“Para mi esto es una vergüenza, si aceptas venir a una vuelta vienes con todas las condiciones. Con esto haces mierda a la marca Giro”. Antes de que a alguien se anime con la demagogia, son las presuntas palabras de Damiano Caruso que circularon por redes sociales, un ciclista inmerso en el Giro de Italia, con dorsal, voz y opinión. Sin confirmarse si fueron ciertas o no, ya era hora de hablar sobre este ciclista, que en estos momentos se está erigiendo en la voz del ciclismo italiano sobre la carretera, nadando en un ciclismo italiano vagabundo, frágil, y siendo de los pocos representantes de esta bandera con capacidad de mirar a los ojos al podio del Giro de Italia.
Pero a veces, sólo a veces, irrumpe un ciclista que viene al rescate. Obviamente, él hace su carrera y no piensa en erigirse como última esperanza de nada, pero lo es. En este caso un corredor que venía haciendo ruido sin ser escuchado lo suficiente. Despreciado por las opiniones públicas debido a que no es tan mediático, polifacético o explosivo como sí lo son los Pogačar, Roglič, Van der Poel, Van Aert o Evenepoel. Segundo en un Giro de Italia cuando su destino era trabajar fielmente para Mikel Landa, con aspiración e intento de asalto a la maglia rosa en la última jornada de montaña. Al contrario de cómo citan los grandes toreros: de lejos.
De comenzar en el LPR que era más un cementerio de elefantes históricos del ciclismo italiano como Danilo Di Luca, Paolo Savoldelli o Alessandro Petacchi, de los que debió beber en esos inicios, pasó a la estructura de Vincenzo Nibali e Ivan Basso. Todo nombres míticos que se echan en falta. Testigos mudos de cómo el paso del tiempo y el efecto de la globalización acabó por tirar de la manta y dejar los pies de la bota sin cubrir. Ahora desde el Bahrain Victorious, uno de los equipos más potentes del panorama, procura aprovechar sus oportunidades a lomos de una veteranía que en este caso es más que un grado.

Habiendo bregado como nadie, siendo de esos corredores que hacen las generales sin atención mediática, cuando muchos le confundían con Giampaolo, el otro Caruso, suspendido por haber dado positivo. “¿Y puede correr?”, se preguntaban aficionados entonces. Sea como fuere, Damiano, que es quien nos ocupa, fue superando la irrelevancia, el aprovechamiento de esas carreras donde no va ningún otro a hacer la general y poco a poco fue ganando ese peso en BMC, lo que le valió para regresar al lado de Nibali en 2019.
Junto a ‘Lo Squalo’, también siciliano, comenzó a crear una solidez que ha mantenido hasta nuestros días, con esa mayor cercanía cada vez a las plazas de honor, sobre todo en el Tour de Francia, la Meca de todo vueltómano que se precie. Con el segundo puesto le llegó la gloria, las miradas, el aplauso. La alternativa a Egan Bernal en un Giro bastante soporífero tuvo en el italiano un gran valedor del ciclismo valiente, el que aprovecha sus cualidades para, aún estando en lo mejor de tu vida deportiva, intentar ambicionar un mejor resultado. Lo intentó, no salió, ganó una etapa. Nada que reprochar.
Después volvió a coincidir con Landa en la Vuelta a España de aquella temporada. Las intenciones eran completar un palmarés al que le faltaban victorias de tronío. Y las consiguió, vaya si las consiguió. En una etapa para gigantes camino del Alto de Velefique, el italiano encontró la fuga, impuso su escaladora figura y con un ritmo de favorito se plantó en la meta con ventaja suficiente sobre los capos. Victorión tras más de setenta kilómetros en solitario, otra pica en grande y mucha nostalgia en el equipo por no haberle elegido a él como cabeza visible para la clasificación general.

En 2022 la apuesta fue el Tour. Landa quería un último intento por regresar al podio en el Giro y no había corral para tanto gallinero. La apuesta no terminó de salir por la explosión en la etapa del Granon. Media hora en el bolsillo del maillot es demasiada rémora, por lo que fue naufragando durante lo que restó de montaña, con alguna fuga para subir puestos y luchar por la triple corona. El día de Hautacam se bajó debido a dar positivo… por Covid. Nada que ver con su tocayo diez años antes.
Y ahora, mientras el Giro intenta flotar sobre las aguas y las arenas movedizas a las que entre unos y otros intentan arrastrarle, emerge la figura de este escalador bravo como la esperanza por abanderar un ciclismo que en Italia está carente precisamente de bandera. Lo que el ciclismo italiano era en el pelotón y en lo que ha quedado, con pequeños guetos en conjuntos como Trek, Astana, el propio Bahrain…
Mientras Zana y otros jóvenes se deciden a ponerse de puntillas para ejecutar el relevo generacional, él, Damiano, intentará seguir al pie del cañón, con intención de estar presente en las generales que le queden a sus 35 para 36 años. Edad más que razonable para que, a lo Nairo Quintana, empiece a mostrar su codo pidiendo el relevo en el gran grupo. Por el momento, mínimo hasta 2024 tendremos al ciclista de Ragusa entre los pros. Disfrutémoslo.
Escrito por Jorge Matesanz
Fotos: RCS