En el equilibrio está el gusto. Los finales en alto aportan ese rush al final de las etapas. Es innegable y además son mucho más atractivos porque llegada la zona de ataque de los corredores, que suele coincidir casi siempre con los últimos recodos de las etapas, esos tramos finales donde hay menos que perder y los equipos se encuentran en zona de riesgo bajo. Al menos, el tiempo que perderán sus líderes no sería excesivo y con un esfuerzo realizado de forma constante y medida, no hay distancia matemática como para producir grandes pérdidas.
El final en descenso ofrece otro tipo de ciclismo. Ese que no solo garantiza espectáculo en la subida, sino también en el descenso a meta. Hay elementos tácticos que se pueden utilizar. En un final en alto, para realizar trabajo a tu líder, si eres un gregario, tienes que andar tanto como él. Sin embargo, en descenso, si tienes habilidad, poco importa lo fuertes que sean tus pedaladas. Eso considerando que el final sea en descenso puro. Si desde que el descenso termine hasta que la meta se acerque hay un tramo llano o donde dar pedales sea importante, el trabajo puede ser más evidente. En llano todo se iguala más, hay más posibilidad de llevar en volandas al líder y ayudarle a conseguir ventaja. Todo ello pensando en atacar. En una táctica defensiva, viene a ser más o menos lo mismo.


Existen varios tipos de final en alto. Unos, como el Alpe d’Huez, hacen razonable cierto tipo de pedalada, de trabajo, de sufrimiento. Se puede rodar. En otros, véase el Angliru, cuentan en demasía otros factores como el peso, la gravedad, la elección del desarrollo y un sinfín de elementos que poco tienen que ver con el ciclismo habitual. La mecánica entra en juego. Existe diversidad en las opciones, siempre hay puertos de diferentes longitudes, desniveles, porcentajes medios, rampas, para variar los desarrollos vistos en la carrera que los ascienda. Los ciclistas tienen la última palabra siempre, pero no tiene por qué ser definitiva. Hay algunos elementos que juegan un papel fundamental que en combinación con el espectáculo que quieran generar los propios protagonistas nos darán un tipo de competición u otra.
Las etapas de gran longitud y fondo tienen un aspecto interesante si acaba en alto y es el hecho de que el desgaste previo provoque que las rampas de cualquier subida, por leve que sea, parezca el Tourmalet. En caso de no terminar en alto, el resultado puede ser igual, es cierto. Hay ciclistas que son muy buenos en motivarse de cara a ese esfuerzo final, otros que van a intentar cobrar distancias para poderse relajar en el descenso.

¿Qué es mejor? Es difícil posicionarse a favor de una y en contra de otra, ya que ambas son complementarias. Hay teorías que hablan de que un final en alto duro podrá condicionar otras etapas previas. Esto en la práctica se ha demostrado relativamente, ya que hay ejemplos para todos los gustos, para confirmar o desmentir todas las teorías. Lo importante al final es que los corredores tengan terreno, para que en caso de querer aprovecharlo y regalarnos un bonito espectáculo, puedan hacerlo.
Escrito por: Lucrecio Sánchez (@Lucre_Sanchez)
Foto: @ACampoPhoto