El Tour vuelve a ser el Tour, al menos por dos días. La fuga costó, se tuvo que trabajar. Era algo que se podía prever. Nadie, en su sano juicio, hubiese esperado la solitaria escapada de Wout Van Aert, flamante maillot amarillo durante más de un centenar y medio de kilómetros para terminar siendo cazado a apenas veinte de la llegada. Hizo trabajar al equipo de todos sus enemigos, sí. Pero se dejó unas fuerzas que bien podía haber empleado en el final de etapa, que se adaptaba bastante bien a sus características, o bien en resguardar sus opciones de seguir de líder o las de sus líderes de seguir siéndolo. Un brindis al sol, un canto del cisne que deja más incógnitas que aplausos, que también. Hinault’86 treinta y seis años más tarde.
Vaya por delante que ¡chapeau! por mostrar esa ambición e intentar el más difícil todavía. La duda está en si fue o no una táctica del Jumbo-Visma. En caso de serlo, bastante posible… ¿cuál? ¿Una forma de desgastar? ¿Una forma de librarse de trabajar en la etapa del viernes? ¿Morir matando? Algún día alguien dirá algo. Mientras tanto, a especular. Lo que sí está claro es que la bicefalia del Jumbo no lo era: ¡era un tridente! Dudar de que Van Aert estaba este año para pelear por el podio del Tour es dudar mucho. Vencer a Tadej Pogacar puede ser tarea inalcanzable para el belga en este momento (¿para quién no?), pero puede estar perfectamente para superar al resto de rivales, que tampoco han demostrado nada del otro mundo en estos días. Algunos no lo han mostrado ni siquiera en todas sus participaciones en el Tour, tan oculto que lo llevarán. Un año más entretenido en menesteres menores como el maillot verde (que podría lograr igualmente) y distracciones varias, cuando podía ser (y es) el gran rival del futuro tricampeón (si el gafe de la Bretaña no lo impide).
Los demás equipos han pagado fantas a UAE. Ineos y cía han caído en una trampa que no era la suya. El desgaste que iba a producir irremediablemente Van Aert no es para aquellos equipos que ya han delatado sus ganas de hacer podio y no luchar por el primer puesto. Poca lectura de carrera. Poco amor por la épica.
Tadej gana en Longwy y mete miedo. Su estado de forma, como vimos en los adoquines, es estratosférico. Da sensación de ser alcanzable cuando el aliento del esfuerzo prolongado acecha su zona roja. Una pista de cómo intentar abordarle. Una pista de cómo no le abordarán. Llegan las metas en alto y es su terreno. Fuera del agua ha sido capaz de vestirse de amarillo, de qué no será capaz cuando esté en su pecera. Si nada lo remedia, pinta a nueva exhibición. Esperemos que nos regale unas bonitas etapas ahora y unos Alpes legendarios, de esos que le hagan pasar definitivamente a la historia de este deporte.
La buena noticia ha sido ver a Roglic pelear un tanto inocentemente el triunfo de la etapa. También ver a un buen Gaudu y al Jumbo valiente pese a perder el liderato. Una isleta aísla a Vlasov y le hace perder unos segundos cuando perfectamente podían haber sido sesenta más. Su equipo, el responsable de ello.
Ahora llega el turno de los escaladores, así que otra unidad de acción entra a jugar. Escapadas a otro nivel, nuevas luchas y una definitiva, la del podio de París, que empezará a encadenar asaltos. Montañas, terreno Pogacar y donde la magia o el desastre pueden coincidir en el mismo punto kilométrico de un paisaje de alta montaña. Objetivo del UAE: sentenciar. Objetivo de los demás: sobrevivir y continuar con opciones… de podio.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto: ASO / Charly López