Con dos etapas solamente disputadas, Patrick Lefebvre ya casi podría darse por satisfecho. Ante la desbandada general del viernes a que los máximos favoritos para la etapa tomasen la salida en los últimos lugares, en Quick-Step se optó por que el subcampeón belga en contrarreloj, Yves Lampaert, la disputase más tarde que el resto candidatos al triunfo. Y se encontró un asfalto ya semiseco.
Una de las decisiones más controvertidas que Patrick Lefebvre debía tomar antes del inicio del presente Tour, tenía que ver con la propia historia de esta carrera, y también de este deporte. Si Mark Cavendish era de la partida, podía superar en número de victorias de etapa al mismísimo Eddy Merckx. Era o esto, o dar su confianza al seguramente mejor sprinter del momento, Fabio Jakobsen. Porque alinear a los dos era de todo punto incompatible. El neerlandés Jakobsen ya ha dado la razón a quienes pensamos que, efectivamente, es el mejor sprinter hoy día. Eso sí. No digo yo que no tenga rivales. Ayer, por ejemplo, el mismísimo Van Aert, que acabó segundo y vestido de amarillo de líder. Otra decisión, la de alinear a Jakobsen en lugar de a Cavendish, que venía a dar la razón al manager belga. Al menos de momento. El único lunar ayer en Quick-Step Alpha Vinyl fue la pérdida de ese maillot amarillo. Pero no creo que les importe en demasía.
Los sprints son así, como el que vivimos ayer en Nyborg. Con los empujones entre Fabio Jakobsen y Peter Sagan incluídos. Hace casi dos años, en la Vuelta a Polonia, nos llevábamos las manos a la cabeza con lo sucedido entre el propio Jakobsen y Dylan Groenewegen. Ayer, a pocos metros de la línea de llegada, podíamos ver al mismísimo Jakobsen enzarzado a empujones con Peter Sagan. De esa pelea salió el neerlandés con la posición ganada, y finalmente consiguió la victoria. ¿Sancionamos a todos? ¿Sólo sancionamos cuando el resultado de las lesiones es muy grave? ¿Criminalizamos a unos y no a todos?
Por lo demás, la etapa resultó aburridilla. El pelotón conformó en la mayor parte del kilometraje la forma de un rectángulo; con un ancho determinado por el ancho de la propia carretera. Nada de filas indias. El paquete rodó con bastante tranquilidad hasta que capturó a Bystrom, el último de los escapados.
Se esperaba con expectación lo que pudiera suceder en el puente Gran Belt. Un paso sobre el mar de 18 kilómetros en el que se esperaba que soplara el viento, en un paraje totalmente abierto a éste. Ahí entró apretando Jumbo Visma. Al poco, dentro del puente, Rigoberto Urán se iba al suelo y sus compañeros se quedaban a esperarlo.
Pero el viento pegaba mayormente de frente a los ciclistas. Apenas hubo más batalla, hasta que el propio líder Lampaert se fue al suelo. Ahí sí que se terminó todo. Pacto de no agresión, y Lampaert que empalma con ayuda de sus coequipiers con el pelotón de cabeza. No sólo eso. Aún le daría tiempo de ayudar a Jakobsen para el sprint final.
De una parte por el viento casi de cara, de otra por el pacto tras la caída del maillot amarillo, vimos momentos como el de unos ciclistas de conversación y de risas a 10 kilómetros de meta, o el mismísimo Thibaut Pinot en cabeza de ese pelotón. Creo que queda todo dicho.
Otra caída en la zona de seguridad de los tres kilómetros previos a meta, propició que Pogacar entrase a meta con las dos ruedas pinchadas, pero aparentemente sin mayores daños en su físico.
Escrito por: Raul Ansó
Foto: A.S.O / Pauline Ballet