Lo paradójico en los casos de ciclistas tan exageradamente completos es que precisamente debido a ese gran talento acaban perdidos en la indefinición, sin arrasar en el terreno que debían por las distracciones de esas otras carreras. Fue el caso de Claude Criquielion, un maestro en las Ardenas, aunque también en las piedras al tiempo que en las vueltas de una semana, pero también en las de tres. El que mucho abarca, poco aprieta, dicen.
Un dicho que funcionó poco para algún que otro ciclista belga que comienza con Eddy y termina por Merckx, pero que sí aplicó en parte al corredor que ahora nos ocupa, si bien fue capaz de coleccionar victorias muy variopintas, con una paleta de trofeos más que interesante.
Un ciclista que arrancó en el profesionalismo de la mano del KAS español, y hasta que en 1991 colgó la bicicleta luciendo el maillot del Lotto Superclub, más de treinta victorias fueron cosechadas. Cinco tuvieron lugar en las clásicas, con predominancia para las belgas, donde Claude tuvo un rendimiento espectacular. Entre 1985 y 1987 no bajaría del 4º puesto en las Ardenas belgas. Estuvo muy cerca de cerrar el doblete Flecha – Lieja en el primero de esos años, siendo segundo en la última de ellas. En el último se llevó, además, el Tour de Flandes. Fue su único monumento y mejor victoria, sin lugar a dudas, junto al Mundial que conquistó en la ciudad de Barcelona.
Para observar su versatilidad, indicar no sólo que fue top ten en el Tour de Francia en un total de cinco ocasiones (5º en 1986 con lo ‘caro’ que estuvo aquella edición), sino que llegó a pisar el podio de la Vuelta a España. En su único Giro fue 7º, lo que da idea también de su regularidad y consistencia. España se le daba especialmente bien, porque además del podio en la Vuelta y el Mundial conseguido en Barcelona, triunfó en una clásica complicada como es San Sebastián. En su primer año, logró la Escalada a Montjuic y la Setmana Catalana, pruebas extintas en 2023, pero que en su día reflejaban un buen prestigio para sus ganadores.

Tuvo el honor de cumplir un bonito sueño para todos los ciclistas belgas, que es lucir el maillot de campeón nacional en su última temporada como ciclista profesional. Conquistó la carrera en 1990 y ello le dio derecho a portarlo durante gran parte de 1991. No en el Tour, donde lo hizo su compatriota Benjamin Van Itterbeeck.
En realidad, en medio Tour, ya que su antiguo compañero de equipo se bajó en la mítica y recordada etapa de Val Louron en la que Miguel Induráin lució su primer maillot amarillo. Criqueilion se bajó de la bicicleta a final de aquella temporada, ya con resultados más discretos y eligiendo la París – Bruselas como el día adecuado para despedirse del pelotón.
Pero aún antes de aquel mes de septiembre, aún tuvo dos coletazos de clase, siendo segundo tanto en Flecha Valona como en Lieja Bastogne Lieja, esas dos carreras en las que había construido un espacio de gran prestigio. Un buenísimo resultado para un ciclista que se estaba marchando del ciclismo y ya con 34 años, una edad muy avanzada para la época.
Doce años en la élite ya eran suficientes. Aunque se despidió del ciclismo sin haber ganado una sola etapa en grandes vueltas, lo que no deja de ser paradójico en un ciclista de tal presencia en puestos cabeceros de las clasificaciones generales y las clásicas. Vamos, que instinto no le faltaba al belga en resolver etapas precisamente.
Un modelo que después han seguido otros ciclistas, como por ejemplo Alejandro Valverde, con habilidad para ser prolífico en muchos terrenos y al mismo tiempo acumular un palmarés que no le hace justicia real. El contador de victorias podía haber sido mucho más alto en el caso de Criquielion y en el de Valverde, con toda la distancia que existe entre ambos, que se nutrieron de estar siempre ahí por su calidad y acumularon una cantidad ingente de segundos y terceros puestos en carreras importantes.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: Diario Sport