El FEVE (FErrocarril de Vía Estrecha) ha sido una de las mayores arterias de comunicación del norte de España. La conexión entre País Vasco y Galicia a través de este entrañable tren ha sido muy importante para vertebrar los viajes entre unas zonas que hace años no tenían tan fáciles accesos directos por carretera. Con la construcción de la autopista A-8 y la mejora de las infraestructuras, el FEVE perdió su lugar hasta su práctica desaparición.
Vamos a recorrer casi todo el norte en bicicleta en tres etapas que nos llevarán desde Bilbao a Gijón. Salimos, de hecho, de la estación de FEVE de Bilbao, en Basurto. Para salir de la ciudad utilizaremos el margen izquierdo de la Ría, aunque nos tocará un leve callejeo al principio. Precaución con el tráfico. Baracaldo, Sestao, Portugalete, Santurce… vamos a intentar ir por toda la orilla posible. Carreteras secundarias en la medida de lo posible. Nuestro objetivo es el mar, la conexión del Feve (alguna estación visitaremos) y disfrutar del paisaje. No hay prisas más allá de llegar al destino antes del anochecer, que, por ser otoño, no será muy tarde. Como estamos preparados y hartos de dar pedales por grandes puertos, esto nos parecerá un mero paseo. Aunque la geografía norteña nos tenga reservada algunos repechos y puertecitos muy interesantes.
Pasamos a Cantabria y aquí sí que nos haremos coincidir con la Nacional durante algunos kilómetros. Al ser paralela a la autovía, el tráfico se reduce muchísimo. Aún así, hay que ser cautos y velar por nuestra seguridad en todo momento, rodando en una formación fácil de adelantar y realizando paradas para disfrutar de las vistas. Pasado Laredo, nos adentraremos en las marismas de Santoña. Cuidado con el viento en esta franja. Con olor a mar, nos acercaremos al faro de Ajo, con vistas sobre los acantilados próximos que con la luz adecuada nos van a dar instantáneas magníficas. El cielo nublado y la leve lluvia no nos lo permitieron en esta ocasión.
Seguimos ruta y pronto encontramos el alto de Ajo, un puertecito que nos hará sudar. Ya llevaremos castigo en las piernas, por lo que habrá que ir pensando en parar a repostar. Lo haremos en los acantilados de Loredo. Aunque el tráfico nos empujó finalmente a la idea de comer en la playa de Somo. El ruido de las olas es una recompensa magnífica a tanta pedalada con lluvia, intensa a tramos. Aunque llegados a nuestra parada, parece amainar. Tras el necesario receso, seguimos ruta hasta Santander. Al entrar en una gran urbe, de nuevo habrá que encender las alertas. En lugar de llegar directos al hotel, atravesaremos la señorial ciudad para visitar el faro de Cabo Mayor, desde donde se disfrutan más acantilados. Unos 140 kilómetros que habrán merecido la pena.
Al día siguiente, el sol alterna a las nubes. Nos damos por satisfechos. Desayunamos junto a la estación de ferrocarril de Santander y arrancamos. Toca una etapa dura e intensa, por lo que habrá que tener toda la positividad del mundo y no acordarse en la medida de lo posible del dolor de piernas del día anterior. Abandonamos la urbe por la CA-231 que nos hará transitar Liencres. Bajaremos a la playa y nos arrepentiremos a la vuelta por el cuestón que nos tocará ascender de regreso. Las dunas de Liencres siempre merecen ese esfuerzo. Aunque la mejor instantánea se tomará desde la parte alta del pueblo. Nos dirigiremos a Suances, donde arrancará una subida dura, el Mirador de Ubiarco, aunque el panorama y el balcón sobre el mar y la costa es tan magnífico que merece la pena. En Santillana del Mar pararemos a tomar un refrigerio y a visitar la villa de las tres mentiras: ni es santa, ni es llana ni tiene mar. O al menos eso dicen las malas lenguas.
Nos ponemos de nuevo en marcha para pasar Oreña y desviarnos a terreno salvaje. Nuestras bicicletas de MTB nos pedían ya camino, por lo que nos adentramos en superficies más aptas para nuestras máquinas y visitamos los acantilados de Puerto Calderón y su pequeña bahía. La palabra es: espectacular. Iremos transitando de acantilado en acantilado, esta vez sin seguir ninguna guía más allá del mejor camino que encontremos para enlazarlos: La Sartén y El Bolao. Volveremos ahora a carretera aprovechando el asfalto de un barrio cercano a Cóbreces para visitar brevemente esta pequeña localidad que tiene dos grandes iglesias. Interesante.
Pese a que se nos echa la hora de comer encima, estamos disfrutando tanto que no nos importa. Pasado el bonito Comillas, llegaremos al Parque Natural de Oyambre y aprovecharemos una de sus playas para comer. En este caso, elegimos la de Bederna, que era la más próxima a la carretera y con más fácil acceso para nosotros. Los repechos son constantes y las vistas cuando ganamos altura son una delicia. Nos queda el último tramo. Se pone a llover, por lo que aceleramos la marcha y dejamos para otra ocasión los acantilados de este tramo. Hay que llegar a Ribadesella como sea. Lo haremos con una buena paliza por la dureza del recorrido y porque además la intensidad de la lluvia nos hace llegar calados al hotel. Prioridad: ducha caliente y cambio de ropa.
El tercer y último día nos trasladamos de Ribadesella a Gijón. La mañana amanece nublada, con amenaza de lluvia por la tarde, como el día anterior, por lo que trataremos de darnos toda la prisa que nos sea posible, incluso sacrificando algún destino. Habrá más ocasiones, por lo que no nos importa. Visitamos en primer lugar la Ermita de la Guía, en un alto junto al mar que da una perspectiva maravillosa sobre la Ría y la localidad. Subiremos, eso sí, sin bici, ya que los escalones nos hacen más difícil cargar con ella. Una vez ya en ruta nos adentraremos en la majestuosa ascensión al Mirador del Fito. Desde la cima, su impagable balcón a la montaña y al mar nos permitirá disfrutar de preciosas imágenes.
Superado el mayor obstáculo del día, tendremos que ser cautos en el descenso. No porque sea especialmente peligroso, sino por la humedad del día anterior, que se deja notar no sólo en la temperatura, sino en el firme. Mucho tráfico en este tramo. Pasaremos Colunga y nos adentraremos en Lastres, nombrado como uno de los pueblos más bonitos de la costa. Nuestras MTB están respondiendo de maravilla y sus piñones altos nos servirán para superar la cuestona que supone esta localidad. Disfrutamos de sus miradores y seguimos hacia la playa de Rodiles, una de las más bonitas de Asturias y todo el Cantábrico.
En constantes subes y baja, y siguiendo un auténtico enjambre de carreteras, llegaremos al Mirador de la Providencia, desde donde ya avistamos Gijón. Tomaremos ahí el camino costero para bicicletas y viandantes que nos conecta con la playa de San Lorenzo, la más famosa y majestuosa de la localidad asturiana. Una vez llegados a este punto, buscaremos la estación de Feve y terminaremos ahí nuestra aventura tras nada menos que 102 kilómetros de gran intensidad.

Texto y foto: Lucrecio Sánchez (@Lucre_Sanchez)
Mapas: Renfe