Vetusta Morla inspira estas líneas con la canción de dicho nombre, que dice y cito textualmente: “Una caja de recuerdos y fiestas de guardar, media vida en cada intento y la otra media en pinzas de metal. Ya es un clásico seguir la zanahoria con tu aliento aquí detrás”
Literalmente, estos versos definen a la perfección lo que para mí es el ciclismo invernal. Atrás quedaron las fiestas del ciclismo en ruta, mi disciplina fetiche, y los recuerdos que brotan de mi mente permitiéndome avanzar, son muchos y además claros.
Comenzó el año de manera disonante, llamando la atención y permitiéndonos disfrutar, con carreras como la Strade Bianche, que bien merecen verlas una y otra vez. Pasaban los días y el miedo nos penetraba profundamente con suspensiones de pruebas como la Paris – Roubaix, pero nada más lejos de la realidad, fueron muchas las zanahorias que perseguimos, y nos hicieron soñar.
El Tour de Flandes, el tríptico de las Ardenas o la Flecha Brabanzona nos permitían avanzar de manera armoniosa en este 2021, para dar paso a un Giro repleto de altibajos y después a un Tour de Francia esplendoroso. No contentos, esperábamos más, ansiosos vivimos la clásica de San Sebastián y La Vuelta a España, pasando por los Juegos Olímpicos y llegando hasta el Mundial y la deseada Paris – Roubaix, no nos dábamos cuenta, pero éramos felices.
Ahora, repletos de recuerdos… repletos de fiestas regaladas en este 2021, no nos damos cuenta de que la escena continúa con otro toque más invernal, con aroma a barro y frio emanando de nuestra boca cada vez que hablamos. El ciclocross, la pista o la montaña, todo va ganando cabida en nuestro corazón.
Porque sí, los cuarteles de invierno son un duro lugar en el que refugiarse cada noviembre, pero más allá de todo eso vemos la luz y sobre todo, esperamos impacientemente un nuevo amanecer.
Escrito por: Sergio Fernández Yustos (@sergioyustos_)
Foto: @ACampoPhoto