En estos años de talentos precoces, la trayectoria de Damiano Cunego puede considerarse un recordatorio de que lo importante es durar. Al finalizar la temporada de 2004, Cunego lideraba la clasificación UCI, después de haber ganado el Giro de Lombardía y sobre todo el Giro de Italia, con nada menos que cuatro etapas. Era rápido, ligero en subida, ambicioso y algo pillo, y contaba tan solo con veintitrés años: lo tenía todo para triunfar. Sin embargo, no volvería a pisar un podio del Giro de Italia, ni tan siquiera a ganar una etapa.
Cunego llegó al profesionalismo como un representante más de la factoría de talentos que era la Italia de la época. Ganó el mundial junior en su casa, en Verona, y parecía destinado a grandes cosas, pero muy pronto se quiso hacer de él la esperanza de toda una nación, todavía en shock por la muerte reciente de Pantani. En el Giro de 2004 representó el papel del joven que cuestiona las jerarquías internas, la novedad que refresca de un plumazo el ambiente, aunque fuese más bien una novedad de corta duración.
Gilberto Simoni era el líder indiscutible del Saeco para un Giro que se preveía un paseo, dada la paupérrima participación. Eran años duros para el Giro, en los que las estrellas extranjeras lo ignoraban, condicionados por esas preparaciones milimétricas de cara a julio que tantas cosas ocultaban. Cunego empezó fuerte, ganando al sprint a McGee en Pontremoli, y llevándose un bonito triunfo en Montevergine di Mercogliano. Era el despertar de un gran corredor, versátil y ambicioso.
En la etapa de Falzes, Cunego se marchó en el Passo Furcia aprovechando el marcaje a su líder. Se encontraba bien colocado en la general y consiguió el liderato con una etapa para recordar. Entonces comenzó la batalla interna, un tipo de situación que Giuseppe Martinelli, director de Saeco por aquellas fechas, siempre ha sabido alentar con cierta negligencia. Simoni comenzó su actuación de rey destronado, pero de poco le sirvieron sus ataques y alianzas fuera del equipo. Cunego humilló a su antiguo líder en Bormio 2000 y lo mantuvo a raya en la etapa del Mortirolo, llevándose el Giro con tan solo veintidós años.
Pero después de este veni, vidi, vinci de 2004, llegó el descalabro. En 2005 las cosas no fueron como se esperaban, decepcionando así a los aficionados y a la prensa. No era el mesías esperado, no era un nuevo rey, tan solo un piccolo principe. Buscó refugio en las clásicas y allí, fuera de los focos, comenzó a labrarse con más calma un gran palmarés. De hecho, a día de hoy solamente Fausto Coppi y Alfredo Binda le superan en número de Lombardías. El final de su tiempo llegó en la Vuelta a Suiza de 2011, su última gran oportunidad. En concreto camino de Grindelwald, cuando un ciclón llamado Peter Sagan le pasó por encima. Era la inesperada ola de lo nuevo que, con desparpajo y osadía, acaba engullendo a lo viejo, como siempre sucede.
Escrito por: Ignacio Capilla (@AlpinoGliaccia)
Foto: Sirotti
Incluido en el nº3 de HC