Desde un punto de vista y como ciclista y ex ciclista profesional prefiero sin ninguna duda el calor. La gente pone el ejemplo del Tour de Francia en contraposición a otras como el Giro de Italia. Pero yo voy a aportar un ejemplo todavía más extremo, que es la Volta a Portugal. He corrido unas cuantas, con etapas de principio a fin sobre los 40 grados o 45 grados en pleno mes de agosto. Igual a alguna de esas etapa habría que aplicarle algún protocolo, no lo sé.
Lo que sí sé es que prefiero mil veces cuarenta grados sobre la bicicleta que diez grados con agua. Lo prefiero. Además de que el agua tiene un hándicap muy importante y es la sensación térmica que te deja. Hay que recordar que el cuerpo se va adaptando poco a poco a ese calor en una carrera como el Tour o todas las que se celebran en verano. Cuando coges una bajada el cuerpo refrigera. En la subida, evidentemente tienes calor. Pero llevas agua. En el caso de los ciclistas profesionales llevan un coche para reponer el agua, te la echas por encima, etc. Es más sencillo aliviar el calor que entrar en calor en un día de frío. El frío cuando entra, no te lo quitas de encima.

El calor puede ser peligroso para el organismo, es cierto. No soy médico, pero sí que es verdad que por culpa del calor no he visto a nadie que no sea capaz de frenar una bicicleta. Sin embargo, por culpa del frío, sí. En ese frío extremo uno de los mayores peligros es ése, que las manos te pueden quedar insensibles y estás en serio peligro. Si la carretera está mojada hay como es lógico menor capacidad de frenado, con todo lo que conlleva eso en probabilidades de sufrir un accidente y hacerte daño.
Si me apuras, prefiero esos cuarenta grados incluso por encima no sólo ya de diez grados y lluvia, sino veinte grados. La lluvia es muy incómoda para un ciclista, vas mojado todo el día y se hace muy complicado. Es lo peor que hay para un ciclista desde mi punto de vista.
A la hora de hacer protocolos, como indicaba en la columna de opinión de hace unas semanas, es importante tener en cuenta la participación del ciclista, porque si con unas temperaturas tan elevadas recomiendan a la población normal no salir a la calle, tal vez los ciclistas sí acepten correr bajo esas temperaturas porque son capaces de adaptarse mejor. Estamos entrenando a diario, aunque haya altas temperaturas. Al final hay que consultar a los protagonistas, a los ‘payasos del circo’ en el caso del ciclismo profesional.

Cuando sucedió todo lo que pasó en el Giro de Italia de este año algunos ex profesionales compartieron fotos en redes sociales de fotos suyas de su época compitiendo con nieve, pero bajo un cielo azul. Eso no es lo mismo que correr nevando, donde el frío es mucho más complicado de gestionar. Yo he pasado puertos con un metro de nieve a los lados, y no he pasado nada de frío. Ni los manguitos. Y con agua he pasado mucho, mucho frío, sin embargo. El efecto del viento sobre un cuerpo mojado… Hay que vivirlo para saber lo que es.
He pasado días muy duros de frío. En una Vuelta a Valencia me metí en el maletero de un coche porque no era capaz de entrar en calor. Me bajé porque no era capaz de frenar en las curvas, estaba totalmente insensible. Y como yo nos bajamos treinta o cuarenta. Un ciclista no se baja del sillín por capricho. Los tejidos han mejorado, sí, pero milagros en Lourdes. No vamos con asientos calefactables ni nada parecido.
Escrito por Gustavo César Veloso
Foto de portada: RCS/LaPresse // Interiores: ASO