Corría el año 2005 cuando el Giro programó por primera vez el Finestre, un puerto ascendido en tierra adrede y cerca de 2200 metros de altitud. Era el día decisivo de aquella edición y la nueva incorporación no defraudó, siendo un auténtico espectáculo y enamorando a propios y extraños con sus preciosas lazadas blancas sobre praderas verdes repletas de público en unas instantáneas que los aficionados que tuvieron la suerte de disfrutar en directo o en diferido semejante etapa difícilmente olvidarán.
No se trataba de un tramo como pasaba en el antiguo Gavia, sino de una montaña que tenía media subida (la parte superior) sin asfalto, bien aplanado y luciendo brillante ante el paso de los corredores. Mortirolo, Stelvio, Marmolada y Zoncolan tenían un nuevo socio que arrimar a la mesa. Finestre supuso mucho más que una etapa de leyenda. Se convirtió en todo un símbolo del ciclismo de carretera por tierra, lo que después ha derivado en las bicicletas de gravel.
Un puerto durísimo que ha seguido siendo buque insignia del Giro de Italia y que ha abierto la puerta a la incorporación de otros como el Plan de Corones, el Monte Catria o el fallido Monte Crostis, anulado justo la mañana de la etapa. Esa moda ha hecho crecer sobremanera la irrupción de marchas y clásicas con las llamadas strade bianche, el famoso sterrato y las carreteras sin asfaltar. Finestre cambió mucho más de lo que parece el panorama ciclista internacional a todos los niveles. Desde el nivel usuario, que ha abierto su bicicleta a rutas mucho más arriesgadas que simples carreteras de asfalto, a profesionales. Incluso el Tour cayó en sus garras de la mano del Col des Glieres.

El puerto comienza en Susa, localidad que también supone el inicio del Mont Cenis, conocido paso de montaña entre Francia e Italia (Moncenisio en italiano). Una zona de valles profundos y altos picos que son el corazón de los Alpes. Finestre tiene dos vertientes, si bien la norte es la más afamada y la que más comentarios despierta por esa zona sin asfaltar que ha dado la vuelta al mundo.
Hablamos además de uno de los puertos más duros de Europa, con 18 kilómetros de ascenso con una media del 9%, una auténtica barbaridad. Sin descansos, como se puede ver en su altimetría, Finestre se divide en dos partes bien diferenciadas por el piso sobre el que daremos pedales. La mitad asfaltada cuenta con más arboleda y protección de los elementos. La pendiente viene a ser parecida en ambas. En la zona alta, donde termina el asfalto, los árboles dejan paso a la pradera de alta montaña, alterada únicamente por el blanco zigzag que trepa esta escarpada montaña.

Finestre tiene muchos encantos. Además del valor altimétrico, tiene el paisajístico. Las vistas desde zonas altas son espectaculares, mereciendo la pena el esfuerzo hecho para llegar a sus tornantes de la parte superior. La ventaja de encontrarnos con 45 herraduras es que los esfuerzos se pueden dividir en pequeñas fracciones. El cambio de orientación también nos vendrá bien.
Conforme vamos ascendiendo es probable que se nos echen encima las nubes, algo común en la alta montaña y más en puertos de una altitud reseñable como este Finestre. Por lo tanto es recomendado llevar ropa de abrigo y víveres para evitar una pájara monumental, algo nunca descartable en una ruta así. Hay alguna fuente a lo largo de la subida, aunque es recomendable ser precavidos.

El valle de Susa quedará bien abajo en nuestra vista. Sólo herraduras y gotas de sudor en nuestros desfallecidos ojos. La altitud irá haciendo mella e irá multiplicando el nivel de esfuerzo. Puede ser uno de los puertos más duros a los que nos podamos enfrentar, dentro de los civilizados. Italia es el paraíso de las montañas de ensueño, por lo que esta no iba a ser una excepción.
Cuanto más alto subimos, más nos damos cuenta de que la montaña se empieza a terminar. En el último giro hacia la cima, poco a poco acabará la agonía y comenzará el recuerdo de la hazaña. El esfuerzo pasa, las gestas prevalecen. A 2175 metros sobre el nivel del mar acaba esta tortura llamada Finestre. Al no contar con porcentajes excesivos (nunca por encima del 12%), es más accesible con un desarrollo blando y mucha paciencia.

Poca civilización encontraremos en estos lares. Más bien ciclistas y turistas, a veces en términos separados. El cartel de la cima para hacerse la foto de rigor y un momento ideal para abrigarse y comenzar a pensar en el descenso. Si bajamos por la vertiente que acabamos de sufrir, sería recomendable ir evitando las piedras en el descenso. Por lo demás, no hay que olvidarse que en la tierra las ruedas patinan más que en el asfalto. Por si los kamikazes.
Se puede descender hacia la carretera que asciende desde Pinerolo a Sestriere a través de la SP23R. La bajada por esta otra cara está asfaltada a la perfección desde la propia cima de Finestre. Es apenas un carril, una bajada que requiere atención y mucha habilidad con el freno. ¡Mucha precaución!

Aprovechando el viaje a este Colle delle Finestre, hay más montañas que visitar. Si nuestra intención es disfrutar del gravel, hay otro puerto muy similar a este que nos ocupa y que sirve de frontera con Francia. Es el Colle dei Sommeiller, a casi 3000 metros de altitud. Desde Bardonecchia, localidad en la que comienza el ascenso a la conocida estación de Jafferau, se puede acceder a una subida de 26 kilómetros de longitud. Rutas excelentes de gravel.
También de camino a Francia nos encontramos con otra subida desconocida para el gran público como es Col de l’Echelle, que hace frontera con Italia y está asfaltado. Permite hacer una ruta circular desde Bardonecchia a través del Montgenevre, esquivando el mítico Sestrieres. Y dejando para otro día el Finestre, que merece ser degustado a parte.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: Jorge Fonseca