Todos los aficionados al ciclismo de competición sabrán ya a estas alturas qué ha pasado en la Milán – San Remo, el primer Monumento de la temporada y apertura de la considerada primavera ciclista. Mathieu Van der Poel suma Via Roma a sus tierras conquistadas, en esta ocasión de poder a poder con dos ciclistas que van a terminar por soñar con él: Tadej Pogačar y Wout Van Aert. De ambos se zafó en la cima del Poggio, esa tachuela que después de casi 290 kilómetros es para muchos análogo a coronar el Annapurna o cualquier otro ochomil. El descenso fue una huida hacia la historia, una liebre que corría más que los atletas. Brazos en alto, recuerdo a su abuelo y los Alpecin enlazando abrazos. Día redondo.
Crónica de la Milán San Remo 2023
Tiempo de análisis y de extraer conclusiones:
Van der Poel fue el más fuerte sin discusión
El neerlandés supo leer la carrera a la perfección. Sabía que el UAE estaba preparando la arrancada violenta de Tadej Pogačar, que efectivamente llegó en el último kilómetro del Poggio. Se soldó a su rueda junto a un compañero, le superó cuando éste se quedaba a sabiendas de que el caballo se iba o se quedaba en ese arreón, apretó los dientes para coronar con Tadej y seguir el manual de actuación by Chente García Acosta: “corona repecho, baja piñón y ataca”. Dejó que el esloveno se tostara en su acometida, que ahora analizaremos en detalle en uno de los próximos puntos, y apostó fuerte a una sola carta. Como la película, “Evasión o victoria”. La moneda salió cara y tras bajar como una auténtica locomotora, se plantó en meta en solitario, con una foto que añadir a su inmensa colección.
38 años después de Kuiper, 62 años después de su abuelo
El 19 de marzo de 1961, Raymond Poulidor se coronaba en San Remo con tres segundos de ventaja sobre un mito, el belga Rik Van Looy, que encabezó un pelotón de unos cincuenta hombres. Por un día, la efeméride no fue exacta, aunque dio igual, la emoción es alta en Mathieu cuando es algo que tiene relación con su abuelo. El que fuese conocido como ‘el segundón’ del ciclismo ha inspirado y dado alas a Van der Poel para que recuperase la bandera de Países Bajos en este podio, que no ondeaba en todo lo alto desde 1985, cuando Kuiper superó a su compañero de equipo y compatriota Van Vliet.

Van Aert, una vez más, tarde y mal
Wout es un ciclista descomunal. Hay pocas virtudes ciclistas que no se le puedan colgar del cuello. Toda alabanza a su talento y regularidad es poca. Pero tiene un problema en su relación con la victoria, y es que es una constante en su carrera el esperar a que otros jueguen sus bazas primero, cuando el refranero, sabio consejero, afirma que quien da primero, da dos veces. Cuando quedan tan pocos suspiros para meta, incluso cuatro. Su intento desesperado por dar alcance a su villano favorito fue en vano. Era una persecución desigual, con Wout arrastrando el peso de su indecisión en bucle mientras la cabeza de carrera iba (literalmente) con todo el viento a favor.
Pogačar, de nuevo demasiado previsible
Si el final de etapa hubiese sido en el Angliru, bien. Pero en una montaña como el Poggio y ante rivales tan duchos en pruebas de un día y con tanto potencial en este terreno, no puedes jugar a estrellarte contra la misma pared que en 2022. El ataque fue durísimo, con todo lo que tenía dentro. Tanto que dejó el grupo hecho un solar y sólo tres ciclistas pudieron resistirle la rueda. Si buscas el podio, bien, aunque se le volvió a marchar, por cierto. Pero si buscas ganar, no es la forma. No en esta subida, no en esta carrera. Su sitio para arrancar era la Cipressa, donde hubiese generado dudas en su persecución y a lo sumo hubiese tenido que lidiar con uno o dos rivales que se hubiesen dado cuenta de la jugada.
Si esa táctica supusiese perder demasiadas plumas de cara al resto de carrera (ataques exitosos más lejanos ha realizado), siempre podía haber sorprendido a sus rivales no atacando. Buscando hacer la de Van der Poel, hacerse el muerto, buscar el ataque de un Wellens que ha estado inmenso. Y él, mientras, a la contra. Si deja marchar al belga en la subida al Poggio, o dudas o desgaste. Pero sus rivales hubiesen tenido que tomar la iniciativa. Le tenían milimetrado y sabían que al final lo de Tadej iba a ser mera cuestión de resistir su rueda (que no es poco, ojo).

Ganna, muy conservador
Muy buen rendimiento el del italiano, que se ve en estas lides por primera vez. Le pudo el pánico de enfrentarse a tres ciclistas que dan auténtico pavor. Y más rápidos que él. Si necesitasen un clon aproximado de Cancellara para rodar una película sobre su vida, Filippo acudiría al casting con muchas posibilidades de obtener el papel. Pero no puede pasarle esto otra vez si quiere acumular palmarés en este tipo de prueba. Rodando no hay nadie como él en la actualidad. Sus pequeñas dudas y paradas frenaron el ímpetu perseguidor, y ahí se le fue el cabello, porque no ganó por un pelo, por una posición.
En ocasiones nos preocupamos por asuntos que en un porcentaje superior al 99% no terminan por suceder. Y en Vía Roma sucedió tal cual, porque los miedos de Ganna de verse superado en el sprint por Van Aert y Pogačar no tuvieron lugar. Segundo clasificado, esperemos que sea el espaldarazo definitivo para que él mismo se considere el gran ciclista que es, mucho más que un mero contrarrelojista en un mundo sin contrarrelojes.
294 kilómetros y las consecuencias del nuevo ciclismo
La San Remo sigue siendo a día de hoy la clásica más fácil en el papel y la más difícil de ganar. Paradojas que tienen su explicación. Hasta no hace tanto, se trataba de una carrera muy previsible, con equipos de velocistas poniendo una marcha imposible de superar por los atacadores en tachuelas tan poco inclinadas como Poggio o Cipressa. Zabel, Freire, Petacchi, Cipollini… todos ellos lograron vencer en una época en la que el ciclismo profesional de élite era todavía un deporte de fondo.
Hoy día, con etapas que oscilan, cuando llegan, entre las cuatro y las cinco horas, los ciclistas que entrenen en distancias largas son los menos. El ciclismo se ha acostumbrado a un tipo de esfuerzo más corto y cuando llegan los largos, hay corredores que ya no son capaces de ofrecer su mejor versión ni de ser todo lo competitivos que son con 160 kilómetros de etapa. Y no ya sólo los líderes, sino que sus coequipiers no son capaces de controlar la carrera igual.
Porque en esos años que ganaban los velocistas también veíamos ataques desesperados en el Poggio, de abajo a arriba, y la diferencia era siempre imposible y el sprint inevitable. Por ello, los favoritos a ganarla fueron durante años coto de velocistas y la tiranía de sus escuadras. Las medias actuales en esta carrera (más próxima a los 46 km/h que a los 45) también se dejan sentir.

El tridente de Movistar, muy lejos
No se esperaba que estuviesen peleando la victoria los tres clasicómanos del conjunto español, pero ciertamente tampoco se esperaba que anduviesen en la parte baja del tercer vagón. Alex Aranburu ha sido séptimo en esta prueba en dos ocasiones, ambas en el mismo tiempo o casi que el vencedor. No es un ciclista excesivamente ganador, es cierto, pero creo que se le debe exigir un poco más al vasco de Movistar. Gonzalo Serrano estuvo a un nivel similar, aunque las expectativas con el madrileño son más bajas. Iván García Cortina intentó resistir en buena posición en el Poggio, pero la carrera se puso demasiado cara para él. Es algo que sucede año tras año y cabe la posibilidad de preguntarse: para esto, ¿no es mejor buscar el ataque suicida que al menos les permita ser vistos y protagonistas en un escaparate como este?
El adiós de Peter Sagan
El eslovaco se descolgó en el Poggio, pero su carrera en San Remo terminó mucho antes, algunos años atrás. Se retira una de las leyendas, que se quedó la espina clavada en esta clásica, al igual que Philippe Gilbert un año antes, ya que fue el único Monumento que le quedó por conquistar. Se echará en falta el carisma del corredor del Total Energies y la eterna duda de saber si este año será diferente y regresará por fin el joven clasicómano al que no se le imaginaban límites.
De Lie y Alaphilippe, agua
El belga y el francés fueron dos de las decepciones de la Milán San Remo. El belga entregó la cuchara demasiado pronto, cuando aún todavía no habían comenzado las hostilidades. Arnaud decepcionó, pero es excesivamente joven. Julian lo hizo con todas las letras. Se le esperaba como una alternativa, y sin embargo ni siquiera estuvo en la pelea. No llegó excesivamente lejos, pero demostró que su nivel de forma está aún lejos del gran ciclista que fue (y que es). Soudal, antaño un equipo muy potente en estas pruebas, anduvo demasiado desdibujado.
Una escapada muy peculiar
Era el único reducto de los modestos para tener su cuota de protagonismo. Siete ciclistas se destacaron del gran rebaño durante más de 260 kilómetros. No tuvieron posibilidades en ningún momento, aunque bien es cierto que alcanzaron las faldas del Poggio, lo cual ya es en sí una verdadera machada. La armonía entre los fugados llegó hasta la recta final, donde fueron cediendo de maduros. La composición de ese grupo de vanguardia era curiosa, con dos integrantes del Eolo Kometa, Samuele Rivi y Mirco Maestri, dos del Bardiani, Samuele Zoccarato y Alessandro Tonelli, Aloïs Charrin, del Tudor, Alexandre Balmer y Jan Maas, del Jayco, y el primer etíope de la prueba, del Q36.5, Negasi Haylu Abreha.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: TDW / LaPresse / RCS