«Es como subir a la luna», he escuchado más de una vez a algún cicloturista cuando nos referíamos al Izoard. Este col francés perteneciente al corazón de los Alpes es un auténtico mito superviviente a generaciones y generaciones de ciclistas profesionales que lo han convertido en una leyenda y los millares de cicloturistas que se dejan caer por sus rampas para emular las gestas de sus ídolos. No está entre los puertos más duros, aunque tiene dureza. Tampoco entre los más altos, aunque tiene altitud. Doble vertiente y esta vez nos quedamos con el lado que trepa por la Casse Deserte, la vertiente sur de esta preciosa y cambiante montaña. El lado de Briançon, de una dureza similar, aunque el paisaje es menos diferencial, lo dejaremos para un próximo reportaje.

La ascensión puede arrancar desde varios puntos. Ya desde las proximidades de Guillestre la carretera va cogiendo altura. De forma leve, sí, pero acercándonos a Château Queyras y acumulando desnivel para que, una vez pasado el desvío a la localidad, las rampas empiecen a ponerse en serio. Serán unos 14 kilómetros de tortura, si bien el piso es bueno, tiene un ancho más que aceptable para no pasar apreturas con los coches u otras bicicletas que nos quieran adelantar, y las pendientes nunca serán extremas.
Es una subida que, de hacerla a un ritmo calmado, se disfruta. Sobre todo los últimos ocho tienen una dureza constante y a considerar. Los tramos más duros no pasan del 11,5% y duran apenas 200 metros. Hay pocas curvas de herradura, aunque habrá diez. Un número razonable que nos hará ganar altura con facilidad. A la salida de las mismas se podrá ver la dureza del puerto. En muchas ocasiones se habla del Izoard como un segunda categoría dentro de los fuera de categoría. Ese segundo escalón es cuestionable, puesto que dureza, tiene. Es cierto que cuando pasan unos cinco kilómetros a un nivel extraordinario llega una zona de descansillo que permite a las piernas respirar. Los últimos dos mil metros son de nuevo duros, pero con la vista puesta en la cima, todo es más sencillo.




Las zonas de aproximación a la subida permiten la entrada del viento y en ocasiones es más enemigo el elemento que la propia pendiente, aunque es engañosa y va poco a poco desgastando y haciendo que el desgaste se acumule. La principal dificultad puede ser la acumulación de metros de desnivel que hayamos acumulado, ya que es un puerto que con los desarrollos que hoy día incluyen las bicicletas, se tardará más o menos, pero se alcanza la cima con la dificultad propia que el deporte del ciclismo exige. En comparación con otras montañas, es accesible.
Lo que realmente marca la diferencia es el paisaje. Comienza entre zonas de praderas y arroyos que inician en torrente de las montañas más próximas. Poquito a poco el pinar se va descubriendo, conforme ganamos altitud, y la vista se centra sobre las maravillosas siluetas montañosas que podemos observar. De pronto, la vegetación desaparece y… ¡zas! ¡Hemos viajado a la luna! Un paisaje que es todavía más desolador que el del Mont Ventoux y que parece un decorado de alguna película futurista. Es una auténtica gozada subir por este paisaje que parece que te va a arrastrar al fondo del valle. La Casse Deserte es una de las joyas de los Alpes y el hecho distintivo que hace especial esta magnífica subida.




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Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: 1001puertos.com
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