Ciclistas

Claus Michael Moller, el ciclismo danés de segunda

Dos velocidades en el ciclismo, todo el mundo lo sabe. Está la élite y después están todos los demás, sin una clase media que termine de estar a caballo para competir con los equipos top. Lo mismo pasa con los ciclistas, con un escalón bastante notable entre los capos y estrellas del panorama mundial y los demás favoritos. Entre los nacionales daneses sucede lo mismo, basados sobre todo en una diferencia notable: los que han estado y triunfado en el Tour de Francia y los que no. 

Nombres como Riijs o Rasmussen se han visto salpicados por sus casos particulares. Cort Nielsen o Vingegaard son dos corredores que están de actualidad y que actualizan al ciclismo moderno la bandera danesa, haciendo olvidar un tanto a sus antecesores, envueltos en tanta polémica. Entre esos casos extremos, desde los antiguos ídolos, que realmente lo fueron en Dinamarca, hubo uno bastante curioso. Tuvo problemas también con las sanciones por doping. De hecho, fue sancionado de por vida con la Selección Danesa. Regresó al pelotón y viró su carrera hacia equipos más modestos. Un ciclista que no tuvo ocasión de estar nunca en la élite, sino en equipos portugueses de nivel medio. Su paso, por ejemplo, por TVM, aquel equipo holandés de grandes clasicómanos o el italiano Alessio, se resolvió con una sola victoria en uno de los Trofeos de la Challenge de Mallorca, en 1999 (Alcudia). No consiguió victorias más allá de ser un toque exótico en dichas escuadras. Fue 17º en el último Giro en el que compitió, un recordado Giro de 1998 con bastante buen nivel, lo cual le da mérito y habla de su calidad como ciclista. 

En Maia Milaneza fue algo más serio su rendimiento, su presencia en ciertas plazas. Por ejemplo, fue su vía de participación habitual en la Vuelta a España, donde logró la mejor de sus victorias. Sucedió en el año 2001. Se estrenaba un puerto al que llamaban el ‘Mont Ventoux español’, calificación pelín exagerada. Se trata de Aitana, la base militar que corona la provincia de Alicante, y que se subía por primera vez en la ronda española o en carrera ciclista alguna. Decepcionó el apodo en el sentido en el que se vio pronto que la subida no tenía mucho que ver con el ‘Gigante de la Provenza’, aunque generó mucha expectación y fue una etapa bonita. 

Pues bien, el ganador de aquella etapa, con un duelo Sevilla-Casero bastante entretenido, fue Claus Michael Moller. Arrancó de entre el grupo de favoritos y nadie le siguió. Buscó el momento adecuado, cuando las miradas estaban en el duelo por la clasificación general y se plantó en meta en solitario. Bordó aquella participación en la Vuelta con un octavo puesto final que habla a las claras de que había ciclista, de que calidad en comparación con el resto del personal del pelotón le sobraba. 

Su presencia en Maia le hizo participar en mucho calendario portugués. La Volta a Portugal cayó en sus brazos en 2002. Carreras como Algarve, Alentejo, la Subida al Naranco… en ese tipo de pruebas basó su palmarés. Coincidió con gente como José Azevedo, a la postre coequipier del ínclito Armstrong, Joan Horrach, que hizo carrera en Caisse d’Epargne, o Ángel Edo, el buen sprinter del Kelme. Un equipo con mimbres para conseguir muchas más cosas de las que ya hizo, aunque para hablar de los méritos del conjunto luso ya habrá tiempo. 

Moller, un escalador interesante que también rendía en las etapas contrarreloj. Por unas cosas o por otras, finalmente se quedó en un corredor del montón, si bien sus compatriotas daneses pese a pasar al ostracismo por dopaje sí gozaron de mucho más reconocimiento por haber triunfado en el mes de julio. En el Tour sólo pudo participar en una ocasión, con el Alessio italiano, en 2004. Consiguió terminar en una discreta 70ª plaza, cumpliendo un sueño que no pudo llevar a cabo con el propio Maia, que soñaba con ser el primer equipo portugués en ser seleccionado para participar en la Grande Boucle. 

Escrito por Lucrecio Sánchez

Foto: Sirotti

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