La edición de 2012 del Tour de Francia no quedará en el recuerdo como la más vibrante y entretenida de la historia moderna, ni siquiera fue una de las mejores de la década. En aquel mes de julio asistimos a un aplastante dominio de los británicos del SKY, capitaneados por un Bradley Wiggins decidido a proclamarse vencedor en lo más alto de los Campos Elíseos de Paris, siendo el primer británico en conseguirlo, de ahí su paso a la rimbombante categoría de SIR, condecoración con la Orden del Imperio Británico. Nada podía impedir la victoria de Wiggo en aquella Grande Boucle, ni lesiones, ni caídas, ni rivales, estos últimos muy por debajo del nivel de los hombres de Dave Brailsford.
Sin embargo, el único inconveniente que pudo tener Wiggins dormía en el mismo hotel, formaba parte de sus compañeros, incluso de su guardia pretoriana. La primera etapa de montaña de aquel Tour, aunque muy lejos en recorrido de los grandes trazados alpinos y pirenaicos, llegaba a una ascensión inédita en los Vosgos, la Planche des Belles Filles, una subida corta, pero con porcentajes interesantes a una pequeña estación invernal, para la que iba a ser la primera toma de contacto para los hombres con opciones de vencer en la clasificación general.
Se llegaba tras tediosas jornadas de volatas masivas con Sagan, Cavendish y Greipel como protagonistas y se esperaba la primera aparición de los favoritos al triunfo, en especial ciclistas de los que iban bien cuando la carretera miraba hacia arriba, como Vicenzo Nibali que hablaba en declaraciones previas de “una buena ocasión para sacar tiempo a Wiggins”. Otros corredores como Cadel Evans, vencedor de la anterior edición, también esperaban su oportunidad en días venideros. Hay que recordar que aquel fue un Tour en el que no participaron por diferentes motivos Alberto Contador y Andy Schleck, dos bajas de importancia. A pesar de su exhaustiva preparación, de la mejora en montaña y de ser especialista contra el crono, todavía existían dudas sobre las posibilidades al triunfo de Wiggins y su SKY, unas dudas que se iban a disipar bien pronto, en las rampas de la Planche des Belles Filles.
Bradley Wiggins ya estuvo cerca del podio del Tour de Francia en la edición de 2009, quedando cuarto en la general final, aunque reza como tercero en las clasificaciones oficiales por la descalificación del proscrito Lance Armstrong. Desde entonces en las filas del conjunto Cofidis hasta ese 2012 con una escuadra construida a su medida, la obsesión por la carrera francesa estuvo presente en el que fuera la gran estrella del ciclismo en pista. En 2011 ya estuvo en la lucha por la victoria de la Vuelta Ciclista a España, y en ella emergió una figura desconocida hasta entonces, su compañero en el equipo SKY Chris Froome, por entonces un gregario desconocido, pero con aparente gran potencial, el compañero perfecto para Wiggo. La maquinaria de la escuadra británica funcionaba a la perfección, en la base del puerto de la Planche ya copaban los primeros puestos del pelotón con Michael Rogers y Richie Porte en perfecta armonía para ir destrozando paulatinamente el grupo, entre ellos el maillot amarillo Fabian Cancellara, líder desde el primer día y que cedía irremediablemente mientras los pocos escapados que quedaban por delante iban siendo neutralizados.
La sangría de ciclistas se iba haciendo cada vez mayor, un dominio que por momentos recordaba al tiránico US Postal, con quien se les iba a comparar durante mucho tiempo tanto por la forma autoritaria de controlar la carrera como por las sospechas de tan grandioso rendimiento. Después de varios kilómetros de torturar al personal con un ritmo asfixiante, a falta de 1500 metros para la línea de meta, solo Vicenzo Nibali, el sorprendente Rein Taaramae y Cadel Evans aguantan junto a Froome y Wiggins. El ciclista nacido en Kenya no parece tener fin, por momentos su imagen desvela que marcha mejor que su jefe de filas a pesar de su peculiar estilo encima de la bicicleta, el trabajo de los últimos kilómetros ha sido asombroso y además se permite el lujo de contratacar a un ataque de Evans por el triunfo de etapa, Froome se hace con el triunfo parcial con una solvencia insultante, el primero de muchos que estaban por llegar, el primer aviso del inicio de una nueva era en el Tour de Francia.
Su compañero y jefe de filas Wiggins también lo sabía, y esa rivalidad interna fue lo único de emocionante que iba a deparar lo que quedaba de Tour. Wiggo cimentó su triunfo en las contrarrelojes, hablamos de aquella disciplina que antiguamente incluía la Grande Boucle en su recorrido, y hubo momentos de tensión en donde se podía intuir quien era el más fuerte con diferencia dentro del conjunto SKY.
Escrito por Alberto Díaz Caballero (@sincadenablog)
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