La extraordinaria trayectoria de José Miguel Echávarri como director deportivo es muy conocida. Ligada al nacimiento del Reynolds, al boom de Pedro Delgado, al descubrimiento y crianza de Miguel Induráin y a tantos otros hechos que ya conforman con letras de oro el pasado de nuestro deporte. Siempre quedará algo que añadir. Siempre quedará algo más que descubrir. Sin embargo, no será el objeto de este artículo. Porque es harto conocida la trayectoria de este laureado ex director deportivo.
Hoy os contaremos algunos detalles de su trayectoria deportiva como ciclista profesional. Que consideramos es mucho más desconocida. Algo totalmente comprensible. Porque la trayectoria de José Miguel Echávarri como ciclista profesional no puede en nada compararse con los triunfos obtenidos en su faceta de director deportivo.
Antes que ciclista profesional, como todos, José Miguel fue un niño. Un niño al que le apasionaba el ciclismo. Lo que hoy consideraríamos un auténtico “friki” de esto, y con el que tantos lectores se identificarán. En sus tiempos mozos no había redes sociales. Ni retransmisiones televisivas en las que uno podía disfrazarse y alcanzar sus segundos de gloria ante millones de espectadores. Las formas de mostrar frikismo eran otras. Y vaya que sí las encontró José Miguel Echávarri…
El 8 de mayo de 1963 la Vuelta a España llegó a Pamplona. En aquella etapa que finalizó en la calle Taconera se impuso Pérez Francés. Un galo, un tal Jacques Anquetil, portaba aquella tarde el maillot amarillo. Un galo que, una vez acabada la ceremonia del podio, se dirigió a su hotel a recibir el preceptivo masaje. Con toda la cara del mundo, un niño de quince años se coló en la habitación donde Anquetil recibía su masaje. El masajista intentó echar a aquel niño. Sin embargo, Anquetil le dijo que no le importaba que aquel chico se quedase allí mirando. Lo que ninguna de aquellas tres personas presentes en aquella habitación podría haber imaginado es que aquel chico y Jacques Anquetil fueran a ser futuros compañeros de equipo en una escuadra profesional. Sí. Ya lo habrán adivinado. Aquel niño se llamaba José Miguel Echávarri.
Años después, Echávarri declaraba que para él, el poder ver a Anquetil era un sueño. Que le miraba como alucinado: “Anquetil era todo un caballero. Un caballero en bicicleta. Lo más parecido que conozco a Miguel Induráin”.
Aquel niño fue creciendo y era ya ciclista. En 1968 se proclamó campeón navarro de aficionados. Fue una curiosa carrera, en la que Echávarri y su gran amigo, José Luis Galdámez, se engañaron mutuamente. Galdámez y Echávarri acordaron el día anterior a esta carrera el ayudarse mutuamente para que uno de los dos se proclamase vencedor. Sin embargo, horas después, entraron en acción las órdenes de equipo. Y es que uno corría para Ferrys y otro para Kas. Al día siguiente, antes de comenzar el campeonato, ni Galdámez ni Echávarri contaron a su amigo nada de la modificación del pacto. Aún así, Echávarri subió al escalón más alto del podio.
No fue una trayectoria excesivamente destacada la de Echávarri en amateurs. Sin embargo, en 1969 iba a debutar en profesionales. Nada más y nada menos que en el equipo francés Bic.
En aquella escuadra había ciclistas de muchas nacionalidades para lo que entonces se estilaba. Y ahí, en su última campaña como profesional, en la concentración de Antibes previa al comienzo de la temporada, Anquetil iba a volver a ver a aquel polizón que se coló en su habitación en el hotel de Pamplona. Echávarri tenía en Bic a otros dos compañeros españoles, Pérez Francés y Balagué. También a Aimar, Wolfshohl y Janssen.
Pero en aquella plantilla del Bic de 1969 había varios ciclistas que posteriormente iban a tener mucha importancia en el devenir de nuestro deporte. Aparte del propio Echávarri, y su posterior trayectoria triunfal como director deportivo.
Allí corrió hasta el 30 de agosto José Samyn. Samyn falleció ese día en el Critérium de Zengem. Y como en 1968 se hubiera proclamado vencedor de la primera edición de la carrera Fayt-le-Franc, la organización decidió renombrarla con el nombre de “Le Samyn”; denominación que todavía perdura en la actualidad.
También corría un luxemburgués. Un tal Johny Schleck, que llegó a tener dos hijos llamados Frank y Andy.
Estaba también un francés, Jean Marie Leblanc. Este hombre llegaría a ser nada más y nada menos que director general del Tour de Francia desde 1989 hasta 2005, período en el que Echávarri ganó 5 Tour de Francia como director deportivo.
Sobre esa época, relataba Echávarri que llegó a ese equipo casi como invitado. Eran 24 ciclistas, con Raphaël Géminiani como director. No tenía problema el de Abárzuza en reconocer que él era el ciclista más flojo de aquel plantel. Su primer sueldo fue de unas 8.000 pesetas al mes (unos 48 euros actuales). En la concentración previa de Antibes, solo Anquetil y él no compartían habitación con nadie. Anquetil, en su último año como profesional, todavía impresionaba al navarro: “Era mi mayor ídolo como ciclista y ahora estaba con él en el Bic”.
Y haciendo balance, Echávarri declaraba que había sido un privilegiado en su trayectoria vinculada al ciclismo: “Corrí con Anquetil, vi pasar a mi lado a Eddy Merckx, luché como director contra Hinault y he asistido de cerca de los triunfos de Miguel Induráin”.
A finales de aquella campaña de 1969, en octubre, Echávarri inicia el servicio militar en Pamplona. Para la temporada 1970 Anquetil ya ha abandonado el ciclismo profesional. Echávarri continúa en nómina de Bic. Pero sus deberes militares apenas le impiden competir. Sin embargo, es en esta temporada de 1970 cuando Echávarri consigue su único triunfo profesional. Lo hace en el Gran Premio de San Lorenzo en Huesca.
Pese a aquel suceso de “engaños” en el campeonato navarro de amateurs de 1968, la estrecha amistad de Galdámez y Echávarri se mantenía. Cuando el equipo portugués Oporto-Antracol le pregunta a Galdámez, que por entonces corre para Coelima, para fichar a un buen esprinter para la campaña de 1971, Galdámez da sin dudar el nombre de José Miguel Echávarri.
Echávarri hizo un buen contrato con el Oporto-Antracol. Ganaba 15.000 pesetas al mes –“el doble de lo que cobraban los corredores medianos del Kas”-. Pero corrió muy poco, por no decir nada. A José Miguel le pagaban el alojamiento en la ciudad portuguesa, en una residencia con otros futbolistas y deportistas del club blanquiazul. Así que Echávarri les pidió a los dirigentes del club luso que le dejaran volver a Pamplona a entrenar. Así lo vieron también los dirigentes, y le permitieron volver a Navarra. Echávarri seguía entrenando y cobrando hasta el final de temporada. Fue su último contacto con el ciclismo como corredor….
Luego vendría lo demás.
Escrito por: Raúl Ansó Arrobarren (@ranbarren)
Foto: Sirotti