Hace treinta años nacía una nueva república a la sombra de los Alpes: Eslovenia. En todo este tiempo, este joven país ha ido gestando una imagen propia de república más germánica que eslava, dada su naturaleza doble, alpina y panónica, centroeuropea y una pizca mediterránea. Y en este proceso de maduración ha adquirido también relevancia deportiva. Acostumbrada a mirar durante mucho tiempo hacia Viena, y más tarde hacia Belgrado por azares de la historia, durante este julio Eslovenia volverá a mirar hacia París.
Allí se presupone un nuevo enfrentamiento entre Pogačar y Roglič. Roglič fue el que abrió la veda para Eslovenia, el que proviene del deporte rey local, el que parece gozar más del calor del público. Por su parte, Pogačar hunde sus raíces en un ciclismo clásico ajeno por completo a lo esloveno. Su pedaleo “de minero” retrotrae a otras épocas, así como su insultante juventud. La rivalidad entre ambos parece sana y deportiva, amortiguada por la diferencia de edad, que otorga a Roglič cierta influencia paternal sobre Pogačar. ¿Pero acaso no hay sombras en esta rivalidad?
En realidad, los grandes duelos pocas veces han salido de la carretera, todo lo demás suelen ser inventos periodísticos. Coppi y Bartali compartían jornadas de caza y Anquetil y Poulidor sesiones de cartas: ello no impedía que deseasen despedazarse en carrera. La rivalidad entre Ocaña y Merckx tuvo un cariz más tormentoso, principalmente por el carácter truculento del español, y la de Moser y Saronni tuvo momentos muy dignos de Pimpinela. Sin embargo, en esta nueva rivalidad eslovena llama la atención el exceso de buenas formas, lo que podría interpretarse como un deseo de camuflar una rivalidad más intensa y salvaje.
Como en toda relación, ha habido momentos de gran intensidad. Los caminos de estos “enemigos íntimos” se cruzaron en la Vuelta de 2019, con algún que otro regalo paterno-filial por parte de Roglič. En el Tour de 2020, Pogačar no tuvo clemencia con su protector. En la Planche de les Belles Filles, Pogačar y Roglič se pusieron las caretas de LeMond y Fignon y representaron el drama antiguo del triunfo y el fracaso. En esta temporada, Roglič ya ha tenido su particular revancha en la Itzulia, sacando de sus casillas a su joven rival.
El nuevo ciclismo esloveno combina cálculo centroeuropeo y fogosidad mediterránea. Pogačar y Roglič son dos ciclistas que arriesgan y que desean ganar a toda costa, sin importarles las formas. Sin embargo, no dan demasiada importancia a la derrota, se levantan al instante. Ejemplifican así un ciclismo agresivo e ilusionante, basado más en acciones individuales que en el control de los superequipos. Algo digno de agradecer.
Escrito por: Ignacio Capilla (@AlpinoGliaccia)
Foto: Sirotti
Incluido en el nº4 de HC