Existe la falacia extendida de que en España no existe alta montaña para que la Vuelta a España elabore recorridos ciclistas que la sitúen al mismo nivel o cerca de sus hermanas y vecinas de Giro y Tour. Es obvio que los Alpes no se encuentran en la Península Ibérica y que el lado español de los Pirineos está menos trabajado que el lado francés. En muchos aspectos. Existen problemas fronterizos entre Comunidades Autónomas y particularidades como los conflictos políticos de diversa índole. Un maremágnum que no debe hacer muy sencilla la labor de elaborar un recorrido con cabeza, tronco y extremidades.
Se ha presentado el recorrido de la edición 2023 de la Vuelta y se vuelve, valga la redundancia, a esquivar montañas en territorio español para dar protagonismo a cimas extranjeras, que es otro debate que ya ha existido en varios foros y sobre el que ya escribí en su día. Entre Andorra y Francia se ascienden un total de seis puertos más dos fronterizos repartidos en tres etapas. En Cantabria se asciende sólo uno y como final en alto. Ni Lunada, ni La Sía, ni Estacas de Trueba… los grandes puertos de esa región han quedado en el ostracismo desde los años 90.
El Collado Bermejo, aunque tampoco es el Mortirolo, se evita en la etapa murciana. Se han evitado otros años en las sierras del sur. Granada contiene mucha más montaña que Sierra Nevada, zona que también se podría aprovechar muchísimo mejor. A la espalda de la Alpujarra y en la Contraviesa existen no menos de ocho subidas de gran entidad que nada tienen que envidiar en números a los colosos alpinos. Quizá no tengan riachuelos y cascadas a cada metro, o praderas verdes cubriendo por mantos las lomas. Pero están ahí. Y siguen inéditos en su gran mayoría, u olvidados en su totalidad. Málaga y su entorno, Cádiz, y un largo etcétera.

Qué se puede decir de las montañas de La Cabrera. Fonte da Cova, Portillinos, Piedrafita, esos Ancares que ya va para una década dejados de lado. Asturias esconde mucho más de lo que se enseña. La Marta, Ventana, Leitariegos y algún otro se quedan año tras año sin etapa, viendo pasar por sus pies la oportunidad, que de momento les es esquiva. Por no hablar de País Vasco, región en la que no se explora en demasía más allá de repechos o puertos cortos. Se evitan los pasos más contundentes que de vez en cuando sí alinea la Itzulia (y no siempre).
En la sierra de Cameros, camino de Laguna Negra, existen varios puertos que enlazan un valle con otro. El planteamiento dos años seguidos ha sido elegir la planicie. En Bejes se obvia el Collado de Hoz, que enlaza perfectamente con la subida final. En Barcelona se dejan de lado algunos puertecitos que podían haber animado algo más esa primera etapa en línea. En Peñas Blancas se optó por el final en alto simple en 2022. Y así hasta el infinito. ¿Por qué se hace esto?
Es normal que en ocasiones no se pueda afrontar el diseño de las etapas como se gustaría, pero… ¿casi siempre? Es un problema de modelo, de idea de ciclismo. Un modelo que ha traído muchos réditos y que es cierto que fue necesario en su día, cuando Javier Guillén tomó el mando en 2009 y era necesario alejar los fantasmas de carrera en descomposición que desprendía entonces, con infames ediciones como la que tuvo lugar en 2007. El director general desde entonces ha conseguido aumentar el autoestima de la Vuelta, ubicarla dentro de los mejores días de su historia en cuanto a trascendencia y traer más beneficio que perjuicio al desarrollo de la misma.

Ahora, es bien necesaria una reflexión. El modelo del final en alto insistente y recorrido incompleto ya no cala entre el aficionado. Tampoco en las audiencias se refleja el beneficio que antaño sí. Ni siquiera se garantiza que la emoción de no conocer el ganador llegue hasta el último día. Esa obsesión por las etapas de montaña cortas, pero sobre todo es indigesto observar cómo en España se esquivan las montañas. Cómo etapas que podían ser serrucho y vida se convierten en encefalograma plano.
Seguro que hay razones para ello, desde la necesidad de atraer participación de ilustres hasta la participación de ASO. Aunque, a decir verdad, este problema ya existía antes de la adquisición del accionariado del gigante francés. Ni siquiera en ediciones tan alabadas por la crítica como 1999 se disponía de buena parte del potencial orográfico del país que se supone recorre la Vuelta. Andorra exige que sus etapas sean de alta montaña. Lo mismo con Asturias, aunque en el Principado parece que con que se escojan dos llegadas en alto entre las decenas que hay disponibles, debe ser suficiente.
El recorrido de 2023 resultará igual que resultó el de 2022. Grandes nombres, algún escarceo por aquí y por allá que llevarnos a la boca y un podio de excepción que dé titulares. Pero nos quedaremos con la sensación de que ha faltado algo, de que la Vuelta no tiene que ser el Tour o el Giro, pero sí que una gran vuelta necesita su dosis de puertos largos, duros, menos duros, empinados y no empinados, crono, etapas llanas, montañosas de un tipo, de otro… Quien gane debe haber demostrado ser el mejor en el global de todos los terrenos. No sólo en uno.
Escrito por Jorge Matesanz
Fotos: Unipublic / Charly López / Photogomezsport
Los buenos aficionados pensando en cómo serían las etapas y las vueltas ideales, para que la carrera sea espectacular todos los dias. Los organizadores pensando en como sacarle los dineros a los políticos a cambio de que salga, llegue o pase una etapa por su cuidad, provincia o comunidad, priorizando el beneficio económico de la empresa organizadora ante lo meramente deportivo. Además proponiendo recorridos para tratar que no suceda nada en 20 etapas, de tal forma que la carrera siempre esté abierta y con ello buscar atraer audiencia televisiva, números fríos que utilizarán de argumento para volver a vender su producto a los políticos deseosos de gastar
el dinero de todos, con tal de salír en la foto al siguiente año. Esta claro que las prioridades entre los buenos aficionados y los organizadores de grandes vueltas estáran siempre bastante alejadas. No es una crítica a los organizadores, que gracias a ellos tenemos y vemos carreras ciclistas, simplemente expongo una realidad que explica el porque de algunas cosas que hacen que las etapas y las carreras sean como son. Saludos a todos los lectores y felicidades a HC por los interesantes contenidos.
Totalmente de acuerdo con el artículo