Historia

El cantar de gesta de Eros Poli en el Ventoux

La ascensión al Mont Ventoux, de Francesco Petrarca, relata las sensaciones de un hombre que, acompañado por su hermano, el monje cartujo Gherardo, y las Confesiones de San Agustín, no para de evocar la grandeza de la experiencia vivida, el 26 de abril de 1336, en el monte ubicado en la Provenza.

Petrarca, con su obra, continúa la tradición, narrada por Tito Livio, de Filipo V al coronar el monte Hemo de Tesalia, desde cuya cima se suponía que podían contemplarse, en todo su esplendor, el mar Negro, el Adriático, los Alpes y el Danubio. Y, como en este caso, no faltan los que ponen en duda la realidad de la escalada de Petrarca, pretextando que se trata de un mejor ejercicio lírico. Hasta donde nos consta, ningún juglar ha tenido a bien, a la fecha, representar el cantar  sobre la coronación de Eros Poli (Isola della Scala, 1963) del Mont Ventoux en el Tour de Francia de 1994 y, a fe, que tamaña gesta no contaría con nadie dispuesto a discutir ni su entidad, ni su singularidad.

El Tour de 1994 reservaba para el 18 de julio el aliciente del Ventoux y, como en esta temporada 2021, el coloso no era final, sino que se franqueaba a cuarenta kilómetros y medio de la meta de Carpentras. El segmento, que constituía el decimosexto episodio de la carrera (tras el prólogo de Lille y las catorce etapas previas), nacía en Montpellier y discurría por un total de 231 kilómetros. La ronda gala estaba prácticamente decidida en lo que a su ganador se refería. Induráin transitaba con 7 minutos y 56 segundos de distancia en la General sobre el segundo, el francés Virenque, y 8 minutos y 2 segundos sobre De las Cuevas, por aquel momento tercer clasificado. Pantani y Ugrumov, quienes a la postre acompañarían al navarro en el cajón de París, se dejaban la friolera de 11 minutos y 55 segundos y 13 minutos y 37 segundos respectivamente.

Una semana antes había tenido lugar la masacre de Bergerac, una crono en la que Miguel se ganó el apodo de Tirano y se agenció la icónica fotografía de doblar al, entonces, Campeón del Mundo, (un tal) Lance Armstrong. En los Pirineos, los franceses Leblanc y Virenque se habían repartido los triunfos en Hautacam y Luz Ardiden. Tras el Ventoux, esperaban los Alpes, con una llegada al Alpe d´Huez  en la que levantaría los brazos Roberto Conti, y otra en Val Thorens, para mayor gloria de Cacaíto Rodríguez. En los 46 kilómetros y medio de la última cronometrada, entre Cluses y Avoriaz, se impondría el letón Ugrumov.

Pero aquel lunes 18 de julio de 1994 se había levantado torcido para todos los italianos (al menos para los que, como Eros Poli, eran amantes del fútbol).

Su Selección había caído, el domingo, en los penaltis ante Brasil en la final de la Copa del Mundo de Estados Unidos y los de la verdeamarelha habían cumplido con su sueño de homenajear al piloto Ayrton Senna, fallecido en trágico accidente, el 1 de mayo, en la curva Tamburello del Autódromo Enzo e Dino Ferrari durante el Gran Premio de San Marino.

Poli era el gigante del pelotón. Sus ochenta y cinco kilos de peso y su uno noventa y cuatro de estatura le hacían uno de los hombres fundamentales del treno que el Mercatone Uno ponía a disposición de Cipollini (ausente en Francia fruto de la escalofriante caída en Salamanca, en la disputa de la Vuelta) y de Silvio Martinello (cuyo mejor resultado fue un tercer puesto). El jefe de filas era el veterano Chioccioli, sin opciones para la clasificación, y Poli ya había jugado sus cartas en una escapada, camino de Futuroscope, en la que vencería el checo Jan Svorada. El día amaneció muy caluroso y, de creer la versión posterior dada por Poli en una entrevista, el italiano se dirigió, cansado por lo ya recorrido y apenado por la derrota en el Mundial de fútbol, al desayuno, mientras sonaba el “I feel good” de James Brown, música que le acompañó en la cabeza todo el día.

El perfil era llano en sus primeros 170 kilómetros, posteriormente se ascendía el Ventoux y, desde allí, bajada hasta Carpentras. Tras varios intentos de conformar la fuga, atacó primero Jaermann y luego demarró Cassani, ambos sin éxito. Poli, enfadado por el movimiento de su compatriota, al entender que quebraba la paz hasta ese momento existente, se fue hacia adelante y se marchó en solitario. Quedaban unos 170 kilómetros y medio y, de fondo, el murmullo atemorizante del Gigante de la Provenza.

El escapado comenzó a ganar diferencia ante el pelotón de manera rápida y, por su mente, según cuenta el propio Poli, los cálculos por ganar pasaban por conseguir 25 o 26 minutos al pie del Ventoux. A otro, este detalle podría parecerle superfluo, pero, por sus ya comentadas características, Eros era uno de los habituales conductores de los gruppettos en las etapas de montaña, que lidian para evitar el fuera de control, resguardando los esfuerzos de los sprinters.

Antes de arrancar la subida, el italiano del Mercatone, que solo había atravesado previamente el Ventoux en una París-Niza, contaba con 23 minutos y 45 segundos de diferencia con el grupo de favoritos. Adelantado, Mantovan transitaba a 16 minutos y 10 segundos. Pocas veces, una palabra como agonía define de manera más elocuente el ejercicio de sufrimiento y aguante de Poli en su subida al Ventoux. Su compatriota, el debutante Pantani, había lanzado un ataque nada más comenzar las estribaciones del Gigante y la diferencia caía brutalmente.

El italiano recuerda que, por los bosques de Bédoin, su cuentakilómetros marcaba velocidades de un solo dígito, pero que sus sensaciones mejoraron por el mítico Chalet Reynard. Juzguen, si tienen ocasión, al ver las imágenes de Poli. Su Vía Crucis se alza como una epifanía. La imagen de Poli, vertiéndose agua por la cabeza, retorciéndose para avanzar milimétricamente por la escarpada senda, con la gorra amarilla del patrocinador colgada de la potencia, construye un lienzo de la heroicidad del ciclismo. Zigzagueando, el italiano contaba, en lo alto del Ventoux, con cuatro minutos y treinta y un segundos de diferencia con Pantani y 5 minutos y 58 segundos con el grupo del líder, conformado por Virenque, De las Cuevas, Leblanc, Conti y Lino.El ciclista transalpino hizo un descenso magnífico, una disciplina en la que atesoraba gran calidad, y afrontó los últimos veintiún kilómetros favorables, desde Malucène hasta Carpentras como una crono individual.

Al llegar a la línea de meta, entre un público totalmente enfervorecido, el del Mercatone, alzó los brazos. Como director de orquesta, extasiado, dirigió su cuerpo hacia delante en señal de agradecimiento, se sacó su gorra y la lanzó a los espectadores antes de atravesar la línea definitiva. Tras seis horas treinta y un minutos y cincuenta y nueve segundos era el vencedor de una etapa en la que había entregado todo.

El segundo del día fue Elli, que llegó a tres minutos y treinta y nueve segundos. A los favoritos, encabezados por Virenque, hubo que esperarles veinte segundos más. El vagón de cola, ése en el que, en otras circunstancias, hubiera estado Poli, cerrado por Outschakov, llegó a 28 minutos y catorce segundos. Colotti y Frison abandonaron durante el día y Armstrong, Unzaga y Capiot no habían tomado la salida. Tras Poli, los que habían ganado en el Ventoux en el Tour, siempre como meta, han sido Pantani, Virenque, Gárate, Froome y De Gendt, continuando con la estela del primer ciclista que ascendió al coloso, Lucien Lazarides.

El Ventoux, tristemente famoso por ser el lugar que acogió el fallecimiento de Tom Simpson el 13 de julio de 1967, y temido por las ráfagas de Mistral que soplan inmisericordes, se subirá en dos ocasiones en la undécima jornada de 2021. Primero por Sault y luego por Bédoin. Tras coronarse por segunda vez, restará el descenso de 22 kilómetros hasta la meta de Malaucène.

Escrito por: Ángel Olmedo
Foto: Sirotti
Incluido en el nº1 de HC

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