Siendo Torre el punto más alto de Portugal, la Serra da Estrela, que por desgracia ha sufrido el daño de los incendios en una constante verano a verano, es también una de las zonas más atractivas para realizar cicloturismo. Los múltiples accesos a la cima (Seia, Manteigas, Covilha…) ofrecen la posibilidad de combinarlas entre sí para poder disfrutar de varias ascensiones a grandes colosos como este.
La de Covilha puede ser la más dura, con ascenso en escalera y zonas muy duras tanto en la zona central como al final. Ese subir a base de zonas de pendientes acusadas y descansillos es muy habitual en todas las caras para subir a estos observatorios que se encuentran en la cima de Portugal. Para llegar a la base de cualquiera de los inicios de Torre hay que sudar si venimos en bicicleta. Es una zona muy montañosa del interior del país luso, con pequeños puertos por aquí y por allá y terreno muy abrupto en lo altimétrico. La Volta a Portugal hace incursiones en la zona cada año y los ciclistas comienzan a subir el coloso ya con las fuerzas muy mermadas.
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Los fuegos han dejado muy debilitada la zona en cuanto a vegetación. En el último año, la grandissima ascendió a la cima de Torre con un incendio declarado e imágenes de los ciclistas dejando atrás grandes cortinas de humo. No existe una importante presencia de árboles ni zonas verdes, aunque como es lógico en épocas otoñales y primaverales en las que las precipitaciones son más regulares el paisaje embellece con respecto al árido verano, donde el color predominante en las partes altas son el amarillo y el gris de las rocas.
En las alturas existe una especie de altiplano que conforma todo este complejo núcleo de montañas. En la cima hay restaurantes, tiendas de productos típicos, e incluso una estación de esquí, la única de todo el país. Al ser la cima más alta y rozar los dos mil metros de altitud, es obviamente el lugar donde es más sencillo ver el blanco elemento.

Las ascensiones hasta la Serra da Estrela, pensada como una continuación del Sistema Central español, requieren de mucha paciencia y buena forma. En épocas estivales, mejor recurrir a las horas más frescas del día, ya que la protección del sol es inexistente. El viento suele ser también molesto, ya que es un puerto muy abierto. El asfalto en general se encuentra en buen estado, sobre todo en sus dos vertientes principales, las de Seia y Covilha, que suelen ser las más transitadas por el ciclismo profesional.
Existen también subidas por pista de tierra, aunque existe mucha menos información sobre su estado y características. Torre garantiza, eso sí, muchos kilómetros de ascenso y dureza para dar y regalar. Como curiosidad, se llega a una rotonda, que es la que marca el vértice geodésico en la que existe un particular obelisco que apunta al cielo. Es la forma de alcanzar en Portugal los 2000 metros exactos, ya que restan siete para que la cima los alcance de por sí.




La belleza de los parajes está fuera de duda, al igual que su encanto. Lástima de la erosión que año tras año sufre ya no por las cada vez más duras condiciones climáticas, sino por la ceniza que cubre el paisaje a cada poco. En la cima propiamente dicha, como la vegetación escasea, es difícil que el fuego la alcance. En ocasiones hay restos de nieve e incluso un pequeño lago cerca del cruce de ambas vertientes, en el mismo desvío hacia la cumbre.
Las cuatro (conocidas) vertientes merecen la pena por tener miradores espectaculares sobre, por ejemplo, valles de origen glaciar, o visitar enclaves en forma de paisaje o pueblos de montaña que son una auténtica delicia. Los valles y las rocas forma postales que recuerdan en cierta medida a los valles canarios o incluso de algunas zonas pirenaicas.




Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: Volta Portugal y Tiago Anselmo