Cuando la gente ve a este hombre vestido de diablo correr tridente en mano se acuerda de la explosión de su fama en los años de Claudio Chiapucci, apodado curiosamente ‘el diablo’. Esa coincidencia pudo bautizar bien al italiano o bien motivar a este alemán de Reichenwalde, coqueta localidad al sureste de Berlín, a calzarse unas mallas rojas y recorrerse decenas de cientos de kilómetros para espolear a sus ciclistas favoritos. Las fotos con él en plano son míticas, añaden ese tinte épico e histórico que su ‘diabólica’ figura aporta a las mismas, con la simpatía que despierta en los aficionados, que le jalean y celebran en cada cuesta sobre la que se sitúa en espera de los corredores.
Clave para su fama de asistir a las carreras con un disfraz tan reconocible fue empezar a hacerlo en una época en la que los disfraces no eran la nota común, sino la excepción. En la actualidad, subidas como Alpe d’Huez en el Tour de Francia se han convertido en un auténtico aquelarre de corredores que ponen en riesgo al ciclista y a la supervivencia del sentido común y del buen gusto. Senft, en cambio, cayó en gracia. Más allá de portar el tridente y correr durante algunos metros, normalmente en zonas bien despejadas de público, hay fotos míticas de Didi acompañando alguna subida de Marco Pantani o algún otro célebre escalador.
Dieter es también conocido por sus poco ortodoxos inventos. Entró por la puerta grande en el Libro Guiness de los Récords por haber inventado la mayor bicicleta-guitarra de la historia. No era para menos,, catorce metros de largo por cuatro de alto ocupaba la creación. No ha sido la primera ni será la última de este loco del ciclismo. Alguna de ellas con motivo del Mundial de fútbol celebrado en suelo alemán en el año 2006, si bien no poseía una masa de media tonelada como la guitarra-bicicleta, la cual nunca se llegó a mover más allá de su vecindario, que sufría a partes iguales sorpresa y curiosidad por conocer el invento de Didi.

‘El diablo’ curiosamente fue amenazado por la policía suiza al haber inundado la calzada con su famoso tridente, una forma de marcar el territorio. Obligado a borrar la pintada, sí se ha podido ver en numerosas ascensiones del Tour de Francia. También del Giro y de la Vuelta, que por lejanía geográfica ha complicado la logística. Pasar un tridente por los rayos-x de un aeropuerto no debe ser ni mucho menos tarea sencilla. Impagable las explicaciones, por supuesto. En el tiempo que se celebra la grande española Dieter tenía una buenísima excusa para acudir a escasas ediciones, y era la coincidencia con la extinta Vuelta a Alemania, también en el mes de septiembre.
En su historial hay al menos treinta años de asistencia verano tras verano al Tour de Francia con la salvedad de julio de 2012, año que el maillot amarillo fue a parar a los británicos por primera vez pasando por la espalda de Bradley Wiggins. Ver el Tour sin Didi es como un partido de la Selección Española sin Manolo el del bombo. Por suerte, recuperó la tradición e incluso la amplió con el Campeonato del Mundo de esa misma temporada (Valkenburg), el Giro de Italia, en el que ha lucido un mono rosa como base de su disfraz, o las Olimpiadas de Atlanta en el ya lejano 1996.
Nadie como él y sus caras para representar este papel en las carreras. Las televisiones ya están pendientes de dónde se ubicará Didi, algo cada día más complicado por la cantidad ingente de imitadores que han irrumpido en escena a lo largo de los últimos años.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: Eurosport // Interior: Wikimedia Commons (Nicola)