La artesanía industrial de la información requiere de más noticias en este inicio de Tour. Cuando lo más noticiable, sprints y caídas aparte, es que Rigoberto Urán tira de atrezo para suplir el tiempo que cede en la carretera, es que el Tour tiene un serio problema. El aburrimiento es el patio en el que juega el diablo, dicen. Por lo tanto, habrá que fantasear, indagar, reivindicar en tanto y en cuanto los ciclistas decidan darnos motivos y distracciones para narrar.
Fue muy interesante el movimiento que algunas ciclistas profesionales, encabezadas por Annemiek Van Vleuten, en reivindicación de las contrarrelojes. Por fin una voz autorizada se alza para reclamar el regreso de la importancia de una modalidad necesaria en las carreras y que ha caído en el desprecio absoluto no sólo de los organizadores, sino en el desdén de aquellos agradadores que aplaudirían la decisión contraria sin pestañear. Los ciclistas, en género neutro, son tan culpables del desprecio a su propia profesión. Si las cronos desaparecen se verán afectadas las propias marcas de bicicletas y componentes, que tendrán menos mercado para el que fabricar.
Si no hay necesidad, tenderán a encoger sus brazos. Y, entre otras muchas afectaciones, tendrán menos motivo y producto para patrocinarse a través de estos ciclistas top que hoy callan. Y que mañana (esperemos que no) llorarán. Los mismos que desprecian la suerte que tienen de poder competir en la mejor carrera del mundo y dejan pasar etapas sin mostrarse al mundo, sin disfrutar, sin ofrecer. Cuántos darían lo que fuese por ocupar su lugar. Únicamente la vista en el pinganillo y el oído en el potenciómetro. Directores con mentalidad de luces de cruce que están conduciendo a su deporte a la más absoluta ruina. La falta de combatividad ayuda tan poco al crecimiento de nuestro deporte como lo ha hecho el dopaje.
Es más. El doping echa a aficionados del ciclismo. Es normal, a nadie le gusta pensar que lo que está viendo es una falacia, pese a las propias zozobras de sospecha que te puedan invadir en algunas situaciones. Pero el desencanto que produce el tedio, el plantearte por qué y para qué ves ciclismo profesional en televisión es aún más grave. Un hecho puedes llegar a aceptarlo, deja una puerta a convivir con la mentira, con lo amoral. Sin embargo, muy poca gente es capaz de sentarse a ver algo que sabe de antemano que va a ser aburrido. Nadie en su sano juicio lo haría con una serie, con una película. O aparece tu equipo en pantalla, y esa representatividad local no existe como tal en el ciclismo, o no soportas cualquier cosa.
Por muchos paisajes que te vendan, que hoy día con la gran oferta de canales puedes elegir qué ver y cuándo. National Geographic o La 2 tienen documentales preciosos sobre casi todas las zonas del globo. El original va a ser por norma general un producto más competitivo. Para ver paisajes, mejor un documental como tal. Las carreras de tres semanas ya tienen la fama de ser las más aburridas del calendario. Y los organizadores tan tranquilos viendo sus cunetas llenas por una visita histórica. Llenas de gente que en su gran mayoría no conocen ni siquiera a los ciclistas top del momento.
Ni siquiera estamos en época de confirmación de fichajes que propicie hablar de este salseo. El final del Tour marca esa sustitución de los rumores por anuncios oficiales. Mientras, debemos comentar declaraciones de Enric Mas, contentísimo con el puesto 68 en la contrarreloj inicial de Copenhague, o las afirmaciones paternalistas de un Froome que sigue corriendo en bicicleta para hacernos disfrutar. Ciclistas que viven en una realidad paralela, encabezando equipos que intentan estar por fin cuanto más en la tierra para salvar la categoría y garantizar así su continuidad en el ciclismo profesional. Mucho mérito seguir en un ciclismo como este. Así de triste es.
Y, por fin, el Tour regresa a Francia. Estas visitas a territorios lejanos son interesantes, abre el melón a más personas que disfrutan del paso de la caravana por sus carreteras. Pero ahora debería comenzar en serio la lucha por el amarillo en París. Llevar el combate a muchos asaltos puede ser la única forma de provocar el error en el rival más temible. Por probabilidad. Las cuestas del norte de Francia intentarán impedir el sprint y la siesta masiva. A ver quién gana esta vez: el espectáculo o las ganas de ver curling.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto: ASO / Charly López
No puedo estar más de acuerdo. Actualmente las Carreras de tres semanas, a excepción de algun momento regalado por algún ciclista que se resiste a la monotonía, són soporíferas.