Puertos Cicloturismo

Col de la Madeleine, la clave de los Alpes

Quien esté habituado a coronar colosos, sabe distinguir muy bien cuáles de esas gigantescas montañas se diferencian de las demás en algún detalle. En algunos casos será en el firme, en otros en los efectos que produce la altitud. En el caso de la Madeleine, puerto mítico donde los haya, el rasgo distintivo es dureza sin excesos. Con longitud y sin descanso alguno. Al menos por la vertiente de La Chambre, donde la zona más cómoda de la subida es precisamente su inicio en la localidad alpina. 

La carretera siempre estará bien por este lado de la montaña. Al ser acceso directo a la estación de esquí de Longchamp, tiene un mejor mantenimiento. El porcentaje medio se instala sobre el 7,5%, con rampas máximas que apenas llegan al 14. Eso da idea de la constancia, regularidad de este col. Por si fuera poco, son veinte kilómetros de infierno, donde las sombras brillan por su ausencia. La altitud se deja sentir a partir de los 1800 metros, así que al haber alcanzado y rozar por poco los dos mil, será otro factor a escuchar. Si encima concatenamos este esfuerzo con otros colosos…   

Más irregular es la cara norte, la que asciende por Boneval. El asfalto, siendo bueno, tiene un punto menos de calidad con respecto a la vertiente opuesta. Los mojones que indican el recorrido a completar hasta la cima se nos hará interminable. Si los 20 kilómetros desde La Chambre se iban a hacer un infierno, desde Freissons va a ser una auténtica tortura. Eso sí, alternamos zonas de gran dureza con breves descansos y descensos. Esa sensación de escalonar la dureza no nos librará de un tramo final absolutamente criminal, donde el 10% se instala de forma definitiva en las medias kilómetro a kilómetro. Por si fuera poco, el viento aquí será un estorbo, ya que al confluir en valle en la carretera es un compañero de viaje bastante común. Aún en la cima hay rutas para bicicletas de montaña o gravel que nos permiten continuar, por ejemplo, hacia los dominios esquiables más altos que recorren prácticamente toda la montaña. 

En invierno son pistas, en verano sendas para perderse. La combinación con otras subidas puede merecer la pena. Habrá que considerar el nivel de forma que se tiene y el tamaño del esfuerzo a llevar a cabo. Desde los clásicos Croix de Fer o el bonito Chaussy, que enlazan perfectamente con este puerto, hasta los Courchevel y compañía que asustan desde el otro lado. Todos largos, sin pendientes altas y con el reto de poner a prueba la resistencia de las piernas y de la bicicleta. 

Los descensos son técnicos por la velocidad que se toma. En seco, no debería haber problema. Con agua alguna curva debe ser tomada con máxima precaución.

Reportaje más amplio en 1001puertos.com

Texto: Lucrecio Sánchez  (@Lucre_Sanchez)
Fotos: 1001puertos
Incluido en el nº5 de High Cycling (especial Vuelta)

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