleta, atisbamos solapadas las tres villas que atravesaremos en los próximos kilómetros: Pampaneira, Bubión y, finalmente, Capileira… Vergel alpujarreño.

Rompiendo la ladera a fuerza de herraduras, punto en que encontraremos las pendientes máximas del puerto en su tramo asfaltado, redoblamos el pedaleo hasta rozar el siempre cándido pueblo de Pampaneira. La abrupta montaña despeña unos barrancos más profundos y ello, a su vez, propicia un cada vez más atrevido trazado en la carretera hasta que, saliendo del pueblo, deja de serpentear.

Cuando estamos a punto de abandonar el barranco camino de Trevélez, un cruce a izquierdas junto a un mirador nos indica el camino hacia Bubión y Capileira, que es por el que vamos a optar en esta ocasión.

Con el Veleta enseñoreándose desde las nevadas cumbres de la montaña, proseguimos la marcha por una cuesta constante que, rato ha, apenas sí baja del 7% .

Con los kilómetros crece el puerto en todos los sentidos y, principalmente, en belleza: donde acaba el follaje la montaña aún conserva, pese a las calores estivales, ralas manchas de nieve.

Al igual que en Pampaneira, Capileira y otros caseríos alpujarreños, la más llamativa característica arquitectónica de Bubión no es otra que la ausencia de tejados en las casas, sustituidos a menudo por los llamados “terraos” o techumbres planas, y unas pintorescas chimeneas que parecen, en la distancia, estar tapadas por elegantes sombreros. Un paseo por sus calles nos mostrará también la típica estructura de entrada a las viviendas, los llamados “tinaos”, concretamente en las más antiguas casas, siempre iluminadas, de otra parte, por abundancia de maceteros coloreados de variopintas flores, como invitando al turista a pasear y patear sus empinadas callejuelas.

Abandonado Bubión, nuestra vista ya sólo contempla la más elevada de las poblaciones del Poqueira, que no es otra que Capileira, la dama blanca del Veleta, en cuyas faldas yace recostada.

Desde su posición privilegiada se domina, como es de esperar, todo el valle hasta donde las montañas nos impiden la vista o esta se pierde entre el mar y el cielo.

Bien haremos en llevar a cabo un repostaje antes de disponernos a concluir la faena: un par de fuentes y diferentes establecimientos nos abastecerán de todo cuanto necesitamos.

Al poco de salir del pueblo, un cartel nos indica con claridad que trece kilómetros más arriba la carretera está cortada. En este punto debemos aclarar un par de cuestiones: en primer lugar, el asfalto se acaba unos cuantos kilómetros después de Capileira, superada la cota de los 1.600 m. de altitud; en segundo lugar, una vez que desaparece el asfalto, la pista terriza que continúa ascendiendo nos permite el paso perfectamente con nuestra bicicleta de carretera incluso -como fue el caso- con cubiertas de 23”; finalmente, aunque la barrera se sitúa en el lugar denominado como Hoya del Portillo, a más de 2.100 m. de altitud, tenemos la posibilidad de seguir subiendo todavía más arriba con la bicicleta -sin necesidad de permiso especial para los ciclistas a pesar de tratarse de un Parque Nacional- ya que al rodar menos tráfico el estado de la pista incluso es aceptable hasta una cota ligeramente superior a los 2.700 m. de altitud. Haciéndose necesario hasta el Pico Veleta el uso de BTT o gravel.

Así pues, acabado el asfalto, continuamos nuestra marcha con el reto de llegar hasta donde el piso nos lo permita. La pista de inicio es ancha y presenta un estado magnífico, pero, por contra, hasta la Hoya del Portillo, puesto que el tráfico está permitido, nos podemos encontrar un cierto trasiego de vehículos. La vegetación abunda en esta zona del Poqueira. El cambio de altitud conlleva como es natural una transformación del paisaje, de manera que lo que en un principio son frondosos encinares darán paso a vastos pinares de tipo albar para más arriba, entre sabinares, aparecer el pino negro de reforestación hasta cotas cercanas a los 2500 m. A partir de este momento los piornos sobre las formaciones pizarrosas dominarán el paisaje, cuando no sean cubiertas por un manto de nieve.

Por delante tenemos aún más de 1000 m. de desnivel en poco menos de 16 km. de pista con unos porcentajes medios bastante estables en torno al 6,5%.

La dificultad de este ascenso no estriba en sus pendientes imposibles, sino en sus interminables cuarenta kilómetros, la altitud que se alcanza y el añadido de la superficie terriza en la parte final. Sí que puntualmente se alcanzan picos de doble dígito, y ciertamente hacen daño, sobre todo en el tramo final, pero no serán la tónica predominante.

Abajo queda pronto Capileira -desde el mirador que encontramos a casi 1.750 m. de altitud aún podemos ver su caserío recostado en la ladera del barranco- y dirigimos nuestras miradas montaña arriba.

Manchas de arboleda oscura tapizan de forma fragmentaria la sierra dejando al descubierto el característico color parduzco de la pizarra. La grandeza del paisaje acompaña perfectamente a la entidad de un ascenso que torna ya de dimensiones colosales, cuando estamos a punto de sobrepasar los 1500 de desnivel desde que comenzáramos allá abajo en el puente sobre el Guadalfeo.

Mientras zigzaguea la pista en esta zona, aunque entre curva y curva disten en ocasiones más de mil metros, vamos a ir cambiando de barranco, abandonando el del Poqueira -al que volveremos en el mirador de Puerto Molina y al coronar el Alto del Chorrillo- por el de la Chorrera y el del Jabalí más arriba. Estamos cambiando paulatinamente la orientación Oeste de la solana por la orientación Este, lo que se termina de concretar trazar una nueva herradura a derechas y llegar a la Hoya del Portillo.

En este enclave encontramos una barrera que va a impedir el paso a vehículos de motor, aunque -como ya hemos comentado- en bici no habrá más problema para seguir que el estado de la pista. También existe, poco antes de la barrera, una fuente (la única que hemos localizado en todo el tramo de pista), aunque hay que observar que las fuentes de alta montaña no siempre cumplen con su función, ya que el agua del deshielo no ha filtrado y carece de las sales minerales que nos reportan la correcta hidratación. Téngase pues este detalle en cuenta.

Iremos alternando zonas de pinar con otras deforestadas donde lo que perdemos en vegetación lo ganamos en panorámica, no sólo sobre el cercano barranco, sino hacia el sur donde las Sierras de Gádor y Contraviesa se anticipan al azul de Mediterráneo.

Justo antes de Puerto Molina abandonamos el pinar -salvo hileras junto a la pista- y nos asomamos en curva de herradura a derechas hacia el Poqueira. El mirador al salir del tornante con su panel informativo invita a hacer una pausa que preferimos dejar para la vuelta, por aquello de no perder el ritmo.

Quedan 5 km. para el alto. El camino toma sentido noreste mirando hacia el Mulhacén, primero a media ladera, pronto cerca de la cuerda del Cascajar Negro, collado que atravesamos cerca de los 2600 m. de altitud, divisoria entre el mencionado Barranco del Poqueira y el de Trevélez. Torna algo más irregular el ascenso, con descansillos secundados por rampas de entidad que ciertamente suponen ya un castigo elevado, teniendo en cuenta que el estado de la pista en esta zona dificulta el pedaleo y que -leen bien- nos vemos en la necesidad de dejar paso en plena curva al bus que sube a recoger a los senderistas al Chorrillo.

Esta postrera herradura a derechas nos servirá para ir ubicando el final de la escalada: poco más de un km. que con el objetivo ya en nuestra mano disfrutaremos como colofón a un ascenso colosal. Coronamos pasado el desvío del refugio del Poqueira, poco antes de una pequeña explanada donde el famoso mirador de Trevélez, que queda para disfrute de los senderistas.

Escrito por Miguel Baeza y Martín Cerván
Fotos: Martín Cerván

Incluido en el Nº6 de HC

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