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Cicloturismo: el Cirque de Troumouse, de lo más bello y salvaje de Pirineos

En pleno corazón de los Pirineos se encuentra el glaciar de mayor tamaño de toda la cordillera. Al menos mientras sea capaz de resistir a cambios climáticos y demás peligros que lo acechan. Hasta sus pies asciende una carretera con uno de los trazados más bellos que existen y con un alto carácter cicloturista. Troumouse, un puerto de unos 27 kilómetros de longitud y casi 2100 metros de altitud, hace caso a su fama y efectivamente no sólo parece un coloso, sino que lo es. Por dureza, por belleza, todavía no por fama, es una de esas subidas que todo cicloturista debe degustar. De esas que impactan y se introducen en el currículum del que se presume con otros compañeros de ruta. 

Arrancamos en Luz Saint Sauveur, con todo lo que ello implica. Es el centro neurálgico en el que se inician ascensos tan leves como el Col du Tourmalet, Luz Ardiden, Gavarnie y este puerto que nos ocupa. Con ese último coincide en los primeros doce kilómetros, que salvo el primer kilómetro, apenas ofrece una dificultad alta. Kilómetros sobre el 4% y nunca más allá. Al revés, kilómetros todavía más leves, de sensación de valle, de ir calentando motores para algo más. Una vez se toma el cruce hacia el Circo de Troumouse todo cambia. La pendiente oscila ahora entre el 7 y el 8 constantemente, con picos del 14% antes de llegar a un pequeño rellano en el que se asienta un precioso lago que merece una parada a la ida o a la vuelta. 

Empiezan las primeras herraduras, si bien todavía no serán tan habituales como en la parte final, donde son una de las más bonitas características del ascenso. No hemos hablado del piso, pero en general se encuentra en buen estado. Mejor en las partes bajas que en las altas, donde la nieve suele afectar más y se irá notando. Desde ese pequeño descanso del que hablábamos hasta la cima, ya todo será rock and roll, con curvas constantes y pendientes que se vuelven más violentas, sin exageraciones pero con cara de doble dígito. Ya en la parte final, la más dura, alguna rampa del 13% nos encontraremos, pero ya quedará poco para alcanzar la cima y unas vistas espectaculares. 

Porque el Circo no defrauda y hará que nuestro esfuerzo merezca la pena. El resto del paisaje no desentona, con bellísimas montañas y vistas sobre macizos contiguos. El trazado es bonito y permite también ir tomando perspectivas de la mole que estamos ascendiendo. Habrá otro pequeño descanso que nos dará la vida. Al llegar a una pequeña capilla, de nuevo a sufrir hasta alcanzar ya el destino final, con una pequeña explanada que te recibe casi tan bien como la recibes tú a ella. 

En efecto, no es el puerto más duro de los Pirineos ni de lejos. Ni el más alto, ni el más bonito tal vez, habrá opiniones. De lo que sí se puede estar seguros es de colgarle el apelativo de especial, de ser un lugar único que en el cómputo de aspectos a tener en cuenta se lleva la palma. Una subida de esas que no se pueden dejar escapar y por la que merece la pena ir atravesando montaña tras montaña hasta abrirse paso hacia esta cima. 

Escrito por Lucrecio Sánchez

Fotos: Jorge Fonseca

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