Estamos en Bustablado, una pequeña localidad del interior de la montaña cántabra donde se inicia el ascenso al Collao Espina o Los Machucos, como se ha dado a conocer a raíz de los finales de etapa de la Vuelta a España en su cima. Tadej Pogačar y oficialmente Alberto Contador, aunque no pasó en primer lugar la línea de meta, han sido sus ganadores y eso habla a las claras de una subida realmente dura, exigente al máximo y con rampas de quitar el hipo. Para los cicloturistas un verdadero reto.

Arranca el ascenso real, aunque ya antes hay que superar algún repecho si nos dirigimos desde Arredondo, que es el único acceso por este lado a esta localidad de Bustablado que mencionábamos. Ya de entrada nos vamos a encontrar cuestas durísimas, de muy altos porcentajes. Superiores al 20% y en caso de no serlo, rozándolo en todo momento. Las vistas enseguida se vuelven espectaculares, con un buen paisaje compuesto por montañas de roca y pradera verde que nos irá acompañando en la mirada de forma constante.
Un puerto de carretera estrecha (cuidado con el descenso) y trazado espectacular en algunas fases, pero que siempre irá acompañado de un manto de paisajes que ya de por sí hacen que el enorme esfuerzo merezca la pena. Nos vamos a ir a nueve kilómetros reales de puerto, y aunque el porcentaje medio baje levemente del 8%, no hay que dejarse llevar por el engaño. Los descansos de la zona central y final reducen mucho ese dato, pero las rampas son durísimas en todo momento.




Arrancamos el puerto y al pasar junto a la iglesia del pueblo y terminar un pequeño rellano se inclina la carretera a un 21%. Momento en el que ser conscientes del puerto que se nos viene encima y regular las fuerzas, no sea que nos dejen tirados en el peor momento. El puerto es muy irregular y no permite coger el ritmo cómodamente, ya que a rampones de un kilómetro o dos hay que añadirle un descansillo que nos hace ganar velocidad y tomar algo de oxígeno. Para cicloturistas ligeros es una delicia, eso sí.
Una vez pasamos un descanso de un kilómetro cuando apenas llevamos dos de subida y acabamos de superar una rampa del 25% (un cartel indica 28%, pero no es real), empieza la zona más difícil, con tres mil metros donde únicamente se sufren rampas que viajan entre el 10 y el 17%. No hay descanso aquí, es la zona con diferencia más exigente si no en rampas, sí en continuidad. Tres mil metros donde hay que darlo todo.




Cuando coronamos esta zona podremos cantar victoria… o no. Porque aún quedan obstáculos por superar. Lo primero es una zona de descenso bastante pronunciado y que nos obligará a no relajarnos con las trazadas en exceso. Aún nos sorprenderá alguna rampa del 15% entremezclada con más tramos de descenso y una subida final hasta la cima que si vas tocado, te da la puntilla. Hablamos de un kilómetro al 8%, que no es nunca despreciable. Tras él, ya empezaremos a divisar la cima, culminada con el monumento a la vaca pasiega y ningún cartel indicativo.
El asfalto no está mal, pero al ser una carretera de montaña tiene algún tramo más irregular. Un tramo es de hormigón rayado que se hace coincidir con la única zona de sombra en todo el recorrido y unas cuantas herraduras consecutivas. Después conserva esa misma característica de calzada estrechísima, sin mucho tráfico, eso sí. La bajada hacia San Roque de Riomera está asfaltada en su mayoría, incluyendo en el paso por el pueblo una zona también hormigonada que en mojado puede entrañar su peligro.




En cuanto a recorridos que elaborar en la zona para una ruta rica en alta montaña, qué decir. Alisas es el enlace más evidente por su cara noreste. Pero también el duro y precioso Portillo de La Sía, conformando un triángulo mágico de ascensiones que parten desde la localidad de Arredondo. La vertiente opuesta de Machucos, la que desciende hasta la base del Portillo de Lunada, enlaza a su vez con el Caracol, otro puerto bellísimo. Los valles pasiegos en todo su esplendor, al alcance del cicloturista.
Reportaje completo en 1001puertos.com
Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: 1001puertos.com
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