Nuestro Thibaut Pinot ha anunciado su retirada a final de esta temporada 2023 y va a ser uno de los temas de actualidad, sin duda, de estas semanas. No sé qué adjetivo ponerle al francés, tal vez algo relacionado a la enorme transmisión que posee este ciclista, que contagia sus emociones con facilidad.
En 2009 el príncipe llamaba a las puertas del profesionalismo ganando el Giro de Aosta, convirtiéndose en el corredor más joven que jamás haya ganado aquella prueba, importantísima carrera que habían conquistado por ejemplo Yaroslav Popovych o Gilberto Simoni. Eso, entre muchos otros resultados, le hacía ganarse en un hueco en la Française des Jeux, equipo en el que debutaría en 2010 y le convertiría sin aún saberlo en un ‘one club man’, hombre de un sólo club, de un sólo equipo. Comenzó en FDJ y se retirará en Groupama, el mismo equipo pese a haber cambiado el primer apellido.

No sabía Thibaut que en aquel 2010 iban a comenzar sus idas y venidas del profesionalismo. Un corredor que desde entonces iba a combinar sus mejores momentos de éxito con otros muchos de bajón, de desaparición. Se le ha señalado durante mucho tiempo como uno de los posibles, de los futuros, de los candidatos a ganar el Tour de Francia y yo creo que eso es algo que Pinot se echó a la espalda relativamente pronto y le ha pesado.
En 2012 ganaba su primera etapa en el Tour y alimentaba esa idea del ‘y por qué no’. Por qué no conseguirlo si ese año, que era su debut, entró ya en el top ten. Al año siguiente, 2013, abandonaría dejando claro que en el ciclismo no todo es tener piernas, sino que la cabeza juega también un papel realmente importante.

Una cabeza que ha marcado mucho la trayectoria de Thibaut Pinot. Un ciclista que ha sido una montaña rusa, ganando etapas como esa última vez que se llegó al Tourmalet, o muchas otras como Alpe d’Huez o Lagos de Covadonga en la Vuelta. Días buenísimos en combinación con esos otros días de bajón, de rotura, de derrota. Problemas de espalda que le echan del Tour cuando estaba encarando la lucha por la victoria, o aquel Giro donde tras la cabalgada de Froome reventaba y decía adiós a la general.
Todos esos momentos de rotura mental contra los que el propio Thibaut conseguía luchar desde Lure, con sus cabras, en el campo. Lo cierto es que después de un 2021 en blanco y un 2022 donde se reencontró, con imágenes como verle ganar y levantar los brazos en el Tour de los Alpes, donde regresaba a la victoria y lloraba tras la línea de meta, dándose a conocer ante aquellas nuevas generaciones que todavía no le conocían.

Thibaut es un corredor que gusta. Y ya no es sólo que te guste, sino que te hace vivir sus gracias y sus desdichas, y eso siempre será algo que le haga diferente a cualquier otro corredor. Con él se van muchos momentos, buenos y malos. Muchas subidas locas, muchos descensos que asustaban sólo con verlos desde la televisión. A partir de ahí, da mucha pena que un corredor fetiche para mí, que siempre me gustó, que tuvo momentos que siempre quedarán en la memoria como sus victorias en el Tour de Francia o ese Giro de Lombardía del 2018.
Creo que por piernas y condiciones podría tener muchísimo más. Pero sino no sería Thibaut Pinot, y eso es lo que más nos gusta de este corredor francés.
Escrito por Sergio Yustos
Foto de portada: ASO / Boukla Fotos: ASO / Ballet