El relevo generacional que está viviendo el ciclismo en los últimos años es evidente. A las victorias de Evenepoel y Vingegaard hay que sumarle la marcha de viejos rockeros como Alejandro Valverde o Vincenzo Nibali. Sin embargo, la emoción de su retirada, ha hecho que nos olvidemos de otros que quizás no tengan un palmarés tan abultado, pero que aún así han demostrado que forman parte de la historia de este deporte.
Uno de ellos es Niki Terpstra, el holandés puso el pasado domingo punto y final a su periplo como profesional. Para la historia deja grandes victorias como la París-Roubaix de 2014 o el Tour de Flandes de 2018, en las que ni siquiera verdaderas leyendas como Cancellara o Sagan eran capaz de seguir a un ciclista con una condición para llanear excepcional. Sin embargo, tras su salida de Quick Step, el holandés no ha conseguido volver a ser ese corredor que podía pelear de tú a tú con los grandes nombres de este deporte. Al igual que muchos, desde bien pequeño soñaba con ser profesional. Así su gran condición de clasicómano le permitió llegar hasta dónde se encuentra a día de hoy.

En sus primeros años en categoría continental ya demostró que estábamos ante un ciclista diferente. Sus victorias parciales en la Vuelta a Bélgica y Tour de Romandía, le valieron para que en el 2007 fichase por el Milram alemán. Allí siguió dando pequeños pasos en su camino hacia convertirse en una figura mundial. Sus victorias en Dauphiné Liberé y el nacional de ruta provocaron que Patrick Lefevere, uno de los mejores cazatalentos de este deporte, pusiera sus ojos en él.
Así, en el año 2011 se unió a la escuadra del actual Quick-Step. Dónde, tras revalidar el nacional en ruta y ganar A Través de Flandes, llegaría su consagración. La París-Roubaix de 2014, la clásica de las clásicas, el monumento que todo ciclista sueña con ganar. Una carrera en la que la excesiva vigilancia a su compañero Tom Boonen le permitió anticiparse al resto de favoritos y conseguir llegar en solitario al velódromo de la ciudad de Roubaix. Una estrategia más que utilizada por el conjunto belga pero que aún así le sigue funcionando. Ventajas de tener un equipo en el prácticamente todos los ciclistas pueden ganar cualquier carrera.

Tras dicha victoria, sus opciones de pelear cualquier clásica eran una realidad. Así lo ratificó tan solo un año después, cuándo se le escaparía el Tour de Flandes en el sprint final ante un brillante Kristoff. Y es que Niki siempre estaba presente con los mejores. Pero a la hora de la verdad le costaba rematar. Después de un par de temporadas en las que cosechó buenos resultados (tercero en París-Tours y victoria en el Eneco Tour) pero en las que sin embargo se le resistían bastantes victorias. Llegó uno de sus mejores años como profesional, el 2018. En él, lograría ese Tour de Flandes que se le había negado anteriormente.
Una espectacular cabalgada le permitió plantarse en solitario en la icónica recta final de la prueba. No contento con ello, semanas más tarde conseguiría una magnífica tercera posición en una Roubaix que fue ganada por el campeón del mundo Peter Sagan. Sin embargo, este sería el punto álgido de una carrera que dio un giro drástico tras su fichaje por el actual Total Energies.
La presión de ser un único líder sumada a las continuas caídas, terminaron por hacer desaparecer a un ciclista capaz de todo pero que se acabó diluyendo con el paso del tiempo.
Escrito por Sergio Quintana
Foto de portada: Sirotti