No es la zona más provechosa para ascender grandes colosos. La Cerdanya es una zona que se encuentra a camino entre la alta montaña a ambos lados del valle que supone y una zona llana, de descanso entre tanto pico y puerto. Ese corredor sin tantos metros de desnivel incluye sorpresitas en forma de subidas como Guils de Cerdanya, Talltendre o los más evidentes de Lles o Aransa.
Existen varias rutas para alcanzar la cima de esta montaña, que atraviesa la localidad de Meranges, a la que como decimos se puede acceder desde tres carreteras que parten de la N-260, el conocido como Eje Pirenaico. Vamos a elegir la que pasa por la pequeña localidad de Olopte (la que está ubicada en el medio de las tres opciones). Es mucho más dura en esta fase inicial, la que atraviesa este pueblito de montaña. Pasada la travesía vienen los tramos más duros, con rampas cercanas al 15% y un kilómetro en torno al 9%. Será, de largo, el más duro de toda la ascensión. Pirineos en estado puro.




Seguimos ganando altura a media ladera, con algo de sombra dependiendo del momento del día en el que ascendamos. A tres kilómetros de llegar a Meranges las rampas desaparecen y los porcentajes serán ahora del 3%, un descanso bastante claro. No será hasta que atravesemos la localidad que la rampa no cobre de nuevo entidad. Y así será, regresando al 8-9% durante más de un kilómetro. Esta vez por un tramo más amplio, llegando a los tres kilómetros.
Cuando llevamos 12 kilómetros de subida (en los que habremos ascendido unos setecientos metros, lo que arroja una media aproximada del 6%, lo cual ya es una cifra bastante respetable) encontramos un pequeño parking. Desde ahí el firme empeora y nos abandona unos tramos más adelante. Desde ahí seguimos hacia la cima, coronada como la quinta carretera más alta de Catalunya.
Estos últimos metros por encima de los 1800 metros se nos harán difíciles, ya que el oxígeno empieza a escasear. Al coincidir con el tramo sin asfaltar, más a favor de respetar toda la subida, no nos vayamos a encontrar con una sorpresa en forma de pájara. Lo descubierto del puerto nos puede ahogar por calor y pagar el esfuerzo cuando lleguemos a esta zona final.




Hay algo más de sombra y la pendiente se va relajando para coronar en un falso llano. Así se termina con una buena vibración sobre la subida. En la bajada es importante recordar el tramo con algún agujero, aunque la subida al parecer ha recibido algún arreglo en los últimos tiempos. Aún así, como acabaremos de ascender, recordaremos los puntos calientes del descenso.
Si queremos establecer una ruta de montaña en la zona, tal vez debamos combinar todas estas pequeñas subidas en el ala norte del valle, como Lles, que pasa a ser ya la provincia de Lleida. O alguna de la parte francesa, que sí permite encadenar perfectamente subidas de todos los niveles. En la zona de Alp tenemos los clásicos de Masella, La Molina, Toses o la continuación hacia la Creueta antes de pasar al otro valle, el de Lillet o el Berguedá.

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Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: 1001puertos.com